Kristian Sbaragli, el triunfo del espr¨ªnter inesperado
El italiano derrota a Degenkolb y Rojas en Castell¨®n, antes del descanso que dar¨¢ paso a la batalla de Andorra
Hay etapas que son como valles, que nacen y mueren por debajo de las monta?as a las que los cl¨¢sicos las llaman etapas de transici¨®n, m¨¢s a¨²n cuando espera una jornada de descanso antes de una dura batalla. Un descanso accidentado, porque la Vuelta son dos vueltas en una, la que se hace en bici y la que se hace en coche o autob¨²s. La primera se altera cada a?o seg¨²n el recorrido, la segunda va creciendo en Espa?a en su af¨¢n de ir de aqu¨ª para all¨¢, de llegar a todas partes estrujando el mapa. Una Vuelta de manillar y una Vuelta de volante. Este lunes llegaron los ciclistas a Castell¨®n so?ando con la jornada de descanso, pero los descansos se pagan. Y a los ciclistas les esperaban, tras la meta, cinco horas de autob¨²s antes de llegar a Andorra y encontrar esa cama vac¨ªa del hotel que te espera cari?osa.
Se dice que en esos casos, en las etapas valle, las escapadas son propicias al consentimiento del grupo que guarda fuerzas para la gran batalla. Pero fue que no. Porque hay muchos equipos con espr¨ªnteres y pocas posibilidades de gozar con ellos. A John Degenkolb, el poderoso alem¨¢n, le quedan pocas opciones para demostrar que es quien fue. Y se qued¨® sin demostrarlo. En la meta de Castell¨®n se le adelant¨® un muchacho de 25 a?os llamado Kristian Sbaragli, italiano, que milita en el equipo africano del Qhubeka. Uno de esos ciclistas que solo est¨¢n en las apuestas de los m¨¢s exquisitos, de los que buscan peces sin espinas, y que en Castell¨®n le rob¨® la cartera al grandote alem¨¢n que a?os atr¨¢s ganaba a la pata coja (nueve victorias en dos ediciones). Su equipo, el Giant, no quer¨ªa dejar pasar una oportunidad de oro. El Alto del Desierto de Las Palmas, a 17 kil¨®metros de meta, se antojaba accesible para que el alem¨¢n llegase con opciones a la meta. Y lleg¨®.
El Movistar ten¨ªa otra carta, la de Jos¨¦ Joaqu¨ªn Rojas, su espr¨ªnter, al que precisamente el citado Alto, de segunda categor¨ªa, le incitaba a descartar rivales ante el sprint. Alguno morir¨ªa en el intento sin posibilidades de enganchar en la bajada. Uno de ellos, el joven Cabel Ewan, hab¨ªa dicho adi¨®s a la Vuelta al poco de comenzar la etapa.
Los dos estuvieron ah¨ª, en la Avenida del Mar, pero los dos se quedaron sin saber por qu¨¦ les gan¨® el italiano Sbaragli, con un reducid¨ªsimo palmar¨¦s, es decir, una etapa en el Tour de Corea, desde que pas¨® al profesionalismo. ?Por qu¨¦ gan¨® a los dioses? Misterios del ciclismo. Quiz¨¢s porque alguna vez ten¨ªa que ganar, porque por algo se empieza, porque Rojas (tercero) y Degenkolb (segundo) se quedaron sin fuerzas o las midieron mal. O porque un sprint es un sprint y caben muchas posibilidades, hasta las m¨¢s inveros¨ªmiles. O porque los dioses tambi¨¦n mean.
Andorra les miraba de lejos y todos miraban a Andorra donde les espera el descanso y el sufrimiento. La del mi¨¦rcoles, la etapa por excelencia, la que tiene un antes y un despu¨¦s, anuncia cambios meteorol¨®gicos, incluso lluvia despu¨¦s de las calorinas de una semana. Andorra, la etapa que pesar¨¢ en las piernas. Por eso fueron tantos los que quisieron ganar. Tantos, que era imposible que tuviesen ¨¦xito. Ol¨ªa a escapada en la calurosa salida de Valencia y result¨® que el perfume invadi¨® al pelot¨®n hasta el punto de que se mont¨® una fuga que parec¨ªa una jornada de puertas abiertas: 40 ciclista se marcharon de la disciplina de un pelot¨®n que so?aba entre la bici que les llevaba a Castell¨®n y el autob¨²s que les llevar¨ªa a Andorra. Eran muchos, demasiados. Y el equipo de Degenkolb, el Giant, no estaba por la labor de allanarles el camino. Les dej¨® ir y los cogi¨® cuando quiso. Antes, la ca¨ªda de cada d¨ªa, con Vicioso y Moser como principales afectados. Y luego la ca¨ªda de Nicholas Roche en una rotonda (?ay las rotondas!) que le obligo a una persecuci¨®n ansiosa junto a tres compa?eros, cambio de bicicleta incluido.
Ataques hubo por doquier, pero m¨¢s parec¨ªa un casting que un empe?o serio de derribar las fronteras del pelot¨®n. Fueron muchos los llamados, pero ninguno el elegido. Bueno, s¨ª, el elegido fue Kristian Sbaragli, el sprinter que surgi¨® del olvido para mojarles la oreja a Degenkolb y a Rojas. El quinto en un sprint no pinta nada, pero el portugu¨¦s Jos¨¦ Gon?alves demostr¨® que es ciclista para todo: para fugarse con pasi¨®n, para atacar en las subidas, para sorprender a los despistados y para jug¨¢rsela al sprint. El muchacho tiene un repertorio de lo m¨¢s variado. Se merec¨ªa un arrocito en Castell¨®n, que dir¨ªa Manolo Garc¨ªa.
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