¡°Mam¨¢, soy rico¡±
El jugador no quiere saber, como si una de las cosas bonitas de ser millonario fuese ignorar cu¨¢nto dinero tienes
La consagraci¨®n del futbolista moderno llega ese mediod¨ªa en el que, despu¨¦s de fichar por un club grande, ya en el sal¨®n de su casa, marca el tel¨¦fono fijo de sus padres, y cuando su madre descuelga, le anuncia: ¡°Ya soy rico¡±. En ese instante comienza otra competici¨®n, en la que hay que correr detr¨¢s del bal¨®n, como siempre, pero al mismo tiempo ¡ªcomo si tuvi¨¦semos dos manos¡ª empujar la pasta hacia delante. Este deporte busca continuamente los tri¨¢ngulos. As¨ª se avanza m¨¢s r¨¢pido. Y el dinero no es algo que estorbe. Tiende a acomodarse solo, en montoncitos, para que no lo pises o se extrav¨ªe. Por otra parte, encuentras que en grandes cantidades el dinero te calma los nervios. Si eres un poco supersticioso, ya no querr¨¢s vivir jam¨¢s sin su compa?¨ªa. En la ¨¦lite, eso obliga al jugador a que sus ingresos no duerman. Inevitablemente, en un deporte ya bastante lleno de categor¨ªas, irrumpe una m¨¢s: el futbolista multimillonario.
El d¨ªa que se dice de un jugador que es uno de los mejores del mundo, ya no puede permitirse el lujo, o el error, de ser s¨®lo un jugador. ?Qu¨¦ pobreza ser¨ªa esa? Convertirse en un gran futbolista, a secas, es una obstinaci¨®n ¨²til hasta que fichas por uno de esos clubes que coleccionan t¨ªtulos, y cuya historia est¨¢ plagada de enormes jugadores, a secas. En un equipo as¨ª, un gran futbolista, cuando pasan los a?os, s¨®lo significa una foto colgada en la pared, junto a otros grandes futbolistas, de los que todos cuentan haza?as. Conviene ser algo m¨¢s, sin embargo, o se quedar¨¢ uno atrapado en las p¨¢ginas de deportes del peri¨®dico, enmarcado por las cr¨®nicas de sus partidos, como si en el fondo fuese la cabeza de un animal disecada.
Cuando la pugna por ser el n¨²mero uno est¨¢ tan re?ida, qui¨¦n sabe si la hegemon¨ªa pase por ver qu¨¦ futbolista es capaz de anunciar las mejores zapatillas, o la principal compa?¨ªa a¨¦rea, o, ya puestos, escribir primero el Ulises de Joyce, como si no estuviese escrito del todo. Aquellos que son aclamados como los mejores del planeta lo son porque, entre t¨ªtulo y t¨ªtulo, se vuelven iconos llameantes. Su imagen los trasciende. Sola la pronunciaci¨®n de su nombre, o el uso de su imagen, basta para atraer las miradas del mundo. Las grandes marcas, aunque sean de calzoncillos, o de pollo frito, o de natillas, quieren aparecer asociadas a esos jugadores.
La vida les sonr¨ªe. Su leyenda se extiende. Si lo deseasen, podr¨ªan poner de moda el f¨²tbol con gafas, con el pretexto de que as¨ª se remata mejor. Algunas veces tienen tanto dinero, como consecuencia de hacer de s¨ª mismos continuamente, que padecen problemas de dinero porque resulta ser poco, seg¨²n sus asesores. El futbolista, que se hace l¨ªo con los n¨²meros, delega en sus consejeros fiscales. No quiere saber nada, como si una de las cosas m¨¢s bonitas de ser millonario fuese ignorar cu¨¢nto dinero tienes. Pero un d¨ªa llega Hacienda y nos partimos de risa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.