La mudanza de Guardiola
Para irse como Guardiola, en silencio, casi con los zapatos en una mano, hay que ensayar un poco todas las noches
Nadie se va de los sitios como Guardiola, para el que una mudanza representa un elemento m¨¢s del f¨²tbol, capaz de hacer evolucionar el juego. En su teor¨ªa del aprendizaje es bueno empezar de cero cada cierto tiempo, como quien cambia de nombre, de pa¨ªs, de pareja, de bebida preferida, y mantiene en pie s¨®lo su fidelidad al bal¨®n, por la simple raz¨®n de que lo ama con locura. Resulta emocionante experimentar si una teor¨ªa del f¨²tbol exitosa soporta un cambio de domicilio, nuevos vecinos y jugadores, otro p¨²blico, incluso nuevos periodistas en sala de prensa. Supongo que un entrenador ambicioso, que no necesita pensar en el dinero, procura hacer todo lo que est¨¢ en sus manos para someter sus ideas a nuevos retos que las expongan, si es preciso, a la bancarrota total.
Para irse como Guardiola, en silencio, casi con los zapatos en una mano, hay que ensayar un poco todas las noches, yendo a por tabaco o a tirar la basura. ?l ha aprendido, como aquel poeta, a no pegar los muebles a las paredes, a no clavar muy hondo, a atornillar s¨®lo lo justo, incluso a respetar las manchas de anteriores inquilinos. As¨ª es m¨¢s f¨¢cil irse de casa y fichar por otro club. La vida se vuelve m¨¢s sencilla si tienes la maleta hecha desde el primer d¨ªa y las estanter¨ªas y los cajones vac¨ªos. Lenny Bruce contaba que empez¨® a tener proble-mas serios con la ley justo cuando y no ya le importaba dejar sus pertenencias tiradas por el apartamento. En una ocasi¨®n, durante un registro, un poli se fij¨® en unos polvos blancos. "?Qu¨¦ dices, que esto de tu c¨®moda es aspirina? Y entonces, ?para qu¨¦ es la jeringuilla?", pregunt¨®. "Es que sabe fatal", improvis¨® Bruce para salir del paso.
En f¨²tbol, cuando los d¨ªas se acomodan, existe un momento confuso a partir del cual el entrenador comienza a estar en manos de sus jugadores. El t¨¦cnico dirige los entrenamientos, grita desde el banquillo, escribe la alineaci¨®n en la pizarra, ordena los cambios, pero lentamente, a oscuras, el poder ya se ha desplazado a la plantilla. Se trata de un instante inestable, peligros¨ªsimo, en el que las cosas a¨²n parece que van bien, mientras se deterioran en silencio. Hay que tener muy buen o¨ªdo, y ser muy libre, como Guardiola, para escuchar esa m¨²sica que no suena y marcharse escopeteado de la ciudad.
La ambici¨®n del entrenador del Bayern se advierte en que simplemente aspira, cuando planea una mudanza, a que en su lugar quede la oquedad dejada por una idea del f¨²tbol, a semejanza de una almohada aplastada por una cabeza. Si hay un poco de suerte, tal vez el siguiente entrenador pregunte "?Qu¨¦ demonios es este hueco de aqu¨ª?", y cuando le digan que una idea, a lo mejor la retome, como hizo el propio Guardiola con la de Johan Cruyff. Se trata de dejar un legado, en lugar de escombros, e ir en busca de nuevas aventuras adentr¨¢ndose en la densa niebla, como si tras ella esperase Ingrid Bergman para subir a un avi¨®n y huir de Casablanca.
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