Misa salvaje
¡°El problema es la gente que piensa con su epidermis, sus genitales o su clan¡±. Christopher Hitchens, escritor brit¨¢nico.
Har¨¢ unos 30 a?os, durante el descanso de un partido de f¨²tbol en el estadio del Birmingham City, salieron al campo unas 20 j¨®venes uniformadas a bailar. La respuesta de los aficionados ingleses a este intento de imitar el fen¨®meno cheerleader estadounidense fue de una crueldad singular. Reson¨® por todo el campo el c¨¢ntico: ¡°?Prostitutes! ?Prostitutes! ?Prostitutes!¡±. El experimento no se volvi¨® a repetir.
Aquella escena volvi¨® a mi mente esta semana aqu¨ª en Nueva York durante un partido de la NBA entre los Brooklyn Nets y los Atlanta Hawks. Para alguien que nunca antes hab¨ªa presenciado un evento de estos en directo, dentro de un estadio, fue imposible no reflexionar sobre la diferencia entre el estado mental de los que acuden a ver baloncesto profesional en Estados Unidos y a ver f¨²tbol profesional en Europa. Los primeros van en plan fiesta de cumplea?os infantil; los segundos como a una misa salvaje durante una guerra entre dos tribus en la ¨¦poca neandertal.
Dejar que la gente descargue sus broncas en un estadio no es necesariamente malo para la paz social
El partido entre los Nets, que jugaban en casa, y los Hawks, fue solo parte del espect¨¢culo. La parte principal, sin duda, pero hab¨ªa mucho m¨¢s: enormes banderas estadounidenses, de tela y de ne¨®n; polic¨ªas uniformados desfilando como marines; una emotiva rendici¨®n del himno nacional que el p¨²blico escuch¨® ¡ªa diferencia, se supone, de lo que podemos esperar en la final de la Copa del Rey¡ª en reverente silencio y de pie, con la mano en el pecho.
El juego empez¨® y a los cinco minutos se detuvo: la primera de una docena o m¨¢s de pausas a lo largo del partido en el que las cheerleaders ¡ªfen¨®meno prefeminista que curiosamente perdura en la gran democracia¡ª sal¨ªan a hacer sus numeritos sincronizados. En una ocasi¨®n aparecieron en vez de ellas unos 60 ni?os de entre cinco y 13 a?os a bailar, encantadores todos. Lo importante era que ninguno de los 19.000 espectadores se aburriera o distrayera ni un segundo, lo cual significaba que tambi¨¦n se les diera la oportunidad de lograr el objetivo con que sue?a buena parte de la humanidad, salir en televisi¨®n. Para esto estaba la dance cam: todo el p¨²blico, o casi, se pon¨ªa a bailar y los que lo hac¨ªan con m¨¢s gracia o desparpajo aparec¨ªan, para su ilimitado j¨²bilo, en las enormes pantallas que dominaban el escenario.
Y hab¨ªa, claro, montones de comida, comida de cumplea?os de ni?os ¡ªhamburguesas, hot dogs y pastel de chocolate¡ª que la gente diger¨ªa en sus c¨®modos asientos con cubos de Coca-Cola mientras los gigantes de los Nets y los Hawks acumulaban puntos. El final del partido fue muy ajustado pero, por si el p¨²blico no se hubiera enterado, mensajes por megafon¨ªa o en las pantallas les recordaban que ten¨ªan que hacer ruido o animar al equipo con la consigna Let¡¯s go, Nets! Todos ¡ªo al menos los que no ten¨ªan en la boca un trozo de salchicha frankfurt con ketchup y mostaza¡ª obedecieron.
La gente se lo pas¨® en grande pero una cosa qued¨® clara: nadie aqu¨ª iba a decir, como Bill Shankly sobre el f¨²tbol, que el baloncesto era m¨¢s importante que la vida o la muerte. Los Nets perdieron por tres puntos pero a la salida del estadio todo el mundo estaba de buen humor; nadie daba la impresi¨®n, como corresponde en un campo de f¨²tbol cuando el de casa acaba de perder, de que estaba seriamente contemplando el suicidio o que se le acababa de morir la madre.
Hablando de madres, buena parte de la afici¨®n local en un partido de f¨²tbol normal se pasa el partido proponiendo que las del ¨¢rbitro o las de los jugadores rivales son, precisamente, prostitutas, cosa inimaginable durante un partido de la NBA. La violencia ¨¢nimica y verbal son una parte del show tan elemental en un campo de f¨²tbol en Europa como los inocentes bailes en un estadio de baloncesto estadounidense.
Lo curioso es que la sociedad estadounidense, por m¨¢s infantilizada que sea, es much¨ªsimo m¨¢s violenta que la europea. Hay tres veces m¨¢s homicidios al a?o en Nueva York que en Londres. El a?o pasado la polic¨ªa estadounidense mat¨® a tiros a 458 personas; la brit¨¢nica, cero.
?Conclusiones? Que no es bueno dar pistolas a ni?os. Que dejar que la gente descargue sus broncas en un estadio no es necesariamente malo para la paz social. Que Estados Unidos es diferente. Que en el caso espec¨ªfico de Gran Breta?a y Estados Unidos, se trata, como dice el viejo dicho, de naciones divididas por un mismo idioma.
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