Curar un esguince: un ?ay! y 20 euros
Deportistas aficionados de Galicia acuden a curar sus lesiones a los ¨²ltimos compo?edores, herederos de la medicina tradicional
Alex Garc¨ªa tiene 15 a?os y juega de central. ¡°Le?ero¡±, en definici¨®n de su padre. Su equipo es el cadete del Oroso, un municipio que linda con Santiago. Avanza casi a la pata coja, apoyando muy poco el pie derecho, con el tobillo hinchado como una pelota. ¡°Me pisaron ayer jugando un partido¡±, dice al atravesar la puerta de esta casa de aldea. Al otro lado lo recibe Carmen Seoane ¡ª 72 a?os, 63 como ¡°compo?edora¡±, sin m¨¢s formaci¨®n que la que le transmiti¨® su padre y ¨¦ste hered¨® del abuelo¡ª. Examina la pierna, que pide relajar, mientras ironiza sobre ¡°la valent¨ªa de los j¨®venes de ahora¡±. Cuando el paciente se distrae, hunde las yemas de sus dedos en el tend¨®n herido y en un visto y no visto proclama: ¡°Ya est¨¢, ?qu¨¦ rapido se arregla un pie!¡±. Da una semana al chaval antes de volver a entrenar y pide al siguiente que pase.
Es la una de la tarde del domingo en Santalla de Gorgullos, un n¨²cleo de media docena de casas en el ayuntamiento coru?¨¦s de Tordoia. Y los coches empiezan a llegar en procesi¨®n desde los campos de la comarca. Algunos pasan antes por el hospital, pero la mayor¨ªa vienen directos. Los chavales llegan cojeando, igual que hicieron sus padres y tambi¨¦n muchos abuelos durante d¨¦cadas. ¡°El m¨ªo ya me tra¨ªa en el tractor hace cuarenta a?os¡±, cuenta Manuel, que acompa?a a su hijo desde Carballo, a 30 kil¨®metros. ¡°A m¨ª me atendi¨® el abuelo, te daban ese tir¨®n, te colocaba el pie y te mandaba pisar fuerte al salir¡±,
Carmen, la compo?edora, asegura que no hay trampa ni cart¨®n, que aprendi¨® de su familia los juegos de los tendones y los huesos, que nadie busque milagros, magia o cualquier otra superstici¨®n. Patricia Lamas, su nieta tambi¨¦n est¨¢ en el oficio desde los 14 a?os. Ahora tiene 32. La ¨²ltima generaci¨®n ya est¨¢ dada de alta en la Seguridad Social como aut¨®noma y masajista profesional. Admite que algunos clientes se sorprenden al verla con sus vaqueros y su forro polar. ¡°Esperan ver a una se?ora de luto y encorvada y de repente aparezco yo¡±, dice esta mujer que a¨²n recuerda ¡°su primer tobillo¡±. ¡°Desde siempre hab¨ªa visto lo que hac¨ªa mi abuela y cuando ten¨ªa 14 a?os me propuso arreglar a un chico de mi edad. Me gui¨®, lo hice bien y para m¨ª fue lo m¨¢s de lo m¨¢s¡±. ¡°A m¨ª mi padre con nueve a?os me puso en una tibia¡±, replica con toda naturalidad la abuela¡±.
¡°Los que vienen esperan que les atienda alguien de luto y encorvado¡±, dice una ¡®compo?edora¡¯ joven?
Un hombro, dos segundos
De Santiago, directa del campo, todav¨ªa en chandal llega a media tarde Elena Ramos, retorci¨¦ndose de dolor. Tiene 17 a?os y es mediocentro del Conxo, la Segunda Divisi¨®n de la liga gallega femenina. Para quitarse la camiseta gime. ¡°Di un pase a una compa?era y choqu¨¦ contra una del otro equipo, Ca¨ª sobre el hombro y sent¨ª el crujido¡±, narra al borde del llanto. Carmen palpa la zona del golpe y pregunta a la adolescente si piensa ir esa noche a bailar. Son dos segundos. Los que tarda la mujer en hincar el dedo ¡°para devolver el tend¨®n al sitio¡±. Elena cierra los ojos, se muerde los labios y de repente pregunta: ¡°?Ya fue?¡±. ¡°S¨ª, est¨¢s lista, me doli¨® m¨¢s a m¨ª que a ti¡±, replica la mujer, que le receta reposo.
En las ¨²ltimas tres d¨¦cadas entre esas cuatro paredes de Santalla se ha tratado a miles de pacientes, algunos de percances cotidianos. Pero los que tienen prisa siempre son los deportistas. ¡°Se lesionan un viernes y quieren jugar el domingo y aqu¨ª no se hacen milagros.Nosotras le colocamos los tendones pero curar lleva su tiempo¡±, se lamenta Patricia, a quien a¨²n se le atragantan ¡°por grima¡± las mand¨ªbulas¡±. ¡°A las roturas no les tocamos, eso es cosa de los m¨¦dicos, en qu¨¦ lugar quedar¨ªa si me metiese en eso, a m¨ª me ense?aron as¨ª y yo sigo igual¡±, dice su abuela. Cada cita en Santalla son 20 euros. En el fin de semana han aparcado m¨¢s de veinte coches en esta peculiar consulta que es el recibidor de la vivienda con una banqueta y un sof¨¢ de tres plazas.
¡°Ni tratamos roturas ni hacemos milagros", asegura Carmen,? de 72 a?os, que lleva 63 a?os en el oficio
Las lesiones de las ligas regionales de la Costa da Morte las atiende en el municipio de Dumbr¨ªa O Allo, otro compo?edor muy afamado all¨ª, quien elude ponerse al tel¨¦fono porque no quiere saber nada de periodistas. Los que han pasado por su manos sostienen que es cuidadoso y eficiente, que rara vez equivoca un diagn¨®stico.
