Marsal: el gol del minuto largo que dur¨® 12 segundos
¡ªYo no quer¨ªa hacer nada especial, simplemente meter un gol. Pero la cosa se fue complicando y complicando. Cada vez que sal¨ªa de una, me met¨ªa en otra. Hasta que encontr¨¦ una rendija y marqu¨¦ el gol. ?Entonces, la que se arm¨®! ?Se llen¨® el Bernab¨¦u de pa?uelos, como cuando en los toros piden la oreja!
Esto me contaba Ram¨®n Marsal la primera y ¨²nica vez que le vi, en la grada de la Ciudad Deportiva. Yo era un joven periodista, ¨¦l, un futbolista retirado. No pude por menos que preguntarle por aquel gol al Athletic de Bilbao del que tanto hab¨ªa o¨ªdo hablar desde a?os atr¨¢s. El gol del minuto largo, lo llamaron. Se contaba que hab¨ªa estado m¨¢s de un minuto regateando bilba¨ªnos en el ¨¢rea, de adelante para atr¨¢s, hasta marcar el gol.
¡ªNo s¨¦, un minuto no ser¨ªa. ?Pero a m¨ª se me hizo largo! Supongo que al p¨²blico, m¨¢s todav¨ªa.
Sucedi¨® el 17 de noviembre de 1957. El Madrid iba l¨ªder, pero ven¨ªa de perder 3-0 en Gij¨®n. Era la primera derrota en nueve jornadas, pero estremeci¨®. El Athletic, entonces a¨²n Atl¨¦tico, estaba a cuatro puntos, pero con un partido aplazado. Los bilba¨ªnos pisaban fort¨ªsimo en aquellos a?os. En 1956 hab¨ªan hecho doblete, mientras el Madrid ganaba su primera Copa de Europa. Eran los a?os de Carmelo, Or¨²e, Garay, Canito, Mauri, Maguregui, Arteche, Marcaida, Arieta, Uribe y Ga¨ªnza, que a¨²n siguen recitando los cl¨¢sicos. Los once eran vizca¨ªnos.
Eso s¨ª: llegaron a Madrid con la mala sorpresa de un tiempo brillante. Se dec¨ªa que los bilba¨ªnos tra¨ªan la lluvia consigo a los partidos en Madrid y as¨ª sol¨ªa ser. Ese sol deslumbrante de noviembre les desconcert¨® un poquito. Ven¨ªan adem¨¢s con tres bajas serias: Maguregui, Uribe y Ga¨ªnza. Maguregui y Uribe mov¨ªan el cotarro en la media. Ga¨ªnza, ya mayor, segu¨ªa siendo un pu?al en la izquierda.
El Madrid ten¨ªa en la delantera cuatro titular¨ªsimos: Kopa, Di St¨¦fano, Rial y Gento. El interior derecho se lo discut¨ªan Enrique Mateos y Ram¨®n Marsal. Cada uno jugaba hasta que se lesionaba, luego entraba el otro.
Eran muy diferentes. El Bernab¨¦u le ten¨ªa m¨¢s cari?o a Enrique Mateos, al que apodaron Fifirichi, porque era delgado, m¨¢s bien poca cosa. Muy combativo, infatigable, oportunista. En alg¨²n sentido, parecido a Ra¨²l. Era adem¨¢s chico de barrio, hijo de un panadero de Embajadores. Protest¨®n, un poco golfillo en su juego. Ah¨ª se diferenciaba de Ra¨²l. Por su parte, Marsal era un chico de clase acomodada, formado en el Pilar. M¨¢s alto, m¨¢s fino, m¨¢s t¨¦cnico. Se admiraba su clase, pero se le reprochaba frialdad. Un poco como el Benzema de hasta hace poco. Marsal pas¨® por el juvenil, estuvo cedido en el H¨¦rcules y en el Murcia, antes de llegar al Madrid. Jug¨® la final de la primera Copa de Europa. Mateos lleg¨® desde el Plus Ultra. Jug¨® la final de la segunda.
El partido empez¨® a las 15:45, para apurar la luz natural. Pronto se vio que a los bilba¨ªnos les pesaban las bajas. Salieron Etura, Marcaida y Beitia por los ausentes, y no era lo mismo. El Madrid sali¨® con su equipo de lujo, salvo en los laterales, donde Atienza y Rubio sustitu¨ªan a Marquitos y Lesmes.
Espoleado por los comentarios posteriores a la derrota de Gij¨®n, el Madrid sali¨® en tromba. Abri¨® el marcador a los 8 minutos y en el descanso ya estaba 3-0 (Kopa, Marsal y Di St¨¦fano), y eso que Carmelo estuvo formidable. El Bernab¨¦u viv¨ªa una tarde pl¨¢cida. Los bilba¨ªnos se cruzaron reproches en el descanso y salieron con otro aire. Entre eso y que el Madrid respiraba, dominaron y le sacaron tres buenas paradas a Dom¨ªnguez. Pero en el 59 un saque precipitado de falta de los bilba¨ªnos tropieza en el ¨¢rbitro, Gonz¨¢lez Echevarr¨ªa, sale escupido para Di St¨¦fano y ¨¦ste lanza a Gento, que corre a campo abierto y corona con un zambombazo. 4-0.
