Bajar a Segunda con la Dana
Pienso, en este momento de depresi¨®n colectiva, c¨®mo ser¨ªa que el Valencia bajara. Qu¨¦ impacto an¨ªmico tendr¨ªa en la sociedad. Qu¨¦ respuesta c¨ªvica podr¨ªa desencadenar un descenso tan simb¨®lico en este contexto inflamable
No soy hincha del Valencia CF. Apenas sigo el f¨²tbol moderno; me gusta m¨¢s el antiguo. Sus camisetas, sus historias, su cultura, sus cromos: puro fetichismo emocional. Suena raro, lo s¨¦, pero me entretiene m¨¢s y me hace so?ar, que es una buena forma de vivir; vivir el doble. Sin embargo, algo me tiene en vilo en esta liga: el posible descenso del Valencia CF a Segunda Divisi¨®n. Esta columna no va de f¨²tbol.
Ya he convertido en costumbre observar la clasificaci¨®n al final de cada jornada y ver c¨®mo el enfermo sigue en la UCI. ?ltimamente anda el ¨²ltimo o el pen¨²ltimo de la tabla. Sorprende que ciudades mucho m¨¢s peque?as como Vila-real, Legan¨¦s, Las Palmas, Pamplona, Vigo, Palma o Girona disfruten de un equipo m¨¢s s¨®lido que el de la tercera ciudad de Espa?a.
Pienso, en este momento de depresi¨®n colectiva posterior a la Dana ¡ªy me permitir¨¢n semejante banalidad¡ª, c¨®mo ser¨ªa que el Valencia CF bajara a Segunda Divisi¨®n. Qu¨¦ impacto an¨ªmico tendr¨ªa en la sociedad. Qu¨¦ derivada pol¨ªtica engendrar¨ªa. Qu¨¦ respuesta c¨ªvica podr¨ªa desencadenar un descenso tan simb¨®lico en este contexto inflamable, donde los pol¨ªticos o no pisan el suelo embarrado o lo pisan a escondidas.
Busco el ¨²nico precedente de un descenso, el de 1986, y encuentro la portada del Marca. En ella figura el escudo valencianista y un titular gigante: ¡°Adi¨®s a 55 a?os¡±. As¨ª resum¨ªa el hundimiento de un club a la deriva, en bancarrota financiera y p¨¦simo sobre el c¨¦sped. Echo cuentas. Desde 1931, el Valencia CF solo ha bajado a los avernos de Segunda en aquella ocasi¨®n de hace 39 a?os. Sigo echando cuentas. Ha pasado una rep¨²blica convulsa, una guerra inacabable, una eterna dictadura, dos reyes constitucionales y quince legislaturas democr¨¢ticas con siete presidentes. Y en todo ese tiempo, el Valencia CF siempre se ha mantenido en Primera excepto una vez. Solo un a?o en casi un siglo. Ahora puede volver a suceder.
Abro el nuevo libro de Vicent Molins, una de nuestras mejores cabezas para repensar la ciudad y conectarla con las fuerzas tel¨²ricas que la modelan. Su ¨²ltimo ensayo se titula Ciudad clickbait (Barlin Libros) y, en teor¨ªa, aborda el impacto de la turistificaci¨®n masiva y la transformaci¨®n de los centros hist¨®ricos de las ciudades en escenarios para visitantes que expulsan a sus vecinos y revientan la identidad urbana. Digo en teor¨ªa porque el libro habla de mucho m¨¢s. Analiza c¨®mo las ciudades comenzaron a priorizar la apariencia sobre la realidad hasta quedar subyugadas por la tiran¨ªa del like y su ¨¢gora emocional. Medita sobre c¨®mo el adelgazamiento de los peri¨®dicos locales y su p¨¦rdida de influencia dejan a las ciudades sin masa cr¨ªtica: una afon¨ªa c¨ªvica que entroniza la marca y relega a la ciudad real. Denuncia c¨®mo, en las ciudades te¨®ricamente democr¨¢ticas, ha imperado estar de moda antes que atender las necesidades ciudadanas b¨¢sicas, como la vivienda, hasta el punto grotesco de considerar que a una ciudad le va bien mientras a la mayor¨ªa de sus ciudadanos no les va bien. Por eso, sugiere Molins, las ciudades espa?olas deben rehacer sus mitos y contarse historias, alrededor de la hoguera, que incluyan a sus comunidades. Cierro el libro.
Vuelvo al f¨²tbol. O no, en realidad. Veo un estadio empantanado en el ruin porn de su historia interminable ¡ªm¨¢s de quince a?os de maquetas y mentiras¡ª hija de la burbuja inmobiliaria de los a?os 2000. Veo a un magnate singapur¨¦s con rostro y modos de psic¨®pata que ha secuestrado al viejo club del bar Torino. Veo a una afici¨®n que siente que le han robado a su equipo, que es como perder un trozo de tu infancia. Pienso en la apariencia y la realidad. En la afon¨ªa c¨ªvica. En estar de moda y a la vez morir de asco. La ciudad, su club.
Vuelvo al pasado: mi territorio emocional
Leo que en 1986, cuando el Valencia CF baj¨® a Segunda, la masa social se duplic¨®: pas¨® de 16.000 a 30.000 abonados. Imper¨® el sentiment. La lealtad. Despu¨¦s entro en la web de Todocolecci¨®n. Veo una curiosa foto de un bautizo m¨²ltiple de adultos hecho sobre el c¨¦sped de Mestalla en los a?os 80. Miro m¨¢s fotos antiguas a la venta por pocos euros. Veo la imagen en blanco y negro de esos tres amigos y sus mujeres, sonrientes en un vag¨®n de tren de los a?os 40, que viajan para ver un partido de su equipo con el bander¨ªn en la mano y el traqueteo de fondo. Veo a cinco aficionados valencianistas posando ante la fuente de la Cibeles antes o despu¨¦s de ganar en Chamart¨ªn la final de la Copa del General¨ªsimo del 54: qu¨¦ felices parecen en aquella Espa?a gris. Veo luego una foto del m¨ªtico Puchades, de los primeros a?os 50, con su aut¨®grafo y la dedicatoria a un tal matrimonio Oliver, parece que muy valencianistas. Todos, supongo, ya est¨¢n muertos. La vida de los otros: eso es un equipo, tambi¨¦n una ciudad. Su memoria compartida. El relato que se contaron alrededor de la hoguera. Sus mitos. El ayer.
El Valencia CF est¨¢ jodido, pero sigue en pie. Queda toda la segunda vuelta. Amunt.
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