Aduriz firma el festival del Athletic
Sus tres goles, y otro de Muniain, dan lustre a la victoria sobre un Deportivo muy ingenuo
La tarde-noche estaba para escuchar fados. Coger la discograf¨ªa de Amalia Rodrigues, Dulce Pontes, Mariza, Margarida Bessa, Carlos do Carno o Waldermar Bastos, el angole?o que no hace fados, pero lo parece, y entender que la lluvia puede ser algo m¨¢s que melancol¨ªa. Estaba la tarde-noche para leer a Pessoa o a Alexandre O?Neil, o a Bittoriano Gandiaga, el mejor poeta vasco, que contrastaba su aspecto melanc¨®lico con su sonrisa permanente. Al lado de San Mam¨¦s, donde anidaban los aficionados del Deportivo incubando el partido, el regente del bar puso una y otra vez Knocking on heavens door de Bob Dylan. Todo un mensaje intencionado, sin embargo, celebrado por los aficionados deportivistas porque... Bob Dylan es Bob Dylan. Pero quien llamaba a las puertas del cielo era Aritz Aduriz, a sabiendas de que tiene a San Pedro cabreado de tanto abrirlas para que pase el mismo pesao de siempre. Porque a los dos minutos ya se plant¨® ente el debutante (de 37 a?os) Platikosa (tres Mundiales y dos Eurocopas a su espalda y ahora tercer portero del Depor) anunciando que llamaba para invadir la casa de la felicidad que es la porter¨ªa. Que el cielo era cosa suya, vamos y que pasaba muchos fines de semana all¨ª e incluso d¨ªas laborales.
Pero tuvo que esperar porque se le adelant¨® Muniain, su nuevo ayudante, en una jugada al primer toque en la que intervinieron De Marcos, Susaeta, Aduriz, Ra¨²l Garc¨ªa y el goleador, Muniain, que la empuj¨® con el Deportivo mareado ante tanto zigzagueado del bal¨®n por abajo y por arriba. Porque el Deportivo nuca entendi¨® al Athletic. Trazo su esquema como un t¨®tem y se aplic¨® a no apartarse ni un cent¨ªmetro de las l¨ªneas rojas, tan de moda. Y por eso, dej¨® jugar a Be?at, le dio aire y metros, o sea, le dio la bendici¨®n y por tanto el placer al Athletic y, para m¨¢s inri, le dej¨® ratonear a Muniain que adora bailar sobre el queso.
Y estaba Susaeta, que ten¨ªa el d¨ªa y la noche, que estaba en vena, que manejaba los tiempos y los regates, los centros y los remates, volviendo a ser el futbolista imprevisible para todos, menos para sus compa?eros. Y tras un cabezazo fallido de Aduriz regado con aplausos de consuelo, por sorprendente que fue, lleg¨® su gol por una generosidad preciosa y precisa de Susaeta que entre el gol y el goleador eligi¨® al segundo. Y fall¨®, luego, un gol porque proven¨ªa de un fuera de juego. Faltaba un poco ara que se abrieran las puertas del cielo de par en par.
Entre medio, por ejemplo, el Deportivo reaccion¨® un poco con la entrada de Juanfran y Cartabia, y de hecho hizo un gol por obra de Riera tras un fuera de juego de su asistente, Lucas. El de Aduriz, que lo fall¨®, por el suyo, que lo asisti¨®. Puro espejismo sahariano bajo la lluvia. A¨²n cantaban los aficionados deportivistas, cuando Aduriz aprovech¨® otro centro de Susaeta cabeceando con la barbilla en el cuello, como se cabecea lo que viene llovido del cielo. Y luego, hizo la del goleador, caza un bal¨®n rebotado, otra vez llovido del cielo, metiendo el empeine, cay¨¦ndose mientras el defensa piensa, ¡°?pero que hace este loco?¡± Pues eso, cambiar el fado por Bob Dylan. Llamar a las puertas del cielo y que le abran. Porque entre genios, se entienden. Y porque si Amalia Rodrigues cantaba con las tripas, Aduriz juega con las tripas Todo cara vista. Todo coincid¨ªa.
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