Ceremonia contra el horror
Curiosamente, la ¨²ltima vez que hab¨ªa estado en el estadio de Wembley fue hace 23 a?os para ver un amistoso entre Inglaterra y Francia. Recuerdo las obscenidades que coreaban los hinchas nativos sobre las presuntas tendencias sexuales de los franceses, o los ¡°frogs¡±, las ranas, el t¨¦rmino despectivo con el que los ingleses llaman a sus vecinos desde las guerras napole¨®nicas, por sus tendencias alimenticias.
Del partido en s¨ª no recuerdo nada. Ni siquiera qui¨¦n lo gan¨®. El Inglaterra-Francia de este martes, en cambio, pasar¨¢ a la historia. Pero no por el resultado, que tambi¨¦n ser¨¢ olvidado, sino porque esta vez un partido de f¨²tbol no sac¨® lo mezquino o lo idiota de la gente; mostr¨® al ser humano en su faz m¨¢s generosa y solidaria. Nunca ¡°un amistoso¡± fue m¨¢s amistoso. Los 71.000 espectadores en el estadio fueron solo la representaci¨®n visible de los sentimientos y los valores m¨¢s nobles que comparten la enorme mayor¨ªa de los 120 millones de habitantes de estas dos grandes democracias, m¨¢s de cien de los cuales murieron en los atentados de Par¨ªs el viernes pasado. Frente al nazismo de Estado Isl¨¢mico est¨¢bamos ah¨ª para celebrar la democracia, la tolerancia y la vida.
Nos chachondeamos, nos re?imos, decimos que nos odiamos, pero en el fondo ingleses y franceses somos buenos vecinos
Nunca pens¨¦ que cantar¨ªa el himo nacional franc¨¦s, La Marsellaise. Al menos no en p¨²blico, en Wembley, a un¨ªsono con las tribus futboleras inglesas. Mucho menos me imagin¨¦ a m¨ª mismo cantando el himno ingl¨¦s, ¡®God save the Queen¡¯ ¨C ni en privado. En estas cuestiones nacionalistas comparto el agnosticismo del l¨ªder del partido laborista brit¨¢nico, Jeremy Corbyn. Pero no hubo m¨¢s remedio. Me intoxiqu¨¦ de tanta libert¨¦, ¨¦galit¨¦ y, ante todo, fraternit¨¦. .
Ten¨ªa a tres chicos franceses sentados en frente m¨ªo vestidos cada uno de ellos con la bandera francesa y, debajo, una bufanda con los colores de la selecci¨®n inglesa. Nos pusimos a hablar media hora antes del comienzo del partido y me dijeron que hab¨ªan estado ensayando el ¡®God save the Queen¡¯ todo el d¨ªa. Ten¨ªan la letra en las pantallas de sus tel¨¦fonos m¨®viles. Afortunadamente, llegado el momento, me dejaron que la leyera por encima de sus hombros, ya que no me la s¨¦, y la cant¨¦ con el mismo fervor que ellos, y que el Pr¨ªncipe Guillermo, ah¨ª presente en el estadio recordando a su abuela.
Fue un alivio cuando salieron los jugadores al campo seguidos por el pr¨ªncipe, y los seleccionadores de Inglaterra y Francia, Roy Hodgson y Didier Deschamps, cada uno de los cuales deposit¨® una ofrenda floral en el cesped en conmemoraci¨®n de las v¨ªctimas de Par¨ªs. Cuarenta minutos antes me hab¨ªa enterado de que, por temor a otro atentado, se hab¨ªa cancelado a ¨²ltima hora un partido en Hanover entre Alemania y Holanda al que iba a asistir la canciller Angela Merkel. Est¨¢bamos todos atentos a la posibilidad de que ocurriese lo mismo aqu¨ª. Miraba al palco VIP a ver si de repente sal¨ªa de prisa el primer ministro David Cameron, como hab¨ªa hecho el presidente franc¨¦s, Francois Hollande, despu¨¦s de que estallaran las bombas el viernes fuera del Estade de France durante el partido entre Francia y Alemania. Record¨¦ que el encuentro programado entre B¨¦lgica y Espa?a tambi¨¦n hab¨ªa sido cancelado, por los mismos temores.
Pero no. Los servicios de seguridad y los polic¨ªas londinenses, muy visibles pero serenos y cordiales de aspecto, algunos haci¨¦ndose ¡®selfies¡¯ con los aficionados franceses, hab¨ªan hecho lo suyo. El gobierno de Francia hab¨ªa pedido que el partido siguiese adelante, como gesto multitudinario de desaf¨ªo y unidad, y el aparato estatal ingl¨¦s estuvo a la altura. En la preparaci¨®n de la ceremonia de Wembley anterior al partido tambi¨¦n.
