Ledecky, la primera dama de la nataci¨®n mundial, va como un tiro
La estadounidense, a¨²n en edad colegial, bordea el r¨¦cord mundial en 400 metros libres y se cuelga el primero de los cinco oros que se ha propuesto conquistar en Kaz¨¢n
La caravana de cazadores de prodigios natatorios se ha trasladado a la remota cuenca del Volga para fijarse en Kathleen Genevieve Ledecky. La muchacha, de 18 a?os, ha desarrollado el torso, y de su frente cada vez m¨¢s amplia se desprende un mech¨®n rubio y lacio. El pelo ralo, casi tan descolorido como su piel transparente, remata una cabeza huesuda. Cuando sonr¨ªe deja entrever dos hileras de dientes peque?os detr¨¢s de los labios descarnados. ?nicamente la chispa de sus ojos resulta llamativa. Es el brillo de una inteligencia penetrante que parece controlarlo todo con la serenidad propia de quien se sorprende poco. Cuando ayer en la piscina de Kaz¨¢n toc¨® la ¨²ltima pared de la final de 400 metros libre, su expresi¨®n denotaba una modesta felicidad. Ven¨ªa de nadar a ritmo de r¨¦cord mundial una carrera solitaria. Se hab¨ªa impuesto sin problemas sacando un par de metros a su perseguidora m¨¢s pr¨®xima. Hab¨ªa ganado el primero de los cinco oros que tiene pensado conseguir en estos Mundiales. Con la facilidad de quien reserva energ¨ªas. Igual que debi¨® de completar los ex¨¢menes del colegio de monjas donde se gradu¨®, el mes pasado.
?¡°No hay sufrimiento ni dolor en mis pr¨¢cticas¡±, dice, cuando le preguntan si su devoci¨®n por someter su cuerpo a jornadas que devastar¨ªan al ser humano medio no encubre un cierto masoquismo. ¡°Hay much¨ªsima satisfacci¨®n en el trabajo duro y en el sentimiento de que has completado un entrenamiento exigente. Me gusta comparar el incremento de la dificultad y los tiempos de un a?o al siguiente. Me gusta entrenar. Es dif¨ªcil de explicar, pero cuando estoy sin nadar empiezo a ponerme ansiosa. Es como si me hiciese un l¨ªo. Simplemente echo de menos nadar. A veces, cuando estoy haciendo un nado de descarga, relajadamente, siento que podr¨ªa estar eternamente as¨ª¡±.
A ritmo de r¨¦cord
Ledecky nad¨® la final de 400 como si pudiera prolongarla durante horas sin interrupci¨®n. Emprendi¨® el primer largo con algo parecido a la determinaci¨®n, aunque en su caso estaba regul¨¢ndose. La espa?ola Melani Costa podr¨¢ contar a sus nietos que toc¨® la pared del primer 50 en segundo lugar, en 28,20 segundos, por detr¨¢s de la chica de Maryland, que pas¨® en 27,69s. Fue el viraje m¨¢s apretado del concurso. Entre los 50 y los 350 metros, la campeona nad¨® a ritmo de r¨¦cord mundial. Dio la impresi¨®n de que haciendo el mismo esfuerzo consegu¨ªa mover m¨¢s agua que las dem¨¢s. La onda que generaba su curso por la piscina alcanzaba un relieve y dejaba una estela asombrosamente superior. En el ¨²ltimo 100 rebaj¨® la marcha. Le bast¨® para tocar la meta en 3 minutos 59,13 segundos. A 76 cent¨¦simas de la plusmarca que ella misma estableci¨® el a?o pasado en Gold Coast.
La holandesa Sharon van Rowendaal, una fondista extraordinaria que gan¨® la plata en los 10 kil¨®metros de aguas abiertas, se la llev¨® tambi¨¦n en los 400 con 4m 3,02s. La distancia fue tan abismal que a Ledecky no le sirvi¨® ni de referencia. El p¨²blico ruso acudi¨® al estadio en masa aprovechando que era domingo y pareci¨® decepcionado ante la desaceleraci¨®n de la ganadora. Ella, como si ensayase para los Juegos de R¨ªo, planific¨® la administraci¨®n de fuerzas antes que la conquista del r¨¦cord.
