Ra¨²l fue la gran soluci¨®n
La aparici¨®n de este t¨¢ctico genial en 1994 ilumin¨® el camino del Madrid hacia la conquista de tres Champions. Su declive coincidi¨® con el esplendor de la selecci¨®n
Antes de su demolici¨®n para construir el complejo financiero de las Cuatro Torres, el Real Madrid emprendi¨® la ¨²ltima reforma de su vieja ciudad deportiva de la Castellana instalando un par de canchas de c¨¦sped artificial en los campos de la cantera. La superficie pl¨¢stica resultaba tan novedosa como extra?a y el despliegue constituy¨® un peque?o acontecimiento que los jugadores del primer equipo no se quisieron perder. El m¨¢s curioso fue Ra¨²l Gonz¨¢lez, que acudi¨® junto a Vicente del Bosque a pisar la mezcla de pol¨ªmeros y goma con su caracter¨ªstico tiento. Repas¨® la alfombra con los dos perfiles de su cara, ojo derecho, ojo izquierdo, como los p¨¢jaros. Examin¨® la topograf¨ªa nivelada. Comprob¨® que se trataba de un plano geom¨¦tricamente perfecto y que la pelota rodaba como una bola de billar. Luego dict¨® sentencia:
-De aqu¨ª los chavales saldr¨¢n gilipollas.
Ra¨²l se form¨® aprendiendo a resolver problemas, que en el f¨²tbol, para variar, siempre son inesperados. Lo supo adiestr¨¢ndose en calles bacheadas, en campos de tierra o en pistas de barro donde el dominio de la pelota no exige tanta coordinaci¨®n como ingenio y bravura.
Ni Ra¨²l se rigi¨® por manuales ni bastaron manuales para interpretarlo a ¨¦l. Nacido en 1977 en un arrabal pobre de Madrid, la gen¨¦tica no le proporcion¨® otra ventaja que la fibra m¨¢s aguda del instinto de supervivencia. Pr¨®spero en las categor¨ªas inferiores merced a una intuici¨®n extraordinaria para sortear dificultades urgentes, muy pronto fue evidente que met¨ªa muchos goles. ?C¨®mo? Costaba identificar la causa. No era alto, ni r¨¢pido, ni potente, ni habilidoso. Hasta parec¨ªa d¨¦bil en una ¨¦poca en que los entrenadores andaban embarcados en la b¨²squeda del futuro Van Basten. Preparadores como el acad¨¦mico Rafa Ben¨ªtez, que en 1994 dirig¨ªa al Castilla y no le utilizaba. Apenas le llam¨® a pesar de que Ra¨²l meti¨® 71 goles en 33 partidos con el cadete y 16 goles en nueve encuentros con el Juvenil C.
?l me ense?¨® mucho m¨¢s de lo que yo le pude ense?ar a ¨¦l¡±, dice Savarese, su entrenador en el Cosmos.
Ben¨ªtez dud¨®. Jorge Valdano y ?ngel Cappa lo vieron claro. Cuando en 1994 le promocionaron al primer equipo para relevar a Emilio Butrague?o, sin saberlo, dieron el primer paso hacia la soluci¨®n del gran problema existencial del madridismo. Pronto se cumplir¨ªan tres d¨¦cadas de sequ¨ªa en la Copa de Europa, la competici¨®n que hab¨ªa cimentado la leyenda del club. Los hinchas desesperaban sin sospechar el desenlace. Bajo la supervisi¨®n de Ra¨²l y Hierro el Madrid conquist¨® la Champions en 1998, 2000 y 2002. En sus 16 a?os como profesional el madrile?o levant¨® tres Copas de Europa y seis Ligas. El promedio sali¨® a t¨ªtulo cada temporada y media. Desde su marcha en 2010, la frecuencia se prolong¨® un a?o m¨¢s: a t¨ªtulo cada dos temporadas y media.
Ra¨²l contagi¨® al Madrid de su inquieto esp¨ªritu emprendedor en la misma medida en que fue incapaz de engancharse a la ¨¦poca dorada de la selecci¨®n de Espa?a. Fue su gran decepci¨®n. Cuando la generaci¨®n inmediatamente posterior de futbolistas espa?oles comenzaba a compartir su ingenio para resolver los dilemas del juego de un modo aut¨¦nticamente propio, los mejores a?os de Ra¨²l ya hab¨ªan pasado. Jug¨® 102 partidos con Espa?a y gan¨® el 63% en un clima condicionado por los complejos. Desde su retirada, Espa?a se impuso en el 78% de los 129 partidos disputados. Casi un 20% de mejora, reflejo de dos Eurocopas y un Mundial conquistados sin ¨¦l.
Aturdido por las ramificaciones pol¨ªticas que emanaban de su figura, abandon¨® el Bernab¨¦u con un moh¨ªn de hartazgo. Cuando Felix Magath, el entrenador del Schalke 04, le llam¨® para invitarle a jugar en Alemania, se qued¨® at¨®nito al descubrir que Ra¨²l ya hab¨ªa estudiado la regi¨®n del Rhur en b¨²squeda del mejor domicilio para su familia. Al reci¨¦n llegado le obsesionaba m¨¢s el orden que a los alemanes. Se instal¨® en Dusseldorf. Estaba tan aliviado de salir de la burbuja de Chamart¨ªn que un d¨ªa le confes¨® a Christoph Metzelder que lo que m¨¢s ilusi¨®n le hac¨ªa en la vida era ir en bicicleta al peluquero.
Con Ra¨²l el Madrid gan¨® un gran t¨ªtulo cada a?o y medio; sin ¨¦l, el promedio se estira a dos a?os y medio
El anonimato le hizo tan feliz que result¨® natural que acabara asoci¨¢ndose al Cosmos de Nueva York. Desde hace un a?o vive en un piso cerca de la Avenida Lexington, al este de Manhattan. Habla ingl¨¦s perfectamente. Dedica el tiempo libre a llevar a sus hijos Jorge, Hugo, H¨¦ctor, Mateo y Mar¨ªa a ver a los Mets, a los Rangers, a los Knicks. No hay semana que no visite el Madison Square Garden. Al cabo de 21 a?os de oficio p¨²blico, parece encantado ante la idea m¨¢gica de ser otro, menos competitivo, menos inflamado por la ambici¨®n extenuante de resolver problemas urgentes a pedido de la multitud.
¡°?Todo el mundo me quiere empujar!¡±, se revolvi¨®, en su ¨²ltima conferencia. ¡°Pero no se me pasa por la cabeza ser entrenador, al menos en los pr¨®ximos a?os. Quiero ser persona, padre de familia, disfrutar con mis hijos¡±.
Giovanni Savarese, su t¨¦cnico en el Cosmos, seis a?os mayor que ¨¦l, se encoge de hombros resignado a la p¨¦rdida m¨¢s grande de su carrera profesional: ¡°?l me ense?¨® mucho m¨¢s de lo que yo le pude ense?ar a ¨¦l¡±.
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