Divino
De ser cierta la existencia de Dios, por qui¨¦n tomar¨ªa partido en el choque de este mi¨¦rcoles entre Atl¨¦tico y Bar?a
De ser cierta la existencia de Dios, en cualquiera de las variedades ofertadas por el actual mercado de divinidades y falsos ¨ªdolos, me pregunto por cu¨¢l de los bandos implicados tomar¨ªa partido este mi¨¦rcoles ese supuesto alt¨ªsimo en la batalla por la supervivencia copera prevista para esta noche, a ojos del anciano Calder¨®n. Con varios brasile?os fide¨ªstas y un croata santurr¨®n en n¨®mina, sin duda los nacionalismos m¨¢s pr¨®ximos al favor divino que se conocen, como defendi¨® siempre V¨¢zquez Montalb¨¢n, uno podr¨ªa pensar que la providencia estar¨¢ de nuestro lado. Pero enseguida reparamos en que este Atl¨¦tico de Madrid, precisamente, cuenta tambi¨¦n con su cuota m¨ªnima de cariocas y balc¨¢nicos; igual de atento Simeone a las santas escrituras de Don Manuel que a las runas, los hor¨®scopos, los huesos de pollo y los posos del caf¨¦. Nada escapa al control de un t¨¦cnico voraz, capaz de aprovechar cualquier c¨¢bala o casu¨ªstica para obtener cierta ventaja en sus planteamientos; lo mismo una ascendencia positiva de la luna sobre Piscis que una ofrenda floral de sus defensas centrales a San Alberto Magno, patr¨®n de las ciencias f¨ªsicas, las qu¨ªmicas y tambi¨¦n las exactas.
Temo al Atl¨¦tico de Madrid porque le sobra coraje y literatura?
Lo cierto es que apenas recordaba ya aquellos tiempos en que viv¨ªamos pendientes de un regalo divino, incluso federativo, antes de afrontar cualquier envite frente a un Atl¨¦tico con quien sol¨ªamos pelear por la plata, cuando no por un triste diploma. Camino del viejo Calder¨®n, que es la patria de Sabina y suena a coro de Babel, se me escapa un suspiro recordando los d¨ªas en que ver jugar al Bar?a era como abrir un libro y encontrar en ¨¦l todas las respuestas, con buena letra, a las preguntas que nos acechaban la existencia como un fiero central portugu¨¦s. La tiran¨ªa de la pelota y de los buenos jugadores, aquel lugar feliz al que todo el mundo se empe?a en decir que no debi¨¦ramos tratar de volver; tambi¨¦n Joaqu¨ªn y sus no menos de 10 miligramos de alquitr¨¢n en la garganta. Temo al Atleti de Sabina, de Koke, de Arda, y de Tall¨®n porque les sobra coraje, literatura y esconden armas de mujer bajo la barba. Me inquietan pese a que todo el mundo sabe que los mi¨¦rcoles nunca llueve y seguro de que, tarde o temprano, aparecer¨¢ Leo silbando por el callej¨®n del 10, con las manos en los bolsillos, sembrando el caos en la topera colchonera entre aullidos: ¡°?Omar! ?Omar!¡±.
Cuenta el escritor Juan Bonilla c¨®mo su padre presum¨ªa de haber trabado buena amistad durante la mili con Miguel Reina, el m¨ªtico portero cordob¨¦s. Sin embargo, recuerda el gaditano, su padre celebr¨® con enorme alegr¨ªa el hist¨®rico error de su amigo en aquel disparo lejano de Schwarzenbeck y, ante la extra?eza de los presentes, se vio obligado a dar una explicaci¨®n: ¡°Ser¨ªa una desgracia que el Atl¨¦tico ganara la Copa de Europa antes que el Bar?a¡±, dijo. Sin duda, resulta todo un alivio haber reducido nuestros temores a poco m¨¢s que la mism¨ªsima ira de los dioses y a los arrebatos, casi divinos, del propio Luis Enrique.
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