El orgullo de Contador en el Mortirolo
V¨ªctima de un pinchazo, el l¨ªder del Giro llega retrasado al colosal puerto, pero se recupera y controla una etapa en la que Aru se hunde y gana Landa, segundo en la general
Cuenta Iain McGilchrist, psiquiatra y neuropsic¨®logo, que el lado izquierdo del cerebro es el que nos hace mezquinos, calculadores, manipuladores, el que nos roba la fantas¨ªa. El lado derecho, siempre en combate, nos hace ver el mundo complejo, disfrutar de las iron¨ªas, de las ambig¨¹edades y las met¨¢foras, el patr¨®n de nuestras empat¨ªas y contradicciones. El lado izquierdo, alertan los so?adores, quiere dominar el ciclismo representado por personalidades como David Brailsford, el patr¨®n del Sky, y su famosa m¨¢xima de las ganancias marginales que mata la grandeza de las ideas descabelladas y destroza psicol¨®gicamente a ciclistas como Richie Porte, quien dej¨® el Giro y su motorhome vagando vac¨ªa por las carreteras.
Alberto Contador ha empezado a peinarse con la raya a la derecha.
Contador pinch¨® en el momento estrat¨¦gicamente m¨¢s complicado de la etapa reina, cuando se descend¨ªa a toda velocidad tras el primer paso por Aprica, cuando faltaban 20 kil¨®metros para el comienzo del Mortirolo, el paso de los contrabandistas, el puerto de los campeones. Pinch¨®, adem¨¢s, en la rueda trasera, la que m¨¢s tarda en cambiarse porque hay que ajustar el cambio, los pi?ones, la cadena¡ ¡°Y solo me pod¨ªa dar su rueda Ivan Basso, el ¨²nico que llevaba un pi?¨®n de 30 dientes, como yo¡±, dijo Contador emocionado.
Esa aver¨ªa fue lo mejor que le ha pasado en su carrera al ganador de Tours, Vueltas y Giros.
El contable Landa
Iba tan fuerte Mikel Landa en el Mortirolo que su jefe de blanco, Fabio Aru, perd¨ªa el aliento a su rueda y le dec¨ªa como pod¨ªa que levantara un poco el pie. Detr¨¢s llegaba el expreso Contador volando. Entonces, viendo sufrir a Aru, el aficionado pod¨ªa imaginar que ante Landa se abr¨ªan dos caminos y un pensamiento malo. Este pod¨ªa ser hijo del resentimiento, un si hubiera ido yo el l¨ªder desde el primer d¨ªa otro gallo le cantar¨ªa ahora a Contador; los dos caminos ser¨ªan el de la traici¨®n (dejo tirado a Aru y me voy volando hasta meta, escribo mi haza?a y demuestro qui¨¦n es el m¨¢s fuerte) o el de la fidelidad (con Aru hasta que me digan lo contrario)
¡°Nada de eso¡±, dijo el ciclista de Murgia, racional como un contable, y tan maduro a los 25 a?os. ¡°Si hubiera comenzado como l¨ªder el Giro a lo mejor no habr¨ªa hecho nada. Esto ha pasado as¨ª [sus dos victorias de etapa, su segundo puesto en la general] porque he venido como lugarteniente de Aru¡±. Y tampoco Landa, tan amante de la historia m¨ªtica del ciclismo, se dej¨® llevar por la fantas¨ªa de pensar que podr¨ªa llegar solo a la meta tras una fuga de 45 kil¨®metros con el Mortirolo por medio. ¡°Sab¨ªa que la subida final a Aprica era muy tendida, lo que no me va bien, y que adem¨¢s entrar¨ªa mucho viento. No habr¨ªa ido a ninguna parte. As¨ª que segu¨ª con Aru hasta el ataque de Contador, y fue Aru el que me dio libertad para irme con ¨¦l y Kruijswijk¡±.
Esa aver¨ªa y la aceleraci¨®n consiguiente del Astana y el Katusha para dejarlo cortado, le cost¨® llegar al pie del Mortirolo, cuya ra¨ªz sem¨¢ntica es muerte, el puerto de Pantani, con un retraso de 50s solo detr¨¢s de un Astana desencadenado, el Astana primero de Tiralongo, de Mikel Landa despu¨¦s. Ese retraso le dio la oportunidad de mirar cara a cara a un desaf¨ªo de los que fascinan a su alma de ciclista alimentada de leyendas. Le permiti¨®, por la forma en que lo resolvi¨®, tan grande, poder decir: ¡°Esto quedar¨¢ para la memoria, para el recuerdo¡±. ¡°Fue un desaf¨ªo de los que me hacen sentirme orgulloso¡±, dijo el ciclista de Pinto, quien, terminada la jornada con el triunfo de Landa en Aprica (la segunda victoria consecutiva del ciclista del Astana, que tambi¨¦n es segundo en la general) vio c¨®mo su ventaja sobre el segundo, que tras Madonna di Campiglio, cuando le segu¨ªa Aru, era de 2m 35s, ha aumentado a 4m 2s , ahora sobre el corredor alav¨¦s.
Con una visi¨®n clara y l¨²cida de la situaci¨®n en la que se encontraba ¨C¡°afront¨¦ la subida como una cronoescalada, pero con el problema a?adido de comenzar el puerto 10 kil¨®metros antes, ya con el coraz¨®n a 180 pulsaciones por minuto, y sabiendo que ten¨ªa por delante 45 kil¨®metros en los que no me pod¨ªa permitir un desfallecimiento, una p¨¢jara: era un reto considerable¡±--, neg¨¢ndose a seguir los consejos de urgencia con que le apremiaban la adrenalina y el estr¨¦s, Contador inici¨® la remontada que, en ciertos momentos, por la forma escalonada con que la llev¨® a cabo, aceleraci¨®n, descanso, apoyo en corredores rezagados, aceleraci¨®n, record¨® al Pantani que destroz¨® al pelot¨®n en Oropa en 1999, cuatro d¨ªas antes de su infamia en Madonna di Campiglio. Y cuanto m¨¢s aceleraba, m¨¢s sufr¨ªa por delante Aru, su segundo, incapaz de seguir el ritmo de Landa, su lugarteniente sereno. Cuando alcanz¨® al grupo Astana, Contador atac¨® de nuevo. Aru se qued¨®. Solo le siguieron Landa, ya liberado del servicio a su l¨ªder, y el holand¨¦s infatigable Steven Kruijswijk, quien lleva todo el Giro en fuga. Con Landa siempre a rueda, pues no pod¨ªa atacar a Aru, el holand¨¦s se convirti¨® en el aliado, en el ayudante, del l¨ªder Contador, quien le dijo que le encantar¨ªa verle ganar la etapa. Landa, otro que se peina con la raya a la derecha, otro con la idea de grandeza grabada en los genes de ciclistas, pensaba de otra manera diferente. Atac¨® a falta de unos kil¨®metros y lleg¨® solo, como los campeones.
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