Luego, el partido se va durmiendo hasta que llega el prodigio. Sucede en el 86. Marsal coge el bal¨®n en su zona, el callej¨®n del ocho, dribla a Etura y se va solo hacia Carmelo, que sale a su encuentro; llegan casi a tiempo al bal¨®n, que Marsal se lleva forzadamente hacia su izquierda, desenfil¨¢ndose de la porter¨ªa. Cuando lo recoge, est¨¢ casi en el pico del ¨¢rea chica; entonces vuelve hacia la puerta y se encuentra a Canito y Garay, que han corrido a tapar la brecha; el p¨²blico espera que marque entre ellos, pero en lugar de eso les dribla, en un parsimonioso eslalon sobre la frontal del ¨¢rea chica, en paralelo a la de puerta; cuando sale de ellos, se encuentra a Carmelo, al que hace una finta para un lado, luego para otro; el portero se tira a sus pies, se le escapa, le lanza un pie, se le vuelve a escapar, todo ello con el p¨²blico ya en pie, la mayor¨ªa temiendo que se le escapara el gol, por su parsimonia; de vuelta de Carmelo, otra vez encara a los dos defensas y al fin encuentra una rendija por la que colar el bal¨®n, suavemente. El campo se llena de pa?uelos. A¨²n caer¨¢ el 6-0, obra de Rial.
Seis goles al Atl¨¦tico de Bilbao entonces era una enormidad, pero el d¨ªa siguiente s¨®lo se hablaba del gol Marsal. De que estuvo m¨¢s de un minuto regateando bilba¨ªnos. De que no hay otro como ¨¦l o bien de que si no lo mete era para matarlo.
Releyendo las cr¨®nicas de aquellos d¨ªas, se nota la divisi¨®n. En Marca, Antonio Valencia le elogia largamente: ¡°(¡) de los mejores goles que se han visto en el recinto (¡) yo no se lo recuerdo as¨ª ni a Di St¨¦fano (¡) me alegrar¨ªa que el gol de bandera sirviera de garant¨ªa para que el p¨²blico le midiera con el mismo rasero que al pr¨®jimo¡¡±. Sin embargo, el relato en ABC de Lorenzo L¨®pez Sancho, es este: ¡°Haciendo dif¨ªcil lo que era f¨¢cil, sorte¨® a portero y a tres defensas hasta colocar con un empujoncito de jugador de golf la pelota en el agujero del Atl¨¦tico. Gol barroco, recargado, de malabarista de circo, que busca el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, entusiasm¨® a la multitud que, con entera justicia, hubiera abroncado al delantero si en su empecinada adhesi¨®n a la pelota hubiera marrado la jugada¡±.
Carmelo a¨²n lo recuerda desde su caser¨ªo, entre Durango y Amorebieta, desde donde atendi¨® mi llamada:
¡ª?Es el ¨²nico que me regate¨® en mi carrera! Y no una, sino cuatro veces en la misma jugada. Las cuatro estuve a punto de quit¨¢rsela, se me fue por mil¨ªmetros.
Marsal no tuvo suerte. No muchos meses despu¨¦s, pisando un bal¨®n en partido ante el Celta, se rompi¨® el menisco y un ligamento interior. Ten¨ªa 24 a?os. Nunca llegaron a curarle bien. Altern¨® estancias en el Madrid con cesiones en Segunda al Levante y al Plus Ultra, el filial. Ya con 28 a?os fue al Murcia, en Segunda, donde ascendi¨® y a¨²n jug¨® dos temporadas en Primera. Se retir¨® en el Abar¨¢n, en Segunda, con 31.
Perito industrial, instal¨® un negocio de fontaner¨ªa. Mataba la nostalgia acudiendo al f¨²tbol, incluso a algunos entrenamientos, como aquella vez que le encontr¨¦. Todo el mundo le hablaba del gol del minuto largo. Falleci¨® con 72 a?os. Hoy tendr¨ªa 81.
El gol, visto en YouTube, dura doce segundos desde que Marsal aparece en pantalla, que es despu¨¦s de haber driblado a Etura. Visto ahora, sin la pasi¨®n del momento, no deja de ser singular, pero el relato que viene de la noche de los tiempos parece hoy algo exagerado, y desde luego lo es mucho en cuanto a la duraci¨®n. No dur¨® un minuto largo, pero cre¨® tal suspense que par¨® el tiempo y todos los que lo vieron sintieron haber asistido a algo ¨²nico.
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