Tras los duros pasos de Diego Costa
Aloisio, uno de los chicos de la escuela de f¨²tbol que fund¨® el ariete del Chelsea en Lagarto, ha dejado Brasil por Portugal para buscar fortuna "Mi sue?o de ni?o es m¨¢s fuerte que la tristeza por estar lejos de casa¡±, dice
Mientras Diego Costa debutaba en el Mundial de Brasil, dos chicos de Lagarto como ¨¦l, cog¨ªan un avi¨®n rumbo a Portugal. Un equipo de Informe Robinson les grab¨®, emocionados, un d¨ªa antes de viajar a Europa para hacer una prueba con el Rio Ave. Diego Costa tambi¨¦n se fue de su Lagarto natal cuando era un adolescente. Ten¨ªa 16 a?os cuando dej¨® su casa. Hoy es el admirado delantero del Chelsea. Pero al mes de vivir en Portugal, solo, quiso volver a casa. No aguantaba el fr¨ªo y estar lejos de su familia. Se qued¨® porque su padre le convenci¨® de que Europa era su sitio. Las l¨¢grimas dejaron paso a las primeras satisfacciones. ¡°Yo no he llorado ni un d¨ªa en los diez meses que llevo aqu¨ª porque las ganas de cumplir mi sue?o son m¨¢s fuertes que la tristeza de estar lejos de casa¡±, dice Aloisio que en mayo cumplir¨¢ 19 a?os.
Es uno de los dos chicos formados en la Escolinha Bola De Ouro, la escuela de f¨²tbol que fund¨® y financia Diego Costa en Lagarto, una ciudad de 100.000 habitantes donde el 30% de la poblaci¨®n vive con un sueldo mensual de 50 euros. 230 ni?os tienen la oportunidad de alejarse de la calle para estudiar y jugar al f¨²tbol. Jo?o V¨ªtor, el chico que viaj¨® con Aloisio a Portugal en junio del a?o pasado, ha regresado a Brasil. Su amigo se ha quedado y busca fortuna en el filial del Sanjoanense, club hist¨®rico portugu¨¦s (1924) que form¨® a jugadores como Carlos Secret¨¢rio, Antonio Sousa y Vermelhinho, entre otros.
¡°Somos un club pobre en dinero pero rico en historia¡±, dice Luis Vargas, el presidente. S?o Jo?o Da Madeira est¨¢ a 40 minutos en coche de Oporto. La llaman ciudad, pero es un pueblo de 21.000 habitantes con una gran industria de calzado y sombreros. No hay un centro. Tampoco existen las afueras cl¨¢sicas ni la zona residencial. Todo est¨¢ mezclado. Parece una ciudad triste, sin demasiada vida. Pero con muchas instalaciones deportivas: adem¨¢s del estadio del Sanjoanense (con una capacidad para 15.000 personas y el centro de formaci¨®n deportiva para la cantera que est¨¢ justo enfrente) hay dos piscinas, un pabell¨®n para el balonmano, otro para el baloncesto y el hockey.
Aloisio es centrocampista ofensivo del filial que juega en Segunda. ¡°Su periodo de adaptaci¨®n dur¨® hasta diciembre, en enero empez¨® a jugar como titular y ahora es indiscutible. Nos han presionado para que debute en el primer equipo, pero queremos hacer las cosas paso a paso¡±, explica el presidente sentado detr¨¢s de su escritorio. La sede del club est¨¢ en el pabell¨®n de hockey. Hay m¨¢quinas para escribir en las mesas y televisiones de las antiguas. El bar y el comedor ¨Cdos mesas de aluminio- est¨¢n encima de las gradas. Aqu¨ª come de lunes a viernes Aloisio junto a los dem¨¢s chicos extranjeros del club.
Ha dejado Lagarto, una ciudad de 100.000 habitantes donde el 30% de la poblaci¨®n vive con un sueldo mensual de 50 euros.
