La corrupci¨®n de la FIFA
El f¨²tbol se ha transformado a la par del extraordinario avance de los mercados en el mundo entero
A mi buen amigo Pepe le gustaba el f¨²tbol. Ver un partido con ¨¦l era divertido y tambi¨¦n ocasi¨®n para escuchar sus comentarios sobre los pa¨ªses que visitaba. Sol¨ªa afirmar, por ejemplo, que no conoc¨ªa ning¨²n ministro de Am¨¦rica Latina que aguantara un ca?onazo de un mill¨®n de d¨®lares. Digamos que sab¨ªa lo que dec¨ªa: luego de un breve paso por el sector p¨²blico de su Bolivia natal, Pepe hab¨ªa hecho carrera y desempe?ado durante a?os altos cargos gerenciales en el Banco Interamericano de Desarrollo, el organismo multilateral que intenta apoyar el desarrollo econ¨®mico y social de la regi¨®n. Desde su puesto hab¨ªa visto mucho, por ejemplo, grandes empr¨¦stitos p¨²blicos y privados que no llegaban a buen puerto, o negociaciones entre gobiernos y transnacionales de la ¨¦poca que despertaban justificadas sospechas.
Pepe se retir¨® justo cuando su oficio transitaba por el cambio paradigm¨¢tico, de la presunci¨®n que la intervenci¨®n p¨²blica es necesaria para el desarrollo, a la convicci¨®n que es mejor dejarle la tarea al libre mercado. Adem¨¢s, el nuevo orden promet¨ªa la dr¨¢stica reducci¨®n de corruptelas que tanta intervenci¨®n gubernamental engendra. Pepe, un jubilado feliz, pod¨ªa ahora dedicarle m¨¢s tiempo al f¨²tbol y a so?ar con la clasificaci¨®n de Bolivia a un mundial. Disfrut¨¢bamos viendo buenos partidos e ironiz¨¢bamos su funci¨®n en la sociedad: una distracci¨®n fundamentalmente sana que pod¨ªa jugar a favor de gobiernos apurados por aplacar el descontento ciudadano. Ah, pero cu¨¢n lejos estuvimos ¨¦l y yo de vaticinar la extraordinaria transformaci¨®n que ha tenido este deporte universal durante las tres ¨²ltimas d¨¦cadas, una transformaci¨®n que la simboliza, en todo su esplendor, los recientes arrestos de altos dirigentes de la FIFA.
La FIFA podr¨ªa definirse como ONG pero su funci¨®n es el manejo del negocio puro y de alcance global
La verdad es que el f¨²tbol se ha transformado a la par del extraordinario avance de los mercados en el mundo entero. Digamos que la FIFA es s¨ªmbolo de la globalizaci¨®n en esteroides. Podr¨¢ definirse como ONG pero su funci¨®n es el manejo del negocio puro y de alcance global. Lo hace muy bien, con una estructura centralizada que la aproxima a una cooperativa de afiliados (las federaciones de los pa¨ªses) para aprovechar, con mucho ingenio, ingentes oportunidades comerciales derivadas del apetito de tantas empresas transnacionales que buscan adjudicarse derechos exclusivos sobre la difusi¨®n, representaci¨®n y marketing del deporte. Sus dirigentes saben de las rentas que todo monopolio confiere pero, sin la obligaci¨®n de rendir cuentas a nadie, pueden hacer de la empresa su coto de caza. Solamente un esc¨¢ndalo de proporciones puede poner fin a la farra.
Es justo subrayar que su logro no es poco: ha integrado a la fiesta global a muchos pa¨ªses africanos y asi¨¢ticos que para los mandamases de anta?o simplemente no exist¨ªan. De otra parte, ?qu¨¦ bien ha interpretado para beneficio de su gavilla el esp¨ªritu de nuestros tiempos! Le doy un ejemplo: me llam¨® profundamente la atenci¨®n que Blatter, antes de renunciar, declarase que la FIFA ten¨ªa la potestad y capacidad para regularse y supervisarse a s¨ª mismo.
Me pregunt¨¦ entonces de d¨®nde sal¨ªa este libreto y, haciendo memoria, record¨¦ el credo tantas veces recitado por los ap¨®stoles de los mercados financieros libres. Entre ellos naturalmente Alan Greenspan, el venerado ex presidente de la Reserva Federal que no obstante el colapso colosal que engendr¨®, todav¨ªa mantiene su prestigio en los circuitos del poder en Washington. Los mercados financieros se pueden auto regular, sol¨ªa decir. Sus protegidos, los banqueros, fueron m¨¢s fieles al viejo adagio de que las ganancias son individuales y que las p¨¦rdidas se socializan. Ninguno de importancia par¨® en la c¨¢rcel. Ante esta tremenda injusticia, el celo que hoy exhiben los fiscales que investigan a la FIFA para impugnar a sus directivos luce desproporcionado e hip¨®crita.
Obnubilados por su genialidad, nos cegamos ante la realidad de que este deporte que encandila est¨¢ prostituido hasta los huesos
Con todo, nos equivocamos si creemos que el asunto se soluciona solamente con mayor regulaci¨®n y vigilancia p¨²blica de la FIFA. La toma de conciencia de los valores que la l¨®gica del mercado impone, y los otros que desecha dej¨¢ndolos de lado como Messi elude a sus rivales, es acaso m¨¢s importante. Obnubilados por su genialidad, nos cegamos ante la realidad de que este deporte que encandila est¨¢ prostituido hasta los huesos. S¨ª, como todo lo dem¨¢s que el dinero de hoy, circulando sin ning¨²n control, toca: la pol¨ªtica que nos gobierna, los medios que nos informan, los alimentos que consumimos, los centros acad¨¦micos que nos educan, los espect¨¢culos que nos distraen.
Eche una mirada al origen de la plata que compra grandes clubes de Europa. La misma plata que se recicla en fondos de cobertura desregulados para hacer m¨¢s dinero y tambi¨¦n, hay que admitirlo, para financiar una facultad universitaria, un museo, una biblioteca o un estadio, obras de filantrop¨ªa calculada que alg¨²n d¨ªa llevar¨¢n el nombre de un banquero que arruin¨® una comunidad, un comerciante de armas, o un presidente de una gran empresa que contamina la tierra.
Mi amigo Pepe fue un hombre decente que ofreci¨® su talento al servicio del bien colectivo. Pienso que hoy como nunca se necesitan personas de ese calibre, hombres y mujeres capaces de resistir ca?onazos del mill¨®n porque creen en el valor intr¨ªnseco, sin precio, de las funciones que ejercen. Estoy seguro que los cohechos de la FIFA no lo hubieran sorprendido porque los hab¨ªa visto en otras partes y en otros tiempos, como tampoco el hecho que el mercado libre, operado en contextos desprovistos de la institucionalidad reguladora y vigilante, propicia el aumento de la corrupci¨®n. Parti¨® para siempre sin palpar el estropicio que vivimos pero feliz porque alcanz¨® a ver a Bolivia jugar en un mundial.
Jorge L. Daly ejerce c¨¢tedra en la Universidad Centrum-Cat¨®lica de Lima.
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