?El Celta? ?Qu¨¦ Celta?
El Celta de Vigo era un secreto inabordable y rec¨®ndito. Sus partidos s¨®lo se ve¨ªan por televisi¨®n, al fin y al cabo, y la televisi¨®n estaba empotrada en un mueble de la salita, al lado de las bebidas y los platos buenos. C¨®mo ¨ªbamos a saber que interpretaba tan bien al f¨²tbol. Nadie conoc¨ªa su juego, salvo algunos cronistas deportivos, que avisaban todos los d¨ªas en sus peri¨®dicos, y ciertos entrenadores, que se llevaban las manos a la cabeza al ver al equipo de Berizzo ejecutando un f¨²tbol para viol¨ªn y piano con unos muchachos que se llamaban Cabral, Jonny, Augusto, Wass, Radoja, Orellana o Nolito. Si te los presentaban por su nombre, en cualquier pub a las dos de la ma?ana, a los pocos minutos ya hab¨ªa que preguntarles ¡°?Y c¨®mo dec¨ªas que te llamas?¡±.
Hasta el d¨ªa que arras¨® al Bar?a, el f¨²tbol de los de Berizzo era una leyenda, como la historia de Liberty Valance
Hasta el d¨ªa que arras¨® al Bar?a, el f¨²tbol del Celta era una leyenda, como la historia de Liberty Valance. Pod¨ªa ser verdad, pero... A menudo, hay que realizar un gran esfuerzo para ver las cosas que tienes delante. Resulta tanta la informaci¨®n que recibimos continuamente, que el instinto ya no nos empuja a estar atentos a todo lo que sucede, sino a distraernos, para ignorar mejor las cosas que pasan. Muchos a?os atr¨¢s Gore Vidal acudi¨® a un c¨®ctel en Washington. En un momento de la fiesta, que estaba resultando de lo m¨¢s aburrida, coincidi¨® de frente con Nancy Reagan. Charlaron, se gastaron bromas, y cuando ella quiso que Vidal saludase a su marido, el presidente de los Estados Unidos, ¨¦l le pregunt¨® ¡°?Ah, pero est¨¢s casada?¡±, con ese asombro relativo con el que ahora algunos descubrimos que el Celta juega al f¨²tbol como si hiciese malabares con cuchillos.
Pasa que no estamos acostumbrados a que los equipos modestos sean temerarios, como si el v¨¦rtigo y el desprecio por las alturas fuese cosa de ricos. Cuando un club de la mitad de la tabla se pone a jugar al primer toque, sin importar qui¨¦n sea su rival, y arriesga, y presiona, y adem¨¢s tiene pegada, la belleza de su f¨²tbol se vuelve salvaje. Donde sus rivales directos se cierran, para no exponerse a perder lo que poco que tienen, el Celta se aventura, cautivado por la idea de que la vida se disfruta mucho m¨¢s si, en una de estas, puedes sufrir una bancarrota total.
En esa l¨®gica del peligro con que el Celta busca el gol, el f¨²tbol se asemeja a los ejercicios de los equilibristas que cruzan de un rascacielos a otro a trav¨¦s de un cable. Representa un juego alarmante, pero a la vez un viaje inolvidable. Es fascinante que el entrenador sea capaz de introducir esta idea en la cabeza de sus jugadores, al punto que un d¨ªa esos futbolistas se levanten, lleguen al entrenamiento, y crean que la idea de un f¨²tbol aventurero, lleno de tramas, como en algunas pel¨ªculas, en realidad es de ellos. Esos equipos siempre dejan una huella honda. No importa si no obtienen t¨ªtulos. A veces es importante c¨®mo suceden las cosas, aunque no sucedan.
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