La leyenda de los hermanos Rodr¨ªguez
Las muertes en carrera de Ricardo y Pedro, y de Mois¨¦s Solana en un periodo de solo nueve a?os enterr¨® de forma abrupta a la mejor generaci¨®n de pilotos mexicanos
Cada 26 de mayo, d¨ªa de su cumplea?os, Adolfo L¨®pez Mateos recib¨ªa un Ferrari ¨²ltimo modelo como regalo. El presidente mexicano que se peinaba hacia atr¨¢s a la moda de los grandes actores de la ¨¦poca y luc¨ªa un reloj de oro recorr¨ªa las autopistas de la Ciudad de M¨¦xico casi acostado en el b¨®lido italiano, como si estuviera postrado en un ata¨²d. El empresario que le regalaba religiosamente el coche, Pedro Rodr¨ªguez, otro fan¨¢tico de las carreras, lo convenci¨® de construir durante su mandato uno de los aut¨®dromos m¨¢s grandes del mundo, una obra imperecedera que lograr¨ªa que su nombre jam¨¢s fuera borrado de la historia y se asociara para siempre a esta versi¨®n moderna del coliseo romano, donde los hombres compiten y mueren a toda velocidad.
El circuito fue construido a finales de los a?os cincuenta. Don Pedro recorri¨® las obras con el presidente y le recomend¨® que la pista tuviera un ¨®valo, como la de Monza. El recinto que tres a?os despu¨¦s acoger¨ªa por primera vez una carrera fue bautizado con un nombre as¨¦ptico, Magdalena Mixhuca. As¨ª se llamaban la ciudad deportiva en la que se levant¨®. Catorce a?os m¨¢s tarde, sin embargo, pasar¨ªa a llamarse Hermanos Rodr¨ªguez, en honor a los dos hijos de don Pedro. Ambos habr¨ªan de morir de forma tr¨¢gica en las pistas de carreras.
Con la muerte de Ricardo Rodr¨ªguez (1942-1962) en una de las curvas que tanto empe?o hab¨ªa puesto su padre en trazar, la desaparici¨®n a?os despu¨¦s de Mois¨¦s Solana (1935-1969) en una competici¨®n intrascendente y, por ¨²ltimo, el accidente mortal en Alemania de Pedro Rodr¨ªguez (1940-1971), el hermano mayor de Ricardo, M¨¦xico enterr¨® de forma abrupta a la mejor generaci¨®n de pilotos que ha tenido nunca. Los tres fallecieron en un lapso de nueve a?os.
Los hermanos Rodr¨ªguez? habr¨ªan de morir de forma tr¨¢gica en las pistas de carreras
En la d¨¦cada de los sesenta, M¨¦xico se entusiasm¨® con el automovilismo. La prensa comenz¨® a llamar sin rubor filiruedas a los aficionados. Entre la gente se populariz¨® la expresi¨®n ¡°ese se cree un Taruffi¡±, como el popular piloto italiano, para nombrar a los conductores que no respetaban la velocidad en la ciudad, seg¨²n recuerda el historiador Alejandro Rosas en el libro H¨¦roes al volante. Las autoridades tem¨ªan que, de puro entusiasmo, los mexicanos se lanzaran a las pistas a torear a los coches de carreras, pero Rosas considera que un esp¨ªritu c¨ªvico imper¨® en una sociedad que comenzaba a abrirse al mundo. La modernidad hab¨ªa llegado en forma de b¨®lido.
El aut¨®dromo se inaugur¨® en 1959 con la carrera 500 kil¨®metros de M¨¦xico. L¨®pez Mateos sigui¨® la competici¨®n con una visera de cart¨®n que lo proteg¨ªa del sol. La carrera dur¨® cuatro horas, eternas para muchos de los que hab¨ªan llegado revolucionados al comienzo. Los que aguantaron hasta el final vieron ganar a Pedro Rodr¨ªguez, segundo fue Mois¨¦s y tercero, Ricardo; una clasificaci¨®n inversa a la fecha en la que se produjeron sus muertes.
¡°Ricardo era un muchacho impulsivo. Muy aventado, no le ten¨ªa miedo a nada¡±, cuenta Carlos Jalife, autor de la biograf¨ªa m¨¢s extensa y detallada que se ha escrito sobre los hermanos. Su libro es un mamotreto similar a Guerra y Paz que incluye m¨¢s de 4.000 fotograf¨ªas. Si la carrera de Ricardo no se hubiera truncado a los 20 a?os, Jalife cree que habr¨ªa ganado alg¨²n titulo mundial de la F¨®rmula Uno y M¨¦xico podr¨ªa presumir de haber tenido uno de los mejores corredores en una etapa con leyendas como Jim Clark. Eso no lleg¨® a ocurrir.
Ricardo conduc¨ªa un Lotus en las jornadas de prueba del primer campeonato que se disputaba en su tierra. Era 1962. Ferrari, su escuder¨ªa, no hab¨ªa querido viajar ya que la carrera no puntuaba en el Mundial. Antes de acabar la jornada, el muchacho quiso dar una ¨²ltima vuelta para comprobar si los mec¨¢nicos hab¨ªan ajustado algunos defectos del coche. Jalife dice que bes¨® la mano de don Pedro antes de arrancar.
¡°Lo pruebo una vuelta y vengo, no me tardo¡±, se despidi¨® Ricardo Rodr¨ªguez
¡°Lo pruebo una vuelta y vengo, no me tardo¡±, se despidi¨® Ricardo.
