Una pr¨®rroga, un Vietnam
Cuando llega la pr¨®rroga el partido se eriza y se vuelve salvaje. Parece f¨²tbol, pero es otra cosa. Si miras hacia el banquillo ves al entrenador ordenando con lirismo ¡°si se mueven, m¨¢talos¡±, al estilo de los western de Sam Peckinpah. De pronto, el campo est¨¢ lleno de minas, apenas ocultas bajo un cent¨ªmetro de c¨¦sped, como le gusta a Xavi Hern¨¢ndez, y el juego resulta feroz, ca¨®tico y divertid¨ªsimo, igual que algunos entierros. Tal vez el reloj sugiera que todo acabar¨¢ enseguida, pero en realidad empieza. Solo ahora, cuando el cansancio no le presta fuerzas al miedo, el futbolista se desata y juega como si al final del partido fuesen a cortarle la cabeza. A veces piensas que entre que acaba el tiempo reglamentario y arranca la pr¨®rroga, estar¨ªa bien permitir que los jugadores realizasen una llamada a casa, para despedirse. La pr¨®rroga equivale a Vietnam. Hay futbolistas, incluso equipos enteros, que nunca regresan. Quiz¨¢ sea el caso del Chelsea, que tras tocar la gloria se olvid¨® de cerrar el pu?o, y en los ¨²ltimos instantes el PSG se la arrebat¨®.
La belleza feroz de la pr¨®rroga te succiona. No importa si no te interesa el f¨²tbol
El f¨²tbol descubre sus adjetivos preferidos, como vertical y febril, en esos minutos en los que se disputa con las corbatas en la frente y la camisa por fuera, y se arroja a la basura el orden t¨¢ctico. En la efervescencia de la pr¨®rroga, te gusta lanzarte a la porter¨ªa contraria con los ojos cerrados gritando ¡°?bomba!¡±, en recuerdo de las tardes de piscina. Qu¨¦ ser¨ªa del f¨²tbol si de vez en cuando no lo interpretasen tipos, en la l¨ªnea de Thiago Silva, sin miedo a morir. Gianni Rivera o Gerd M¨¹ller, que en M¨¦xico 70 inventaron una pr¨®rroga de cinco goles, escup¨ªan de lado si les mencionabas la muerte, con indiferencia oto?al.
En f¨²tbol la muerte es algo serio, pero no hay que ponerla en los altares. Tuve un vecino que aleg¨® lumbago para no acudir al funeral de su padre, e ir a Valencia a ver la final de Copa de 2011. Oli¨® que habr¨ªa pr¨®rroga, supongo, y que al fin Mourinho tumbar¨ªa a Pep Guardiola. En su defensa se?al¨® que su padre habr¨ªa hecho lo mismo si el fallecido fuese ¨¦l. La muerte es la muerte, argument¨®, pero ¡°el f¨²tbol es el f¨²tbol¡±. Me pareci¨® un razonamiento demoledor, con la fuerza del n¨²mero pi. Me record¨® a aquel fumador que, para explicar la pasi¨®n por el tabaco, enfatiz¨® que una persona es solo una persona, pero ¡°un cigarro... es fumar¡±.
Tuve un vecino que aleg¨® lumbago para no acudir al funeral de su padre e ir a ver la final de Copa de 2011
La belleza feroz de la pr¨®rroga te succiona. No importa si no te interesa el f¨²tbol. Qui¨¦n ha dicho que una pr¨®rroga tenga que ver con el f¨²tbol. Tonter¨ªas. Algunos d¨ªas, como en el gol de Iniesta, o el de Thiago Silva, es la constataci¨®n de un milagro. Todo parece condenado a los penaltis ¡ªemocionantes, aunque p¨¢nfilos¡ª y de repente oyes un silbido parecido a una bala, y un sombrero sale volando diez metros. Cuando te das cuenta, el portero rival recoge el bal¨®n de la red, desolado, como cuando se te cae la tortilla de la sart¨¦n, y tu equipo es campe¨®n. Ante algo as¨ª, un entierro apenas significa un m¨ªsero agujero en la tierra. Despu¨¦s de varias pr¨®rrogas, con sus milagros, empiezas a sospechar que quiz¨¢ mi vecino llevaba raz¨®n, y que al lado de una pr¨®rroga todo lo dem¨¢s pierde sentido. Y m¨¢s la muerte, aunque sea la de tu padre.
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