La rutina del b¨¦isbol como terapia
Baltimore conf¨ªa en que la pasi¨®n por los Orioles ayude a superar la tensi¨®n tras los disturbios
La normalidad como terapia. El estadio de los Orioles vuelve a acoger partidos del equipo de b¨¦isbol de Baltimore. Ya no se ven helic¨®pteros policiales surcando el cielo. Ni soldados desplegados en los alrededores. Las gradas est¨¢n repletas de camisetas naranjas. Y con ello la rutina fluye de nuevo: los aficionados vitorean y reprochan a sus jugadores, se dan un atrac¨®n de comida y bebida, y tienen a su alcance el habitual abanico de actividades paralelas para tratar de mantenerse distra¨ªdos.
Los Orioles jugaron esta semana por primera vez en Baltimore desde el estallido a finales de abril de las protestas callejeras por la muerte de Freddie Gray, negro de 25 a?os, tras ser detenido por la polic¨ªa. El ¨²ltimo episodio de tensi¨®n racial en Estados Unidos golpe¨® a los semifinalistas de la ¨²ltima liga de b¨¦isbol y una instituci¨®n en esta decadente ciudad industrial a 65 kil¨®metros de Washington. Camden Yards est¨¢ a unos 15 minutos en coche del lugar en que el 12 de abril Gray fue detenido y arrastrado hasta una furgoneta policial.
Es como una aspirina. Saca el dolor pero no cura la enfermedad"
Muri¨® una semana despu¨¦s por una lesi¨®n en su espina dorsal. El s¨¢bado 25, antes del inicio de un partido, se enfrentaron un grupo de manifestantes y de aficionados que estaban en unos bares en los aleda?os del estadio. A los dos d¨ªas, el funeral de Gray desat¨® el caos en la zona oeste de Baltimore. Los Orioles jugaban en casa, pero aplazaron el partido. Hicieron lo mismo al d¨ªa siguiente. Y el mi¨¦rcoles 29 sucedi¨® lo inaudito: por primera vez en la historia de la liga se jugaba un partido de b¨¦isbol sin p¨²blico en la grada. Los siguientes tres partidos de local se trasladaron a Florida.
La imagen del estadio vac¨ªo sigue impactando a Ryan Byers, un afroamericano de 38 a?os, que presenci¨® el pasado martes el partido de Baltimore contra Toronto. ¡°Fue un momento surrealista¡±, rememora. Byers cree que la pasi¨®n por los Orioles ayudar¨¢ a superar la tensi¨®n racial, pero sostiene que el trasfondo solo puede resolverse con mejores pr¨¢cticas policiales. ¡°Como aficionados, estamos todos unidos¡±.
"El deporte ayuda, pero esto [el racismo] es un problema mundial no solo de esta ciudad", dice durante el partido Nick McCullough, blanco de 34 a?os. "Es como una aspirina. Saca el dolor pero no cura la enfermedad", analiza por tel¨¦fono Andy Markovits, profesor de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad de Michigan y erudito de la sociolog¨ªa del deporte. El efecto es que la gente habla de b¨¦isbol y menos del trauma. As¨ª sucedi¨® en Nueva York y Boston tras los atentados contra las Torres Gemelas en 2001 y la marat¨®n en 2013. Baltimore suma un matiz: el origen no es un ataque sino la disparidad racial interna.
En el estadio de los Orioles, se ve gente de todas las edades pero apenas negros. Es com¨²n. "El b¨¦isbol ha salido por completo de la comunidad negra", explica Markovits. En los a?os setenta, recuerda, el 30% de los jugadores eran negros. Ahora es el 8%, lo que contrasta con el aproximadamente 80% en baloncesto y f¨²tbol americano.
El club quiso dotar de un aire especial el retorno a la normalidad. En el primero de los tres encuentros contra Toronto, los jugadores lucieron el lunes uniformes especiales con la palabra Baltimore (que se usa en los partidos a domicilio) en lugar de Orioles. Y un grupo de aficionados bautiz¨® el choque como "D¨ªa de Reapertura", como si fuera un nuevo comienzo de la temporada.
En las gradas se vieron carteles de reconciliaci¨®n, con mensajes como "Amor" y "Un Baltimore". Pero tambi¨¦n, en un reflejo de la divisi¨®n en la ciudad, dos hombres blancos lucieron carteles que, en tono de burla, reformulaban dos emblemas de las protestas del ¨²ltimo a?o contra la brutalidad policial: "Sin b¨¦isbol, no hay paz" en lugar de "Sin justicia, no hay paz" y "Nuestros p¨¢jaros [la mascota de los Orioles] importan" en vez de "Las vidas negras importan".
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