La maldici¨®n Lavillenie, la felicidad Shelly Ann
El franc¨¦s, el mejor pertiguista del siglo, sigue sin poder ganar un Mundial, mientras la velocista se convierte en la primera mujer que gana tres veces los 100m
A veces se celebran misas en la catedral del Nido, que los d¨ªas sin oficios los turistas chinos visitan con la boca abierta ¡ªcomo se abre en el Duomo o la torre Eiffel¡ª cuando los gu¨ªas les conducen al techo ligero, y ven las vistas de su Pek¨ªn cambiante. Para eso se construy¨® como se hizo, para asombrar a los incr¨¦dulos, para competir en capacidad de atracci¨®n con las peque?as obras de arte que los atletas elaboran los contados d¨ªas de funci¨®n.
Al d¨ªa siguiente de la gran concelebraci¨®n con Usain Bolt, los fieles, con alma de resaca, pero con a¨²n sed de emociones fuertes, sufrieron con Renaud Lavillenie. Su maldici¨®n, un recordatorio de que el hombre no todo lo puede. Y se divirtieron con la final de 100m femeninos, que tambi¨¦n pareci¨® un concurso de peluqueras locas y clientes complacientes, y con la alegr¨ªa que parece infinita de Shelly Ann Fraser Pryce, la jamaicana que siempre gana y da gracias a Dios y a los estigmas que toca con ¨¦xtasis m¨ªstico.
Lavillenie el mejor pertiguista del siglo, el hombre que acab¨® con el r¨¦cord de Bubka (6,16m), el campe¨®n ol¨ªmpico de Londres, consigui¨® su cuarta medalla mundial, que, como las tres anteriores, tampoco fue de oro, para gran alegr¨ªa de un canadiense, un novato pecoso y pelirrojo de 21 a?os llamado Shawn Barber, quien gan¨® y se pellizcaba porque no se lo pod¨ªa creer. Bronce en Berl¨ªn 2009, bronce de nuevo en Daegu 2011 y plata en Mosc¨² 2013, Lavillenie lleg¨® a Pek¨ªn con la confianza de haber saltado m¨¢s que ninguno en la temporada (6,05m frente a los 5,93m de Barber y los 5,94 del alem¨¢n Raphael Holzdeppe, su verdugo en Mosc¨² y plata tras el canadiense) y la necesidad de triunfar en el llamado ¨²ltimo desaf¨ªo. Comenz¨® a saltar en 5,80m, altura que super¨® a la primera. Despu¨¦s tropez¨® tres veces con 5,90m: superaba el list¨®n con claridad pero ca¨ªa a plomo sobre ¨¦l en el descenso ante la desesperaci¨®n de su entrenador, Philippe d¡¯Encausse, colorado de cara como un tomate en la tribuna.
Barber, canadiense de Toronto nacido por accidente en el Nuevo M¨¦xico de Walter White y saltar¨ªn por la Universidad de Akron, en el Ohio de Jack Nicklaus, es osado y laborioso, y brillante. Esta temporada, en la que ha mejorado en 18 cent¨ªmetros su mejor marca, la ha trabajado como un estajanovista, participando en nada menos que en 27 concursos antes de llegar a Pek¨ªn. Es un ganador nato que ha sido campe¨®n de la NCAA en pista cubierta y al aire libre este a?o, y tambi¨¦n de los Juegos Panamericanos, donde no se perdi¨® ni un salto de los fijados por el comit¨¦ t¨¦cnico: comenz¨® en 5,60m, sigui¨® con 5,65m, 5,80m, 5,90m y 6,00m. Todos los super¨® a la primera, salvo el ¨²ltimo, altura con la que no pudo.
En los 100m femeninos, frente a la diminuta Fraser Pryce y sus rastas verde selva y su flequillo de margaritas amarillas, y sus piernas incre¨ªblemente veloces, se quiso fuerte la holandesa Daphne Schippers, quien, con el f¨ªsico fuerte y el acn¨¦ de las walkirias de la Alemania del este devastadoras hace 30 a?os, intent¨® alcanzar a la jamaicana como el galgo a la liebre, pero sin tanta gracia. Ayudadas por la gran calidad de la pista del Nido, ambas hicieron grandes marcas: 10,76s (-0,4 m/s) la jamaicana, que logr¨® as¨ª su tercer Mundial en 100m (la primera mujer que lo consigue: estaba empatada a dos con la desgraciada Marion Jones) para sumar a sus dos oros ol¨ªmpicos en la distancia y para poder seguir dando gracias a Dios, que todo lo puede.
En las tripas oscuras del estadio, en las catacumbas que los turistas no visitan porque los camiones de la basura que por all¨ª circulan les atufar¨ªan y ensordecer¨ªan con su estr¨¦pito hediondo, est¨¢ tambi¨¦n la zona mixta, donde se quiere hacer hablar a los campeones derrotados. Por all¨ª pasa por la ma?ana, cuando el sol a¨²n deslumbra y quema y la humedad empieza a crecer Naroa Agirre echando fuego por los ojos. Es la manera de expresar la rabia que siente contra ella misma, contra su incapacidad de dominar a sus a?os (36) el gen Tauro que la desborda.
Despu¨¦s de pelearse con un juez por un segundero mal puesto ha sido incapaz de clavar la p¨¦rtiga con el list¨®n a 4,55m, la altura que la habr¨ªa clasificado. A su paso solo vale la mudez. ?Qu¨¦ se le puede preguntar que no sea in¨²til? Unos metros m¨¢s all¨¢, en el mismo t¨²nel curvo, un soldado en posici¨®n de firmes sobre una peque?a tarima monta guardia d¨ªa y noche ante la puerta del control antidopaje. De all¨ª sale, solo, a media noche cumplida, Lavillenie. Le esperan, silenciosos, miembros de su equipo. Nadie habla. Es la soledad y la tristeza del campe¨®n derrotado. ?Qu¨¦ se le puede decir que no sea una estupidez? ?hablarle, quiz¨¢s, de la ca¨ªda de la Bolsa de Shangh¨¢i?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.