Primero unos 30 militares brit¨¢nicos desplegaron una enorme bandera francesa sobre el campo; despu¨¦s la ofrenda floral; el himno ingl¨¦s seguido por el franc¨¦s, cuya letra seguimos en las dos grandes pantallas del estadio. El Pr¨ªncipe Guillermo la cant¨® con un ojo puesto en una pantalla pero el esfuerzo derrot¨® las habilidades ling¨¹¨ªsticas de muchos ingleses, la mayor¨ªa de los cuales tararearon con br¨ªo al comp¨¢s de la famosa canci¨®n. M¨¢s f¨¢cil fue el minuto de silencio, observado por los jugadores de ambos equipos en un gran circ¨²lo en el centro del campo, mezclados entre s¨ª ¨C azul y blanco, azul y blanco-. Lo ¨²nico que o¨ªmos fue el sonido de un hel¨ªcoptero desde que se estaba filmando el evento para las televisiones del mundo. Algunos aficionados franceses, casi todos londinenses pero unos mil llegados de Par¨ªs, rompieron discretamente a llorar.
Lo que se palp¨® m¨¢s que nada en el estadio fue la emoci¨®n y gratitud de los franceses, el chute de moral que recibieron del antiguo enemigo tras el trauma del viernes 13. Nos cachondeamos, nos re?imos, decimos que nos odiamos, pero en el fondo somos buenos vecinos, era el mensaje de Wembley. Llegado el momento de la verdad, ah¨ª estamos, los unos para los otros. Nunca se hab¨ªa sentido una alianza tan fuerte entre los dos pueblos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Un aficionado franc¨¦s tras otro se?alaba los colores de la bandera francesa iluminados en el gran arco que cubre el estadio, se daba un golpe en el coraz¨®n y repet¨ªa: merci, formidable, magnifique. ¡°Cela a fait chaud au coeur¡±, me dijo uno: esto me ha calentado el coraz¨®n. Otros simplemente no sab¨ªan c¨®mo expresar lo que sent¨ªan. Blaise Matuidi, centrocampista de la selecci¨®n francesa, dijo en una entrevista despu¨¦s del partido. ¡°Cuando los seleccionadores y el Pr¨ªncipe William vinieron a depositar las flores en el cesped, fue¡bueno, francamente¡no tengo palabras¡¡±
Tampoco hubo palabras pero s¨ª una tremenda ovaci¨®n cuando sali¨® al campo en el segundo tiempo el jugador franc¨¦s musulm¨¢n Lassana Diarra, cuya prima muri¨® en los atentados. Todo el p¨²blico lo sab¨ªa, todos reconocieron el valor de su decisi¨®n de jugar pese al dolor que sent¨ªa. Diarra hab¨ªa hablado por todos los presentes cuando hab¨ªa dicho antes del partido que hab¨ªa que disputarlo para que el mundo nos viera unidos contra ¡°el horror¡± y a favor ¡°del amor, del respeto y de la paz¡±.
Greg Dyke, el presidente de la asociaci¨®n de f¨²tbol inglesa, finaliz¨® un discurso antes del partido citando unas palabras de Nelson Mandela: ¡°El deporte tiene el poder para cambiar al mundo. Tiene el poder para inspirar. Tiene el poder para unir a la gente de la manera en que pocas cosas lo hacen. El deporte puede crear esperanza donde antes solo hab¨ªa desesperaci¨®n¡±. ¡°Nunca estas palabras han sido m¨¢s apropiadas que esta noche¡±, declar¨® Dyke.
Mandela tambi¨¦n dijo que para realmente conquistar a la gente hab¨ªa que apelar no a las mentes sino a los corazones. Los terroristas pretenden hacer precisamente eso sembrando el miedo. Viendo la ceremonia de Wembley en sus televisores o sus iphones en Raqqa puede que se hayan burlado pero sabr¨¢n en el fondo que fue una victoria de los que anteponemos la vida a la muerte, presagio de la derrota final que alg¨²n d¨ªa ellos sufrir¨¢n. Puede que tarde mucho a?os pero llegar¨¢, y los que comparten los valores de Inglaterra y Francia, labrados con sacrificio y pensamiento y lucha durante siglos, saldr¨¢n reforzados, mientras que los otros ser¨¢n recordados como un brote de pestilencia en la historia de la humanidad.
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