Goleada al machismo
Espa?a nunca fue un pa¨ªs espl¨¦ndido con las mujeres, menos a¨²n con las deportistas, que tuvieron que derrocar primero las paletas barreras del franquismo y luego los prejuicios machistas. De la rid¨ªcula exclusi¨®n durante la dictadura a un casposo aperturismo inicial en el que casi todas aquellas que ya pod¨ªan dedicarse al deporte deb¨ªan soportar la etiqueta de marimachos.
Tal fue el veto que conviene no olvidar que, por ejemplo, en Valladolid el catolicismo imperante en los a?os 50 les prohibi¨® durante un tiempo montar en bicicleta; en Sevilla, un cardenal aboli¨® la gimnasia de los colegios hasta 1957 y el r¨¦gimen no autoriz¨® el atletismo femenino hasta 1961. Para el deporte que lograba saltarse los prejuicios de la denigrante masculinizaci¨®n del ejercicio f¨ªsico para la mujer, las directrices sobre los uniformes eran tajantes: "Ropa femenina, pr¨¢ctica y honesta".
Est¨¢n capacitadas para cualquier pulso. Buscarse la vida las ha fortalecido
Contra estos y otros miles de patrones catetos tuvieron que luchar algunas quijotescas pioneras como Mari Paz Corominas, que rompi¨® los grilletes y marc¨® un hito en M¨¦xico 68, al ser la primera espa?ola en llegar a una final ol¨ªmpica: los 200 espalda.
En el caso del deporte femenino espa?ol es obligado subrayar su oscuro pasado para acentuar el tama?o de las gestas de estos tiempos. Quiz¨¢ no haya mejor causa que su empe?o infinito en conquistar su libertad deportiva. Ese ha sido su mejor entrenamiento. Primero, esquivar las tachas sociales y luego buscarse la vida en un pa¨ªs sin cimientos estructurales para ellas. Barcelona 92 les abri¨® una gran rendija. Hasta entonces se contabilizaban 88 participaciones de mujeres espa?olas en los Juegos. Desde aquel a?o m¨¢gico hasta Londres 2012 lo han hecho 632. Las primeras medallas se remontan a 1992, la invernal de Blanca Fern¨¢ndez Ochoa y la veraniega de la yudoca Miriam Blasco. Hab¨ªan pasado 92 a?os desde que la tenista inglesa Charlotte Cooper fuera la primera mujer en lograr un t¨ªtulo ol¨ªmpico. Hoy ya suman el 29% de los podios espa?oles en toda la historia. El dato es abrumador: las espa?olas llegaron tarde, pero con su casta y talento se han encumbrado de tal manera que en los ¨²ltimos Juegos coparon el 65% de las medallas nacionales.
La extraordinaria pujanza ol¨ªmpica se subraya por los bingos en equipo. En los retos individuales cabe que se ilumine alguien que est¨¢ por encima del andamiaje de su deporte. En las disciplinas grupales se requiere un poso colectivo, un caladero. Sin quitar m¨¦ritos, sino lo contrario, a Laia Sanz, Mireia Belmonte, Carolina Mar¨ªn, Maider Unda, Maialen Chourraut y tantas otras, el caso del baloncesto ¡ªsubcampe¨®n del universo¡ª, el f¨²tbol ¡ªdebutante en un Mundial¡ª, el balonmano ¡ªbronce ol¨ªmpico¡ª y el waterpolo ¡ªcampe¨®n del mundo¡ª es singular.
Hace tiempo que el basket, que se ha colgado nueve grandes premios en los ¨²ltimos 21 a?os, es la disciplina con m¨¢s licencias y se mantiene al alza. Lo del f¨²tbol es a¨²n m¨¢s llamativo, ha pasado del noveno puesto al tercero en siete a?os. Ni el f¨²tbol, tan machote, es ya monocultivo de ellos.
Con alg¨²n reparo en el caso del waterpolo, en los otros tres deportes citados coinciden las mejores generaciones masculinas y femeninas. No es la ¨²nica simetr¨ªa. En mayor medida que los hombres, las mujeres, con ligas muy menores en Espa?a, han emigrado hacia pa¨ªses de enorme potencial. All¨ª logran competir con lo m¨¢s selecto, formarse a alto nivel en lo t¨¢ctico y lo t¨¦cnico. Y, lo que es m¨¢s importante, sacudirse los complejos. No hay alemana, estadounidense o sueca que haga tiritar. Est¨¢n capacitadas para cualquier pulso. Buscarse la vida las ha fortalecido. Para su desgracia, solo tienen un lamento: la falta de reconocimiento cuando regresan por casa. Sienten, con raz¨®n, que sus victorias son de eco ef¨ªmero. Es hora de que ya no ganen solas, que no sean vistas como algo llamativo. Se lo han ganado con creces por su caudal de ¨¦xitos, magnificado porque la historia nunca estuvo de su lado. No son bichos raros, son las mejores. El suyo es el podio de la libertad.
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