No hay derrota dulce, no hay victoria amarga
La buena noticia del Madrid es que sali¨® al Camp Nou como Madrid. A la vuelta de Navidad el Madrid hab¨ªa regresado como exequipo, uno de esos veteranos de guerra dedicados a la exhibici¨®n de sus medallas. Son lujos tradicionalmente veraniegos que al Madrid le da por hacer en medio de la temporada. Aquello fue degenerando en un juego que colaps¨® contra el Atleti y contra el Schalke: la primera como tragedia y la segunda como farsa. El club, fiel a su costumbre, estuvo a punto de consumirse hasta la desaparici¨®n a principios de marzo dejando un charquito en los puestos de Champions. En una reuni¨®n informal y alborotada de varios directivos y empleados del club tras la derrota del Schalke el diagn¨®stico empeoraba por momentos. En la b¨²squeda de razones del fracaso, agotadas las futbol¨ªsticas, se empez¨® a divagar sobre las viejas pasiones de siempre, como si el recuerdo de los gal¨¢cticos empezase a cercar al equipo. A los pocos d¨ªas, en fr¨ªo, lleg¨® el veredicto del cuerpo t¨¦cnico: el Madrid depend¨ªa de sus emociones. Se reivindic¨® un sentido freudiano del f¨²tbol. Los equipos ganan cuando los jugadores muestran solidaridad entre s¨ª, cuando se sienten capaces de cruzar la frontera. Y cuando los equipos se instalan en ese estado mental entrenan m¨¢s fuerte, corren m¨¢s r¨¢pido y se atreven a hacer m¨¢s cosas.
Gan¨® el Bar?a, peg¨® mejor y marc¨® Su¨¢rez un tanto en el que tuvo que empujar el bal¨®n a puerta vac¨ªa despu¨¦s de un control demoledor
Lo que hab¨ªa ocurrido era que el Madrid hab¨ªa olvidado un par de ajustes t¨¢cticos, ten¨ªa lesionados a tres titulares y se vio sin el punto de ambici¨®n dominado hasta el Mundialito. El Madrid olvid¨® qui¨¦n era y en el Camp Nou tuvieron que record¨¢rselo dos hombres: Lukita Modric, un jugador del que sus vecinos recuerdan que romp¨ªa m¨¢s cristales en su barrio que las bombas serbias, y Karim Benzema, que hizo con el cuerpo un escorzo casi invisible que se comieron juntos Piqu¨¦ y ¨¦l para dejar un tac¨®n atr¨¢s, un bal¨®n precintado y oscuro que tuvo el mismo impacto que una pistola cargada sobre la mesa de las Cinco Familias. El Madrid record¨® suavemente al equipo del 0-4 en M¨²nich: un principio de versi¨®n, uno de esos gestos que los beb¨¦s hacen de pronto para que el padre sepa que es suyo. El Madrid se ha reconocido a s¨ª mismo a¨²n sin su veneno y sin su hostilidad, y todav¨ªa acoplando a Sergio Ramos, el mismo que antes de enfrentarse al Bayern entr¨® en el vestuario como si se le hubiese aparecido Dios. ¡°Daban ganas de tocarlo igual que a Camar¨®n: yo creo que sanaba¡±, dijo un empleado del club que lo vio pasar transido como si llevase las tripas al aire como Santiago Nasar.
Gan¨® el Bar?a, peg¨® mejor y marc¨® Su¨¢rez un tanto en el que tuvo que empujar el bal¨®n a puerta vac¨ªa despu¨¦s de un control demoledor. Florentino P¨¦rez desterr¨® tras su descenso a los vestuarios el concepto de derrota dulce bajo la sentencia de que en el Madrid las derrotas son derrotas, todas iguales, pero se ha instalado en una suerte de pac¨ªfico trance que tiene algo de zen. Ha puesto ruidosamente su confianza en el entrenador y los jugadores despu¨¦s de varios d¨ªas de zozobra; ver al Madrid jugar como el Madrid ayuda. Al igual que las primeras carreteras de Estados Unidos las dibujaron la intuici¨®n de los bisontes, en el Madrid se cree que la Liga y la Champions pasan por seguir la vereda abierta durante 40 minutos en Barcelona. Una ruta casi comercial, de especie en migraci¨®n, que devuelva al madridismo los tesoros que se han ido perdiendo de forma ofuscada, a veces por aburrimiento, por el camino. El Madrid ya se presenta a los partidos. Que gane o no va a depender de aspectos m¨¢s lujosos, pero que salga a jugar con las Copas de Europa colgadas de las mangas es un paso incluso est¨¦tico. A este club nunca le bast¨® con serlo, siempre tuvo que aparentarlo.
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