El Lotus tom¨® la curva m¨¢s peligrosa del circuito, La Peraltada, a 180 kil¨®metros por hora. El auto ¡°se encabrit¨® como un caballo de rodeo¡±, recuerda el escritor. El piloto, que no llevaba atado el cintur¨®n de seguridad por miedo a morir abrasado en caso de accidente, sali¨® despedido y choc¨® contra una barrera. Ricardo estaba ¡°partido en dos, sostenido por la piel de la cintura¡±.
El piloto argentino Juan Manuel Fangio visit¨® su tumba una semana despu¨¦s. Sara, la esposa de Ricardo, recibi¨® del seguro una indemnizaci¨®n de 4.000 d¨®lares. Enzo Ferrari le a?adi¨® al monto otros 5.000. L¨®pez Mateos le otorg¨® a la mujer la concesi¨®n de una gasolinera de por vida.
La historia negra del automovilismo mexicano no hab¨ªa hecho m¨¢s que empezar a escribirse. Su mayor promesa desaparec¨ªa de las pistas. Pedro, m¨¢s cabal que Ricardo, dos a?os mayor, estuvo un tiempo sin competir despu¨¦s de la tragedia. Cuando regres¨® algo hab¨ªa cambiado en ¨¦l: no conoc¨ªa el miedo. Era el equivalente del boxeador Julio C¨¦sar Ch¨¢vez, capaz de aguantar la embestida de un tren expreso. Entre 1963 y 1971, logr¨® dos victorias y siete podios en 54 carreras de F¨®rmula 1.
En 1970, un a?o antes de su muerte, el humor de los mexicanos era muy distinto al de 10 a?os atr¨¢s. Tras la matanza de estudiantes en Tlatelolco, el Gobierno hab¨ªa encerrado en los cuarteles a los militares, que eran los que se hab¨ªan ocupado hasta ese momento de la seguridad en el Gran Premio. Una turba se present¨® de imprevisto en el aut¨®dromo. Se calcula que hab¨ªa 200.000 personas, el doble del aforo. La gente cruzaba la pista como si fuera a comprar pan.
En la vuelta 33 de las 65 pactadas, el escoc¨¦s Jackie Stewart atropell¨® a un perro a 200 kil¨®metros por hora. ¡°I hit a dog!¡±, grit¨® al bajar del coche. ¡°Fue una de las peores carrera jam¨¢s corridas en la historia de la F1¡±, sostiene Rosas tras resumir lo ocurrido.
¡°Corro hoy en N¨¹remberg; llamo despu¨¦s de la carrera¡±, fue el ¨²ltimo telegrama de Pedro Rodr¨ªguez?
Acostumbrado a aquellas carreras ca¨®ticas aunque de alta competici¨®n, Mois¨¦s Solana no deber¨ªa haber tenido ning¨²n problema en una hill climb (subida a una colina) que se celebraba a unas horas del DF. A esas alturas, 1969, ya hab¨ªa corrido para Ferrari y Lotus. Durante la competici¨®n, Solana toc¨® una guarnici¨®n y sali¨® volando. El coche le cay¨® encima y se incendi¨®. Solana era un gran jugador de pelota vasca. Su padre le confes¨® al periodista Antonio Aspiros que el aut¨®dromo deber¨ªa llevar el nombre de su hijo.
La ¨²ltima cosa que hizo Pedro en vida fue enviarle un telegrama a su padre: ¡°Corro hoy en N¨¹remberg; llamo despu¨¦s de la carrera¡±. Esa comunicaci¨®n interrumpida quedar¨¢ para siempre en el aire. Pedro corr¨ªa las 200 millas de Norisring cuando se estrell¨® contra la balaustrada de un paso a nivel y cay¨® del otro lado. Camino del hospital lograron reanimarlo tres veces. No se recuper¨® del cuarto paro cardiaco. El piloto Graham Hill dijo al enterarse que muri¨® ¡°en la cima del mundo¡±. El m¨ªtico periodista Jacobo Zabludovsky inform¨® a todos los mexicanos de su muerte a trav¨¦s del televisor.
Tres vidas en el asfalto
- Pedro Rodr¨ªguez de la Vega (1940-1971) disput¨® 54 carreras entre 1963 hasta su muerte. Sum¨® dos victorias y siete podios, y corri¨® para Lotus, Ferrari, Cooper y BRM.
- Ricardo Rodr¨ªguez de la Vega (1942-1962) tuvo una carrera mucho m¨¢s ef¨ªmera: solo cinco carreras con Ferrari hasta que perdi¨® la vida.
- Mois¨¦s Solana Arciniega (1935-1969) tambi¨¦n estuvo en las filas de Lotus, Ferrari, Cooper, BRM y McLaren, aunque solo particip¨® en ocho carreras.
Los empleados de Lufthansa que bajaron el ata¨²d del avi¨®n cuatro d¨ªas m¨¢s tarde, al llegar a M¨¦xico, se encontraron con do?a Conchita, la madre. Jalife recuerda que ella coloc¨® un ramo de rosas encima del f¨¦retro. Alguien agreg¨® un casco. El cad¨¢ver fue sepultado en el Pante¨®n Espa?ol, junto al de su hermano Ricardo. Cerca descansan los restos de Solana. En este cementerio de estilo g¨®tico, con criptas m¨¢s sustuosas que algunas casas de los vivos, est¨¢ enterrada la generaci¨®n perdida del automovilismo mexicano.
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