El ¨²ltimo h¨¦roe americano
Derek Jeter se retira tras dejar una huella imborrable con los Yankees como beisbolista y como persona
Para entender lo que Derek Jeter significa para el b¨¦isbol y Nueva York habr¨ªa que meter bajo la misma piel a Messi, Nadal, Indur¨¢in, Alonso y Gasol, y decir a sus admiradores que se acab¨®, que nunca m¨¢s volver¨¢n a verlos en acci¨®n. En un pa¨ªs que venera a sus h¨¦roes como ninguno, todo es desproporcionado en torno a Jeter. Todo excepto su carrera, que ha prolongado sin m¨¢cula. Jeter es el hijo ideal, el marido perfecto, el amigo que nunca falla. Y por encima de todo, un tipo que devolvi¨® a los Yankees el orgullo y los t¨ªtulos que hacen del club de Nueva York un mito sin igual.?
El b¨¦isbol llora desde febrero de este a?o, cuando Jeter anunci¨® en Facebook, tras 20 a?os en las grandes ligas, que esta ser¨ªa su ¨²ltima temporada. Con 40 a?os, este domingo vivi¨® su ¨²ltimo partido profesional. Fue en Boston, contra los Red Sox, el eterno rival. Fue aclamado por los aficionados, algo insospechado, y homenajeado por los jugadores locales, alguno de los cuales se hizo fotos con ¨¦l, en una ceremonia sobre el c¨¦sped de Fenway Park tan ins¨®lita que por s¨ª misma define la magnitud del personaje que ahora se despide. Fue un momento de una rara intensidad, aunque en lo m¨¢s ¨ªntimo del jugador el adi¨®s definitivo se hab¨ªa producido el jueves en el Yankee Stadium, donde ha pasado m¨¢s de la mitad de su vida.?
Jeter es el hijo ideal, el marido perfecto, el amigo que nunca falla. Y por encima de todo, el que devolvi¨® la m¨ªstica a los Yankees
Fue ese un partido sin importancia contra los Orioles de Baltimore, con los Yankees fuera de los playoffs. Pero Jeter, que ha ganado casi el 60% de sus encuentros, la mejor marca de la historia, lo hizo inolvidable. Suyo fue el golpe final de la victoria entre el delirio de los aficionados. Por el diamante del Bronx plane¨® la sombra de otro t¨®tem, Ted Williams, de los Red Sox, que se despidi¨® en 1960, a los 42 a?os, con un home run. Acabado el encuentro, Jeter se fue hacia la zona que ha ocupado durante dos d¨¦cadas, el campo corto (shortstop), entre la segunda y tercera base. All¨ª, agachado, de espaldas al mont¨ªculo del lanzador, rez¨®.?
Para un hombre que lo tiene todo, esa vista, la mejor de la ciudad, era el premio que deseaba. Tanto, que anunci¨® que no la pisar¨ªa en el ¨²ltimo encuentro en virtud del reglamento americano, que permite a un jugador designado batear cuando el equipo ataca sin salir al c¨¦sped cuando defiende. ¡°Quer¨ªa llevarme algo especial del Yankee Stadium. La vista desde el campo corto, esta noche¡¡±, explic¨® entre l¨¢grimas.?
Jeter es patrimonio de todos. Incluso los m¨¢s fan¨¢ticos de otros equipos, que odian la supremac¨ªa del club de Nueva York (27 t¨ªtulos frente a los 11 de los Cardenales de San Luis, el segundo en la lista), le admiran. La revista New Yorker le dedic¨® su portada del 8 de septiembre con un dibujo de Mark Ulriksen, ilustrador y seguidor de los Red Sox. ¡°Detesto a los Yankees, pero aprecio a Derek. Espero que el mundo Red Sox me perdone¡±, declar¨® Ulriksen.?
El 7 de septiembre, oficialmente D¨ªa de Derek Jeter, su club le ofreci¨® un homenaje al que acudi¨® su amigo Michael Jordan. Desde el espacio, los astronautas de la Estaci¨®n Espacial le saludaron con sus gorras, igual que un grupo de soldados desde el extranjero. The New York Times se uni¨® a la fiesta con una infograf¨ªa en la que ofrec¨ªa todos sus datos: sus m¨¢s de 342.000 swings (bateos), sus 3.465 hits (batazos limpios que permiten, al menos, conquistar una base) o sus 2.747 partidos.?
Nadie sabe lo que soy, as¨ª que me entiendo con negros, blancos e hispanos
Derek Jeter, jugador de b¨¦isbol
Nacido en Pequannock (Nueva Jersey) pero criado en Kalamazoo (Michigan), debut¨® con los Yankees en 1995. Cuando fue titular la siguiente temporada, el equipo gan¨® cuatro t¨ªtulos en cinco a?os y recuper¨® el orgullo. Gran dominador de las primeras d¨¦cadas del siglo XX, con astros como Babe Ruth, Joe DiMaggio o Mickey Mantle, los Yankees sufrieron un bache en los 80 y 90. Jeter, que finaliz¨® su carrera con siete t¨ªtulos de la Liga Americana y cinco mundiales, ha sido el rostro de un equipo de nuevo en ¨®rbita.?
"En una era marcada por beisbolistas inflados con contratos millonarios y el consumo de anabolizantes, Jeter fue siempre fiel a la formaci¨®n que recibi¨® de ni?o. Sus padres le ense?aron a ser respetuoso y disciplinado, un atleta sin pretensiones. Si rara vez delataba sus sentimientos, nunca escondi¨® su af¨¢n por el esfuerzo y el trabajo en la b¨²squeda de la excelencia", explic¨® Clemson Smith Mu?iz, periodista estadounidense especialista en b¨¦isbol y narrador en espa?ol de MLB Network.
Hijo de madre blanca y padre negro, Jeter ha sido querido por los focos sin molestar a nadie. ¡°Nadie sabe lo que soy, as¨ª que me entiendo con negros, blancos e hispanos", dijo. Acabada su carrera, tampoco su futuro se adecuar¨¢ a lo establecido, algo natural en alguien que abandon¨® su lujoso piso en un rascacielos para instalarse en un casa antigua adosada de alquiler en el West Village. Jeter ha montado un sello editorial dentro de la editorial Simon & Schuster. Su primer t¨ªtulo, El contrato, es una novela con aire autobiogr¨¢fico. Quiere ser due?o de un equipo de b¨¦isbol y tener hijos con su novia, la modelo Hannah Davis. ?
Despu¨¦s de cada partido en el Bronx, Jeter conduc¨ªa hasta su casa. Durante los atascos junto al r¨ªo Hudson, contemplaba las barbacoas de las familias hispanas en el Riverside Park. ¡°Nunca pude hacer algo as¨ª. Desde los cinco a?os he jugado a b¨¦isbol todos los fines de semana. Estoy deseando dejar de hacerlo¡±, confes¨®.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.