La desgracia de entrenar al Madrid
Hablamos de un trabajo bien pagado, pero que requiere una b¨²squeda constante de la infelicidad
Al Real Madrid se le entrena sin respirar, a merced de la marea, con el agua al cuello. Parece una forma c¨®moda de ejercer de entrenador, a simple vista, pero hay que tener costumbre desde joven para encontrar placenteras tantas molestias. No existen los t¨¦cnicos nacidos para vivir placenteramente en el Madrid, como en un noviazgo ejemplar en el que se ponen s¨¢banas limpias todas las semanas, y la pareja se dice te quierocomo si fuese la hora. En este club se entrena peligrosamente, a punto de enviarlo todo a la mierda. Ya habr¨¢ ocasi¨®n de vivir tranquilos el d¨ªa que se descienda a Segunda. Ni siquiera un ¨¦xito permanente es excusa para que el ambiente no sea una caldera, y no se pueda despedir al entrenador porque lo hace demasiado bien.
La temporada se vuelve asfixiante desde antes incluso de que el fichaje del m¨ªster se concrete. Siempre habr¨¢ alguien que lance una hostia a voleo, y si te da, te dio. En su primera comparecencia el entrenador del Madrid ya tiene que aclarar por qu¨¦ es c¨®mo es, y si con ese car¨¢cter, y su idea del f¨²tbol, podr¨¢ agradar a unos jugadores, a otros, al presidente, al socio, al seguidor, a la prensa, a la otra prensa, a los del bar, diferenciando los sobrios de los ebrios, y a Twitter, en donde, de alg¨²n modo, todos estamos colocados. De ah¨ª, si tiene suerte, sale con dos botones menos en la camisa.
Naturalmente, incluso en el Madrid se viven unas pocas semanas al a?o tranquilas. Son las peores. Desasosiegan. En mitad de esa calma puede escucharse un tic-tac, que a veces es el temporizador de una bomba. Bajo un gran silencio el entrenador del Madrid siempre oye voces. F¨ªjense en los d¨ªas que la Liga dio paso a los partidos de selecci¨®n. Se daban las condiciones perfectas para que no ocurriese nada, y pas¨® lo de Ben¨ªtez, lo de Ramos, lo de Bale, lo de Benzema, lo de Modric y lo que no recuerdo, que tambi¨¦n pas¨®.
Hablamos de un trabajo bien pagado, que te permite alternar el ch¨¢ndal y las zapatillas de colores con el traje y la corbata, pero que requiere una b¨²squeda constante de la infelicidad. El t¨¦cnico vive a la deriva, en mitad del oc¨¦ano, agarrado a un trozo de madera. No lo parece, pero el naufragio es un lugar seguro. Habr¨ªa que estar muy loco para pretender ser feliz en el banquillo del Real Madrid. Ya advirti¨® Jardiel Poncela de que en la vida muy pocos sue?os se cumplen; la mayor¨ªa de ellos se roncan. Este es uno. Lo que no evita que todo t¨¦cnico aspire a ser un desgraciado en el banquillo del Madrid.
Cada d¨ªa, cuando el m¨ªster llega al entrenamiento, la Ciudad Deportiva est¨¢ en llamas. No es un problema, en realidad, sino un tr¨¢mite, cierto estado natural de las cosas. Lentamente se apaga, o se enfr¨ªa, para que ma?ana pueda arder de nuevo y los acontecimientos sigan su cauce. En el fondo, el Madrid no es un club m¨¢s, sino el fuego mismo jugando a ser un equipo de f¨²tbol.
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