Bale desencadenado
Alguien dijo alguna vez que en el vestuario del Real Madrid exist¨ªa la creencia de que Jes¨¦ era mejor futbolista que Gareth Bale. Dado que los jugadores que pueblan ese vestuario siguen all¨ª, y no en un frenop¨¢tico, habr¨¢ que deducir que semejante pensamiento ha sido borrado de su cerebro. Durante muchos meses un debate perverso ha permanecido instalado en el madridismo: la titularidad del futbolista gal¨¦s. Que ven¨ªa impuesta, dec¨ªan, desde los despachos del Bernab¨¦u. Que Carlo Ancelotti, Rafa Ben¨ªtez y Zinedine Zidane, los tres ¨²ltimos entrenadores, no hac¨ªan sino plegarse a las exigencias de Florentino P¨¦rez, obedientes como son. Se nos explic¨® desde m¨²ltiples foros que el equipo jugaba mejor con un centrocampista en lugar del gal¨¦s. Los tres miembros de la llamada BBC (Bale, Benzema y Cristiano) se anulaban si coincid¨ªan en el c¨¦sped. Uno, en su ignorancia, echaba la vista atr¨¢s y comprobaba que el mejor partido que el Madrid ha ejecutado en lo que va de siglo fue con los tres juntos, en M¨²nich, ante un Bayern que se llev¨® la mayor goleada de su historia en casa (0-4) y que su t¨¦cnico, Pep Guardiola, justific¨® porque a ¨¦l nadie le hab¨ªa advertido de que al f¨²tbol pueden jugar atletas.
Supimos tambi¨¦n durante los ¨²ltimos meses que Bale era un cuerpo extra?o en el vestuario, aunque fuera un habitual en las francachelas que suele organizar la plantilla. Y hubo quien consigui¨® explorar en la mente de Cristiano y, al albur de los frecuentes mosqueos que el portugu¨¦s, individuo humilde donde los haya, se cog¨ªa cuando Bale no le ced¨ªa gustosamente el bal¨®n, dedujo que eran enemigos, como demuestra, sin duda, que Cristiano votara a Bale para el Bal¨®n de Oro. Y hurgando en la basura se nos intent¨® convencer de que Bale era un cero a la izquierda en los partidos grandes. Pero, siempre desde el desconocimiento, uno acud¨ªa a las im¨¢genes de los cuatro ¨²ltimos t¨ªtulos ganados por el Madrid y ve¨ªa a Bale correr la banda en una final de Copa ante el Bar?a, subirse a la grada a saludar a la familia all¨ª presente, regresar al c¨¦sped todav¨ªa por delante de su defensor y marcar el gol del triunfo. O le contemplaba cabeceando el 2-1 ante el Atl¨¦tico en el partido que le dio al Madrid la D¨¦cima. O dando una asistencia de museo a CR7 en el primer gol de la final de la Supercopa ante el Sevilla. O, en fin, marcando el segundo tanto en la victoria blanca en el Mundialito.
Las sonrisas del destino
Cuatro casualidades ser¨ªan. O sonrisas del destino, que dir¨ªa Pablo Iglesias. El problema del Madrid, proclamaban los que de esto saben, era Bale, su indolencia, su apat¨ªa, su anarquismo. La ¨²ltima vuelta de tuerca le mostraba hundido por el despido de Ben¨ªtez, su gran valedor. Tanto dolor agrupaba Bale que en el siguiente partido, ya con Zidane, solo marc¨® tres goles, el muy desagradecido. Ese d¨ªa el Bernab¨¦u le despidi¨® con una atronadora ovaci¨®n y el p¨¦rfido debate, nacido, crecido y reproducido por los m¨¢s afamados defensores de la esencia futbol¨ªstica, qued¨® muerto y enterrado. D¨ªas despu¨¦s se supo que Bale le hab¨ªa costado al Madrid 100 millones de euros, como inform¨® desde el primer d¨ªa este peri¨®dico, y no los 91 que publicit¨® el club para no da?ar el ego de Cristiano y que este siguiera pareciendo el futbolista m¨¢s caro de la historia, a la espera de conocer si Neymar tiene alg¨²n primo segundo que tambi¨¦n se haya lucrado con su traspaso al Bar?a. Esta temporada Bale lleva 14 goles y 10 asistencias en 21 partidos. Siete de esos goles fueron de cabeza. As¨ª las cosas, y puestos a inventar debates, el siguiente bien puede versar sobre la incidencia que en esa cifra de goles tiene el espantoso quiqui que de un tiempo a esta parte luce el gal¨¦s en su cabellera, dado que solo alguien muy ruin osar¨ªa abrir otro debate afirmando que ayer el Madrid empat¨® con el Betis por la ausencia de Bale.
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