El efecto Williams propulsa al Athletic

Tiene el Athletic en su ADN el runr¨²n como una se?a de identidad. No es un gen original, sino adquirido all¨¢ en 1980 cuando Jos¨¦ ?ngel Iribar se despidi¨® de los tres palos que hab¨ªa protegido con la fe de un guard¨¦s impagable. Desde entonces, cada portero del Athletic ha sufrido la pesadilla del runr¨²n porque San Mam¨¦s segu¨ªa so?ando con Iribar. Cada duda, cada desacierto, cada imprecisi¨®n era acompa?ada con ese runr¨²n que molesta a los porteros tanto como a los actores de teatro las toses, los m¨®viles o los cuchicheos del vecindario en el patio de butacas. 35 a?os despu¨¦s, el runr¨²n ha cambiado de orientaci¨®n y el viento no es de desaprobaci¨®n encogida sino de expectaci¨®n nada encubierta. Ahora, el murmullo tiene que ver con I?aki Williams, a quien cada vez que le llega el bal¨®n, San Mam¨¦s estira el cuello, desencola las posaderas del asiento, se yergue y murmura lo que es la antesala de un grito, el runr¨²n como principio y no como fin. Porque el chico se ha metido a San Mam¨¦s en el bolsillo, con su velocidad, con su capacidad de improvisaci¨®n, con su visi¨®n arriesgada del f¨²tbol. Ni Dubarbier, un tipo avezado y contundente pod¨ªa con el jovenc¨ªsimo jugador que ha otorgado por fin al Athletic un modelo de futbolista veloz.

Por ah¨ª llovi¨® en San Mam¨¦s una tormenta de ocasiones que le pill¨® al Almer¨ªa sin paraguas, sin gabardina y en chancletas. Bajo el buen gobierno de Be?at, el Athletic se procur¨® un asedio tan desigual que a los nueve minutos hab¨ªa tomado su primer basti¨®n con un cabezazo de Etxeita a la salida de un c¨®rner y antes de la media hora, Mikel Rico hab¨ªa hecho el segundo tras una salida desafortunad¨ªsima del inseguro Juli¨¢n Cuesta. Pero antes y despu¨¦s de los goles, las jugadas ca¨ªan como el sirimiri en Bilbao. Que si un remate al poste de Ibai G¨®mez, que si un disparo de Rico, que si otro de Muniain... En casi todos los asuntos andaba metido Williams, con su larga zancada, con sus quiebros agil¨ªsimos.

El Almer¨ªa ten¨ªa un problema. Su presi¨®n era la misma que la de un grifo en tiempo de sequ¨ªa. Nunca lo hac¨ªan de dos en dos, de tres en tres, sino condenando al intr¨¦pido Hemed a la soledad absoluta. El resto prefer¨ªa esperar. Y esperarle al Athletic en San Mam¨¦s es como fijarse en la lluvia cuando amenaza la tormenta. Un remate, que salv¨® Iraizoz, fue su ¨²nica bala. De ah¨ª que dos goles le parecieran al descanso un parte de bajas escu¨¢lido vista la desproporci¨®n en el campo.

M¨¢s a¨²n cuando tras el reinicio una sucesi¨®n de errores y de falta de tino y contundencia, acab¨® con el bal¨®n en los pies de Wellington cuyo disparo golpe¨® en Balenziaga y descoloc¨® a Iraizoz. En ese momento nac¨ªa un partido distinto, con las mismas camisetas pero actitudes distintas. Al Athletic se le nubl¨® la vista, en la misma medida que al Almer¨ªa se le aclar¨® la mirada. Y por eso se ve¨ªa m¨¢s n¨ªtida la porter¨ªa de Iraizoz que la de Juli¨¢n. Pero el Almer¨ªa, ya con Thievy y Soriano en el campo, caus¨® m¨¢s miedo que peligro. Y el miedo da escalofr¨ªos, pero no gana partidos.