Purito, el m¨¢s listo de la clase, se adjudica la cuarta etapa

Cada carrera tiene sus santuarios, sus lugares de culto, generalmente monta?as que gozan de buena reputaci¨®n. La Vuelta al Pa¨ªs Vasco, el ciclismo vasco en general, tiene en Arrate su santuario particular. Ya fuera como Subida a Arrate, como Bicicleta Eibarresa, como Bicicleta Vasca, como Vuelta al Pa¨ªs Vasco o como final de etapa en la Vuelta a Espa?a, la monta?a eibarresa es un cl¨¢sico del ciclismo, un mito m¨¢s esplendoroso por su tradici¨®n que por su capacidad de decisi¨®n en las carreras.

Como todas las comparaciones son odiosas no procede ninguna. Por eso, ganar en Arrate produce un cosquilleo singular, algo que por ejemplo Bahamontes sinti¨® en cinco ocasiones cuando era la Subida a Arrate, carrera de un d¨ªa sin tiempo para las especulaciones. Un palmar¨¦s en el que tambi¨¦n figuran ciclistas como Barrutia, Julio Jim¨¦nez, Poulidor, Oca?a, Roche o Marino Lejarreta, entre otros.

Incrustada en una carrera por etapas, de Arrate siempre se espera lo m¨¢ximo aunque tantas veces las diferencias sean m¨ªnimas. La cuarta etapa de la Vuelta al Pa¨ªs Vasco tambi¨¦n esperaba un nuevo duelo entre los tres mosqueteros, Purito Rodr¨ªguez, Nairo Quintana y Henao, que sin embargo, ya anunciaba en la salida que habr¨ªa m¨¢s descartados que triunfadores, que probablemente hasta el s¨¢bado nada estar¨ªa decidido (como viene siendo habitual).

Una etapa grande, cual concierto ciclista, deb¨ªa tener teloneros de lujo. Y el papel lo asumieron el alem¨¢n Tony Martin y el estadounidense Danielson, dos peces gordos del pelot¨®n, dos tipos fornidos, de piernas rocosas que devoraban kil¨®metros sin la tentaci¨®n de mirar atr¨¢s. Movistar decidi¨® echar una mano al Sky (el equipo del l¨ªder Henao) porque la presencia de Tony Martin en cabeza de la etapa era tan amenazante como las nubes del cielo. Nunca es f¨¢cil saber cuando el alem¨¢n entrena o compite.

As¨ª que conven¨ªa que la ventaja se moviese en los dos minutos. Y el alem¨¢n acodado en el manillar en su contrarreloj particular y compartida al mismo tiempo. A falta de nueve kil¨®metros concluy¨® su actuaci¨®n y se iniciaba el concierto de los elegidos para loa gloria, es decir, para la victoria. Y hubo de todo. Hubo un ruso, Zakar¨ªn, que se marc¨® unos acordes a las primeras de cambio. El sonido de la bater¨ªa, estruendoso, lo puso Henao, intr¨¦pido como ¨¦l solo. Quintana quiso seguirle, pero Nairo no ten¨ªa el cuerpo para conciertos. Y no dio m¨¢s. Purito transitaba rezagado o agazapado, que nunca se sabe. Por suerte para Nairo ten¨ªa a su lado a Ion Izagirre que se comi¨® la carretera para dar caza al l¨ªder y lo consigui¨®. En esas circunstancias, el ¨²ltimo solista solo pod¨ªa ser Purito, el m¨¢s listo, el m¨¢s r¨¢pido y no menos fuerte que Henao. Y a los 11 que lo acompa?aban los bati¨® en la llegada. Fue un concierto breve pero intenso. Dos etapas para el ciclista catal¨¢n y dos lideratos para Sergio Henao. A Quintana se le cay¨® el micr¨®fono cuando quiso cantar su canci¨®n.