Hoy son cinco. Adem¨¢s de Aloisio, est¨¢n Diego y Gian, tambi¨¦n brasile?os; Narcise, un camerun¨¦s que s¨®lo habla franc¨¦s, pero que siempre est¨¢ sonriendo y pide raci¨®n doble de comida y Suri un chico de Guinea que lleva una semana en la ciudad. Aparece en chanclas por el comedor. Todos menos Aloisio y Narcise, juegan en el primer equipo. Falta otro chaval Jeeza, ¨¢rabe. ¡°No come aqu¨ª porque es musulm¨¢n y no puede comer carne de cerdo, se organiza ¨¦l solo¡±, dice el presidente. Tan solo que ha estado fuera del equipo durante semanas porque engord¨® demasiado.
La cocinera, que tambi¨¦n se encarga de la tintorer¨ªa es Marta, una chica eslovaca muy risue?a que antes de meterse detr¨¢s de los fogones ¨Cla cocina est¨¢ en el mismo pabell¨®n- fue jugadora de hockey del Sanjoanense.?Qui¨¦n hace el men¨² para los chicos? ¡°Yo. Pescado cocino muy poco, las patatas no les gustan y piden mucha carne y mucho arroz¡±, dice asegurando que cada d¨ªa prepara un plato diferente. Hoy toca milanesa y arroz. Los chicos comen en el pabell¨®n de lunes a viernes. ¡°Los s¨¢bados y domingos comen y cenan en dos restaurantes que tienen un acuerdo con el club, tambi¨¦n cenan en esos dos restaurante el resto de la semana¡±, asegura Luis Vargas.
Hijo ¨²nico, creci¨® con su abuela Maria Elsa. ¡°Mi padre se fue cuando yo era peque?o, le veo cada 4-5 a?os; mi madre nunca ha trabajado porque tiene una discapacidad¡±
El club les paga alojamiento y comidas. En el caso de Aloisio, los gastos personales corren a cargo del representante, Armando Silva. Seg¨²n el presidente del Sanjoanense, el club recibir¨¢ una cantidad de dinero de un futuro traspaso por los derechos de formaci¨®n del chaval. ?C¨®mo no est¨¢ jugando en el Rio Ave? ¡°Mi representante me dijo que esta era la mejor opci¨®n. Jo?o V¨ªtor se ha vuelto porque era menor de edad¡±, cuenta Aloisio.
Ni ¨¦l ni los dem¨¢s chicos que vienen de fuera, todos mayores de edad, estudian; por lo que tienen tardes ¨Csalvo las dos horas de entrenamiento- y ma?anas libras. Aloisio dej¨® el colegio con 15 a?os. ¡°S¨®lo quer¨ªa jugar al f¨²tbol, ma?ana y noche, ma?ana y noche. En la calle y en casa donde lo destrozaba todo¡±, dice sentado en un bar. ¡°Les pido que se obliguen a despertarse pronto para tener una rutina¡±, explica su entrenador, Ricardo Lima. Adem¨¢s de t¨¦cnico, es monitor en un gimnasio y profesor de educaci¨®n f¨ªsica en un colegio.
De Brasil echo de menos los amigos, pero estoy contento de haber abandonado la delincuencia y la droga. Algunos conocidos m¨ªos acabaron metidos all¨ª¡±, dice
Aloisio est¨¢ dejando la pensi¨®n para mudarse a un apartamento con otros compa?eros de equipo. Le da verg¨¹enza ense?arlo ¡°por el desorden¡±. Vive en un primero: hay una tele de plasma enorme, dos ordenadores y un equipo de m¨²sica. La cama est¨¢ sin hacer y huele a que nadie ha ventilado en varias horas. Dice que se despierta todos los d¨ªas entre nueve y diez. Se crio jugando al f¨²tbol en la calle, descalzo. ¡°Siempre he jugado en equipos de la ciudad, en el que m¨¢s tiempo estuve fue el Lagartense, tres a?os¡±, relata.
Hijo ¨²nico, creci¨® con su abuela Maria Elsa. ¡°Mi padre se fue cuando yo era peque?o, le veo cada 4-5 a?os; mi madre nunca ha trabajado porque tiene una discapacidad¡±, cuenta. Por eso creci¨® con la abuela, empleada de limpieza, y la t¨ªa materna. ¡°Con ellas hablo a menudo. Con mi madre muy de vez en cuando¡±, sostiene.
