Miedo, viento, lluvia, ca¨ªdas y sprint para Greipel
Primera llegada masiva y segunda victoria en el Tour del 15 del velocista alem¨¢n en otra etapa corrida con exceso de estr¨¦s
El Tour a los sanos les hiere y a los heridos les remata, y la lluvia borra veloz su huella de la carretera, de la carrera que sigue.
Nacer Bouhanni, boxeador y sprinter, lleg¨® al Tour con dos costillas rotas. En la primera gran ca¨ªda del d¨ªa, y hubo seis, se fue al suelo junto a varios compa?eros del Cofidis, entre ellos Navarro, y despu¨¦s, m¨¢s roto moralmente que f¨ªsicamente, se fue a casa. Al franc¨¦s le faltaron menos de 170 kil¨®metros para llegar casi entero al primer gran sprint del Tour, donde su ausencia fue menos comentada por los nost¨¢lgicos, que los tiempos en los que en estas ciudades del norte gris ganaba gente como el gigante Cipollini, a quien ni le tos¨ªan otros grandes de hace 20 a?os, Zabel, McEwen, Abduyap¨¢rov. Era la edad de oro, dicen quienes ahora deben conformarse con un Cavendish en declive, un Kristoff cansado y un Greipel que no se cansa de ganar. El alem¨¢n del Lotto, tan fuerte, se impuso f¨¢cil en la meta de Amiens, un d¨ªa tambi¨¦n lluvioso, como cuando su primera victoria de este a?o, el domingo en Zelanda. Es la octava victoria de Greipel en cinco Tours (la que gan¨® en el 14, curiosamente, tambi¨¦n parti¨® de Arras, la ciudad m¨¢rtir del Artois), la tercera victoria alemana en 2015, un Tour que tambi¨¦n tiene l¨ªder alem¨¢n, Tony Martin en las tierras que intent¨® conquistar hace 100 el ej¨¦rcito de su K¨¢iser.
Una vez remontado el curso del Escalda, desde su delta en el mar del Norte, donde el gran dique de Zelanda, hasta Cambrai, el Tour cambia de valle y de r¨ªo, salta al Somme y las cicatrices de la Gran Guerra, la huella que el tiempo nunca borrar¨¢. Donde el gran cr¨¢ter que una explosi¨®n abri¨® para dar comienzo a la gran ofensiva suicida del 1 de julio de 1916, una gran amapola dibujada sobre la hierba ocupa el espacio donde el barro ocult¨® durante meses miles de cad¨¢veres de soldados de todo el mundo a los que prometieron falsos senderos de gloria. El mismo destino sufri¨® Fran?ois Faber, el luxemburgu¨¦s que gan¨® el Tour de 1909 y cuyo cuerpo, destrozado por la metralla en otra batalla, la de Mont Saint Eloi, nunca se encontr¨®, arrastrado por un r¨ªo de barro
Los cuerpos que encontraron los enterraron en docenas de gigantescos cementerios, agrupados por nacionalidades, australianos, sudafricanos, canadienses, franceses, brit¨¢nicos, y cada pocos kil¨®metros, las c¨¢maras de los helic¨®pteros los descubren junto a las carreteras planas, entre campos de trigo ya dispuesto para la cosecha.
Ajeno al recuerdo del horror, encerrado en la burbuja del miedo que los directores transmiten, la mirada de los ciclistas concentrada en sus manillares, donde han marcado sobre papel cuidadosos los puntos kilom¨¦tricos en los que cambia de orientaci¨®n la carrera, y el viento, el pelot¨®n arranca belicoso y acelerado bajo la lluvia que les salpica molesta. Despu¨¦s de las ca¨ªdas y del miedo al asfalto resbaladizo, el viento del Oeste que daba de cara pasa a soplar de izquierdas cuando la carrera gira hacia el Norte. Faltan 70 kil¨®metros. Un gigantesco mural, una hect¨¢rea de campos cubierta por la paloma de la paz de Picasso, el ramo de olivo en el pico, marca el inicio de la batalla: acelera el Tinkoff de Contador, le sigue el BMC de Van Garderen, cunetas, abanicos y cortes. Pero a ninguno de los cuatro grandes el movimiento les sorprende. Solo los m¨¢s castigados por la dureza del estr¨¦s, los cansados, los heridos, muchos, se quedan atr¨¢s. Como rivales que saben que si siguen d¨¢ndose pueden perder todos, los favoritos firman la paz. De sus libros de ruta arrancan una hoja m¨¢s y suspiran: han sobrevivido indemnes un d¨ªa duro m¨¢s, un d¨ªa sin huella.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.