¡°El r¨¦cord mundial es un problema de los medios de comunicaci¨®n, no m¨ªo¡±, dijo, ante las continuas insistencias de los periodistas. ¡°Yo estoy contenta por c¨®mo nad¨¦ y por mi velocidad. Mi entrenador me dijo que no apretara. Que no picara tanto con los pies ni fuera tan fuerte de brazos en los primeros 200, calculando guardar combustible para un regreso m¨¢s veloz. Pensamos en ir a un ritmo de 1m59s en el paso por el 200. Y el resultado ha sido muy satisfactorio, pues pas¨¦ a 1m57s¡±.
Ledecky habl¨® como si tuviera la certeza de que el tiempo est¨¢ de su parte y de que cualquier d¨ªa batir¨¢ el r¨¦cord del mundo pues as¨ª lo indican las mediciones de su entrenador y as¨ª se lo dicta su intuici¨®n. No mostr¨® ni entusiasmo ni decepci¨®n. Del mismo modo que no exhibi¨® nada particular en su estilo. Sus manos y pies son normales, incluso m¨¢s peque?os de lo deseado. Su brazada es convencional, su promedio de patadas por ciclo no es m¨¢s elevado que el de otras nadadoras, su capacidad para flotar es tan buena como muchas de sus compa?eras en la final. T¨¦cnicamente no hay nada extraordinario en ella. Nada que no parezca el reflejo de la m¨¢s estricta ortodoxia. Nada visible, al menos.
¡°Una persona normal¡±
¡°Katie no es capaz de levantar su cuerpo colgada de una barra¡±, dice Jon Urbanchek, el legendario entrenador de la Universidad de Michigan. ¡°Ella es una persona normal en ba?ador. No le veo ning¨²n m¨²sculo pero en el agua puede agarrarse. Nada a un muy buen ritmo de patada, continuo, parejo, estable. Destaca por una buena rotaci¨®n, un buen ritmo y, seguramente un buen aparato cardiovascular. Para hacer lo que hace ella necesitas un coraz¨®n que bombee mucha sangre, unos buenos pulmones, y, como los caballos de carreras, unas buenas narices para que entre el aire¡±.
¡°Como atleta, ella est¨¢ en el l¨ªmite de la pobreza f¨ªsica¡±, dice su entrenador, Bruce Gemmell. Luego observa un detalle fundamental. ¡°Hay algo en su disposici¨®n mental que la hace diferente!, se?ala, ¡°algo que los fondistas tienen y los dem¨¢s nadadores no. Algo que les hace aferrarse a la disciplina necesaria. Katie se aferr¨® a eso. Le gusta la repetici¨®n, la monoton¨ªa extrema de la distancia¡±.
Ella asiente: ¡°Me gusta meterme al agua todos los d¨ªas a las 4:45. Me gusta sentir que soy la primera persona del mundo en despertar¡±. Nada unos siete kil¨®metros diarios. Asegura que se mete en la cama a las 21:30. Aclara que de la televisi¨®n solo ve las noticias matinales de la CNN y la FOX. Hasta el mes pasado alternaba el colegio con la piscina. Es la segunda hija de una familia rica del barrio de Bethesda, un suburbio de Washington. Este oto?o estudiar¨¢ Ciencias Pol¨ªticas e Historia en Georgetown. El a?o que viene, despu¨¦s de los Juegos, se matricular¨¢ en Stanford. Los t¨¦cnicos tienen raz¨®n. No parece una atleta. Parece la futura secretaria de Estado de la Casa Blanca.
Como dijo el sagaz Ryan Lochte: ¡°Esta chica es un hueso muy duro¡±.
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