El lince sorprende a los guepardos

?Pobres bichos! Acostumbrados a los humanos, se estremec¨ªan con el ruido de los motores, de los helic¨®pteros, de la megafon¨ªa. Y los guepardos hu¨ªan, mientras los elefantes miraban extra?ados con esa mirada fija y pl¨¢cida que les define tanto m¨¢s que su tonelaje. Era el Parque de la Naturaleza de Cab¨¢rceno, lleno de turistas ansiosos por dar de comer a un avestruz, acariciar un ?u o ver el latido huidizo de un guepardo o los problemas de un oso para bajar de un mont¨ªculo con el temor de que su resbal¨®n causase la hilaridad de los espectadores.

Y ah¨ª que llegaron los ciclistas con el silencio de sus gargantas y el estruendo de su entorno que hac¨ªa huir a los bichos de lo desconocido. Y all¨ª que lleg¨® Dani Navarro, porfiando entre las fieras tranquilas, en la ¨²ltima subida de dos kil¨®metros que propon¨ªa la aventura casi como una obligaci¨®n. Luego descend¨ªa por la zona de los osos pardos y volv¨ªa a subir hacia la meta por la zona donde los ?us y el avestruz se dirig¨ªan a los espectadores como conserjes de su hotel privado.

Dani andaba inc¨®modo desde que en Aralar Contador abortara un intento de fuga similar, m¨¢s asustado por lo que pudiera pasar detr¨¢s, que por el hecho de que su fiel escudero de anta?o pudiera hacer por delante. Dani, digamos que se mosque¨®, luego interioriz¨® que hay intereses que contrapuestos que a veces viajan en paralelo a la amistad. Y que Contador quer¨ªa descolgar a Froome y eso iba en contra de la felicidad de su amigo del alma (tanto a?os juntos, tantos kil¨®metros, ahora separados). Cuando en Cab¨¢rceno salt¨® Navarro, entre la mirada at¨®nita del pelot¨®n y de los bichos ¡ªambos ansiaban la placidez¡ª, Contador, sin nada que temer, ni nada que defender, ni nada que conseguir, sigui¨® su rumbo fijo, vigilando a Valverde por aquello de las bonificaciones en meta, de alg¨²n salto guerrillero que le amargase la tarde (como a los guepardos el ruido).

Y Dani Navarro se fue y se fue, porque desde abajo ya ve¨ªa las banderas y los camiones rojos de la meta. Era el momento de la gloria tras el fastidio, y de la tristeza tras el trabajo del Orica, para Matthews, y de la FDJ para Bouhanni, y del BMC para llevar en sill¨®n a Samuel S¨¢nchez y propiciar la posible victoria de Gilbert, si acaso. Todos apretando los dientes, primero para abortar la escapada de 11 ciclistas que buscaba la complacencia del pelot¨®n. Hay ahora tres etapas consecutivas en las que posiblemente se aclare la Vuelta, o sea que hoy pod¨ªa ser un d¨ªa complaciente. Pero la ambici¨®n se reparte entre muchos equipos: unos porque no llevaban ciclistas en la fuga, otros porque so?aban con un espr¨ªn, algunos porque prefer¨ªan jug¨¢rsela en los ¨²ltimos kil¨®metros. Demasiados sorteos para llevar un solo billete. Y todo se hundi¨®, incluso el intr¨¦pido Lutsenko que insisti¨® e insisti¨® por si acaso la fe mov¨ªa las monta?as.

Contador sigui¨® su rumbo fijo, vigilando a Valverde y las bonificaciones en meta

Y las monta?as se quedaron quietas. Como los posos y los guepardos asustados, las rapaces gritonas o la candorosa avestruz cuyo pico suena como la madera al golpearse. Y Dani Navarro feliz, reconciliado con su amigo, y tranquilizado consigo mismo. Y ratificado con la decisi¨®n adoptada un a?o antes de dejar de trabajar para otros y convertirse en jefe de filas, ahora del Cofidis. Un reto tan grande como sorprender hoy al pelot¨®n que buscaba a los espr¨ªnteres de fuerza para ratificar su control.

Entre los reyes de la selva, digo del pelot¨®n, rein¨® la calma. Vienen tres etapas (La Camperona, Lagos de Covadonga y La Farrapona) para las que conviene tener la mente y las piernas intactas. As¨ª que, aventuras las m¨ªnimas. Y a los velocistas se les acaban las opciones de tener raz¨®n de ser en la carrera. Vienen malos tiempos para ellos y este viernes era uno de esos d¨ªas laborales. Luego vendr¨¢ el momento de coger el autob¨²s, instalarse en la comodidad del grupo y resistir las pendientes en busca de tiempos mejores. Por eso trabajaban sus equipos. Por agotar las posibilidades. Por despertar a las fieras antes de que dormiten. Pero resulta que el m¨¢s r¨¢pido fue el m¨¢s listo. Y Dani Navarro hizo de lince en el Parque de Cab¨¢rceno. Los bichos apenas le vieron pasar. Mucho, mucho ruido. Y los guepardos escondidos. Y asustados.