Nadie en el club sabe la historia familiar de Aloisio. El presidente se entera cuando el jugador se lo cuenta a la periodista. El entrenador tambi¨¦n. ¡°Ten¨ªa entendido que ven¨ªa de una familia de clase media¡±, dice. En Navidad fue el ¨²nico que no regres¨® a casa. ¡°Le invit¨¦ a pasar el d¨ªa con mi familia pero me dijo que no. Se qued¨® aqu¨ª entrenando¡±, dice Andre Meireles, el capit¨¢n del equipo, 19 a?os y estudiante de ingenier¨ªa inform¨¢tica. ¡°Para ¨¦l s¨®lo existe el f¨²tbol¡±, afirma su entrenador, seguro de que el chaval tiene condiciones para llegar. ¡°Ir¨¢ a m¨¢s, es fuerte f¨ªsicamente, tiene cualidades por encima de la media en el golpeo y en el manejo del bal¨®n¡±, le describe.
Aloisio dice que admira a Diego Costa, su personalidad, humildad y ganas de triunfar. Por eso hace sacrificios a diario. Como los que hac¨ªa en Brasil. ¡°Me he entrenado mucho solo, en Brasil nadie quer¨ªa hacer trabajo extra, me iba a correr por mi cuenta todos los d¨ªas¡±, recuerda. ¡°Me cost¨® adaptarme al fr¨ªo, ven¨ªa de entrenar todos los d¨ªas con 20 grados y aqu¨ª me he entrenado con 5. Tambi¨¦n me cost¨® adaptarme al f¨²tbol. En Brasil todo son regates y fintas, aqu¨ª se juega de forma diferente, hay que aprender automatismos¡±, relata.
Dicen sus compa?eros que, cuando lleg¨®, cog¨ªa la pelota y no la soltaba. ¡°Pretend¨ªa llegar a porter¨ªa regateando a todos, le dijimos que aqu¨ª no se juega as¨ª, que aqu¨ª se juega en equipo. Hoy es otro jugador¡±, comenta el capit¨¢n. Aunque admira a Diego Costa ¨C¡°sabe que estoy aqu¨ª pero no hablamos a menudo¡±- sus ¨ªdolos fueron Ronaldinho y Zidane. ¡°Por la magia de su f¨²tbol¡±, contesta sin pensar. ¡°Siempre so?¨¦ con venir a Europa porque aqu¨ª est¨¢n los mejores campeonatos. Es duro vivir solo, no tener a nadie cercano para compartir tus alegr¨ªas o desahogarte, pero este era mi sue?o desde ni?o¡±, dice. Y una sonrisa se le dibuja en la cara.
¡°?Qu¨¦ he aprendido aqu¨ª? Todo lo que no aprend¨ª en Brasil: los movimientos t¨¢cticos y a ser m¨¢s fuerte mentalmente y psicol¨®gicamente. Controlo m¨¢s las emociones, antes le pegaba a todos porque me han dado muchos golpes¡ siempre jugaba con gente mayor que yo y tuve que aprender a defenderme¡±, cuenta. Oporto est¨¢ cerca pero Aloisio no conoce otra cosa que S?o Jo?o da Madeira y los campos de f¨²tbol en los que ha jugado fuera de casa. ¡°De Brasil echo de menos los amigos, pero estoy contento de haber abandonado la delincuencia y la droga. Algunos conocidos m¨ªos acabaron metidos all¨ª¡±, dice. ?Qu¨¦ tiene que tener un futbolista? ¡°Dedicaci¨®n, suerte y talento¡±, responde. Aparta su timidez s¨®lo en el campo de entrenamiento. All¨ª, pese a ser noche cerrada, todos son sonrisas entre tantas pelotas de f¨²tbol. No es Milanello, ni Valdebebas, ni La Mas¨ªa. Pero es el sue?o de Aloisio.
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