En el norte de Lugo, en un piso urbano de espaldas al mar en Burela, cuelga una placa diminuta: ¡°Gabriel Vizoso Pernas, compostor¡±. En el pueblo le llaman ¡°o bruxo¡± pero de entrada ¨¦l ya avisa que ¡°los milagros son cosas de la Iglesia y de los curas¡±. Que ¨¦l solo tiene ¡°una habilidad en las manos¡± heredada de sus antepasados. Cita a su bisabuelo, el ¡°t¨ªo Fidel¡±, que arregl¨® huesos y contusiones en toda la zona al volver de la guerra de Cuba, donde hizo de ayudante de enfermer¨ªa, vali¨¦ndose de su intuici¨®n y ¡°estudiando a vivos y muertos¡±. ¡°Debut¨¦ cuando muri¨® mi padre, ten¨ªa 17 a?os y lo hab¨ªa visto trabajar a ¨¦l. Mi t¨ªo me dijo que ten¨ªa que arreglar [ese es el verbo que utilizan todos los compo?edores consultados] una luxaci¨®n de un hombre que hab¨ªa ca¨ªdo del caballo y que a las dos horas de salir de mi casa ya volv¨ªa a montar¡±. Gabriel altern¨® su oficio como palista en una mina de caol¨ªn ¡ªhasta que lo prejubil¨® una baja por enfermedad¡ª con la composici¨®n de huesos. ¡°No cobro, lo hago por ayudar¡±, asegura aunque reconoce que mucha gente le deja ¡°la voluntad¡±.
Quejas de m¨¦dicos
Cuando se pregunta a Gabriel por las quejas de los sindicatos y colegios m¨¦dicos, que ponen el grito en el cielo ante estas pr¨¢cticas, se encoge de hombros: ¡°Ellos estudiaron. Yo no. Puede que tengan raz¨®n. Yo hago lo que s¨¦¡±. Si se le tira de la lengua, cuenta el d¨ªa que le arregl¨® un pulgar a un compa?ero de equipo, m¨¦dico, tirado sobre el c¨¦sped y c¨®mo ¨¦ste, despu¨¦s, se pas¨® la tarde pregunt¨¢ndole qu¨¦ hab¨ªa hecho.
Tambi¨¦n las compo?edoras de Santalla han visto a cirujanos en su casa. ¡°Y m¨¦dicos y enfermeras, por aqu¨ª ha pasado de todo y yo no pregunto¡±, dice con una media sonrisa Patricia.
Torrado, el ¡®brujo¡¯ que pase¨® sus hierbas por siete olimpiadas
Emiliano, leyenda del baloncesto espa?ol, lo bautiz¨® como "brujo" cuando logr¨® curarle una tendinitis en la r¨®tula, y el mote ya acompa?¨® siempre a Jos¨¦ Luis Torrado. Por su cl¨ªnica de Pontevedra han pasado leyendas del deporte, muchos de noche o por la puerta de atr¨¢s. Y sus hierbas, con las que presume de curar roturas de fibras en cinco d¨ªas, viajaron a siete olimpiadas.
A Giuseppe Gentile un italiano que compiti¨® en los Juegos de M¨¦xico del 68 y se rompi¨® una semana antes de las finales, lo recuper¨® a tiempo de recoger la medalla de bronce. Torrado fue subcampe¨®n de Europa en 1974 junto a la selecci¨®n de baloncesto de Antonio D¨ªaz M¨ªguel pero no recibi¨® la plata porque su presencia incomodaba a los m¨¦dicos de la expedici¨®n. Y si acudi¨® a la recepci¨®n con Franco fue porque el dictador "pregunt¨® antes si hab¨ªa gallegos en el equipo".
Emplastes suyos curaron a Valdano cuando lleg¨® a la delantera del Zaragoza y al centrocampista Del Bosque antes de ser seleccionador.
En los ochenta se corri¨® la voz por la selecci¨®n rusa y a Pontevedra acudieron Tachenko, Chomicius y luego Uliana Semenova. Famosos son sus cubitos de hielo impregnados de hierbas naturales para acelerar la recuperaci¨®n tras un golpe. ?l asegura que recopila plantas por todo el mundo, que todo est¨¢ en los libros viejos.
Hoy, jubilado, solo atiende a compromisos. Como el triatleta y campe¨®n del mundo de triatlon, Iv¨¢n Ra?a. Antes trat¨® la espalda de Manuel Fraga. Y las cervicales de Rajoy, cuando presid¨ªa la Diputaci¨®n de Pontevedra.
Del agente de polic¨ªa que en la d¨¦cada de los 80 le sigui¨® los pasos despu¨¦s de que algunos m¨¦dicos lo denunciaran por intrusismo se ha hecho amigo.
Parte de las urgencias tras los rocosos derbis regionales de las R¨ªas Baixas las atienden en la zona de Ribeira dos compo?edores, Enrique de Coaxe y Paquito, que son competencia y aprendices ambos de un hist¨®rico de la comarca: Ventura, al que acudieron durante d¨¦cadas los futbolistas viejos del lugar. All¨ª se les conoce como ¡°armeiros¡±. Enrique declina amablemente la oferta para explicarse en este reportaje porque no quiere fotos ni convertirse en m¨¢s medi¨¢tico de lo que ya es tras salir en algunos reportajes de prensa y teles regionales. Paquito directamente cuelga el tel¨¦fono. A ninguno les hace falta publicidad porque viven del boca a boca y de los clientes que repiten.
Algunos llegan los fines de semana de fuera de Galicia en busca de milagros para viejas lesiones. Para esos, los compo?edores dicen no tener remedio.
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