Oliveira madruga, el pelot¨®n sestea
El portugu¨¦s gana en Tarazona mientras el grupo piensa en Asturias y Cantabria
Hay tiempo para todo. El problema es encontrarlo. En las etapas de monta?a, lo marca el sudor. M¨¢s que en el pecho, el coraz¨®n est¨¢ en las piernas. En las contrarreloj, hay que controlar esa mezcla explosiva que combina la fuerza con la soledad. En los sprints, la taquicardia es un arma de doble filo que lo mismo te lleva al suelo que al cielo. Las escapadas tienen otra ciencia. Tienen que ver con el esfuerzo, sin duda, con el voluntarismo incansable de los condenados por recuperar la libertad. Pero las escapadas tienen que ver con las circunstancias.
Si un equipo no quiere, te cazan en la primera, a la segunda o la ¨²ltima frontera. Cuando el pelot¨®n permiti¨® que 24 ciclistas formaran un tropel por delante anunci¨® que no estaba para ruidos, a la vista de las dos pr¨®ximas etapas y de la contrarreloj del mi¨¦rcoles en Burgos. 24 rudos rodadores son demasiados para cualquier esp¨ªritu agotado. Hab¨ªa que elegir entre descansar para la batalla interior del Cant¨¢brico o trabajar para otro sprint.
Y el gran pelot¨®n prefiri¨® descansar. Solo se estir¨® cuando el Astana vio que la diferencia crec¨ªa y en el grupo delantero circulaban dos hombres a poca distancia en la general, Romain Sicard y Gianluca Brambilla, a poco m¨¢s de seis minutos. No eran dos ciclistas temibles, pero pod¨ªan afear su conducta. Los ciclistas azul turquesa pusieron el reloj en marcha, pero no mostraron inter¨¦s alguno en abortar la fuga. Con el GPS en marcha sab¨ªan donde estaban en cada momento. Con eso val¨ªa. Los equipos de los espr¨ªnteres tambi¨¦n prefirieron pensar en lo que est¨¢ por venir m¨¢s que en lo que estaba viniendo.
Abdicaron. As¨ª que la pelea se trasladaba a un pelot¨®n que por definici¨®n no pod¨ªa ser amigable hasta el final. Chavanel estaba con ganas de guerra. La veteran¨ªa le dec¨ªa que era el d¨ªa de la calma y por lo tanto la guerra pod¨ªa ser fruct¨ªfera. Pero con 24 en grupo, las opciones se difuminaban. Lo intent¨® una, otra, otra vez. Solo o en compa?¨ªa de Nelson Oliveira, otro batallador que sab¨ªa que los guardianes sesteaban. Y el portugu¨¦s fue el m¨¢s bravo. Resisti¨® los ataques y decidi¨® que la libertad era m¨¢s posible en soledad que en compa?¨ªa. Atac¨® en el ¨²ltimo puerto y volvi¨® a atacar despu¨¦s. Y se fue.
Sus compa?eros, por detr¨¢s, Rub¨¦n Plaza y Valerio Conti, frenaban todos los ataques de sus perseguidores. El pelot¨®n dorm¨ªa. Y Nelson Oliveira lleg¨® con un minuto de anticipaci¨®n. Brambilla y Sicard consiguieron meterse entre los diez primeros de la general. Ah¨ª naci¨® y muri¨® todo. Fue el d¨ªa que Nelson Oliveira, el ciclista de Aveiro, fue m¨¢s famoso que Nelson Oliveira, el futbolista del Swansea. Degenkolb, el sprinter herido, sigue echando vinagre en las heridas de sus derrotas.
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