El Athletic se impone a un d¨¦bil y t¨ªmido Betis
Victoria pl¨¢cida de los rojiblancos con un gran Sabin Merino, autor de dos goles
Hay partidos, hay rivales, que son como el aceite en la ensalada: un b¨¢lsamo necesario, untuoso, sabroso y suave. Sin ¨¦l, el plato muere por su aspereza y pierde todo su sentido. Se usa la ensalada para refrescar asuntos m¨¢s tersos, sabores m¨¢s intensos, aquellos donde prevalecen la pimienta o el piment¨®n, la salsa densa. Despu¨¦s de la sopa de lluvia del jueves en la Liga Europa frente al Valencia, un sopicaldo abrasador, el Betis se convirti¨® para el Athletic en la paz de la ensalada: un equipo tierno, sin picante, con un aire de humildad que enternec¨ªa un plato que se antojaba de dudoso gusto tras el exceso del jueves. El esfuerzo siempre genera dudas. Hay partidos que cansan la cabeza, otros las piernas y algunos hasta el alma. Los hay, incluso, que cansan las tres cosas y dificultan el retorno a la vida cotidiana, o sea, a la Liga, que es el trabajo de cada d¨ªa.
El Betis hizo mucho para que el retorno fuera pl¨¢cido. Valverde hab¨ªa elegido lo que, en los tiempos de penuria, se llamaba el plan B, es decir, dejar fuera del equipo titular a tipos como Aduriz, De Marcos, Etxeita o Be?at, pensando en el jueves pasado y en el del porvenir. Y el resultado tuvo algo de m¨¢gico, porque San Jos¨¦, reci¨¦n estrenada su paternidad que le alej¨® del coque europeo, se pareci¨® mucho a Be?at poni¨¦ndole al partido la pausa necesaria y la claridad que se escond¨ªa entre las nubes. Y resurgi¨® Mikel Rico en su mejor versi¨®n, m¨¢s all¨¢ del chico de los recados, stopper, creador y rematador a la vez. Y Merino, que sabe que no es Aduriz, ha aprendido, sin embargo, que el gol es el arte del enga?o y de la fe. A todo esto asisti¨® el Betis como quien mira el partido tras los ojos peque?os del capirote de un nazareno en Semana Santa. Ve¨ªa lo justo y con la mirada baja, en el suelo, como quien mide las aceras, N?Diaye era visible por su tama?o y Musonda, por sus cabriolas, pero eran trompetas de rutina, cornetines. El resto nunca le cogi¨® el tono a la canci¨®n del partido, mientras el Athletic eleg¨ªa a sus solistas. Hay partidos, s¨ª, que permiten discutir qui¨¦n fue el mejor teniendo todos raz¨®n. Marc¨® Sabin Merino, con astucia en el control, tras un gran pase de San Jos¨¦, despu¨¦s de un acoso rojiblanco de media hora en la que el Betis solo dispar¨® una vez por encima de la porter¨ªa. El segundo gol fue un acto extra?o, de esos en los que se mezcla la duda, la incertidumbre y la resoluci¨®n. Cabece¨® Muniain, s¨ª Muniain, contra el brazo de Montoya y pidi¨® penalti. Pod¨ªa serlo o no, pero tercio Mikel Rico entre las dudas del ¨¢rbitro para en un segundo rentara a la red, demostrando que el ¨¢rbitro no es lo m¨¢s importante, sino un accesorio del f¨²tbol en el que que no conviene fijarse demasiado. La sal, s¨ª, pero la justa y necesaria.
Hab¨ªa encarrilado el Athletic el partido sinti¨¦ndose, adem¨¢s, superior, inaccesible, mientra el Betis escarbaba el partido con cuchara de palo. No funcionaba el medio campo y el ataque eran eso, cabriolas de Musonda, muy bellas, como las olas que siempre acaban en el mismo sitio. Los goles engrandecieron su actitud, ante lo que avisaba una tempestad. Y lleg¨® el tercer gol, otra vez de Sabin Merino, pero en realidad, nacido de la bota incre¨ªble de Mikel Rico, que enganch¨® un bal¨®n fuera del ¨¢rea, tras un corner, sin dejarlo caer al suelo. Adan lo repeli¨® y Merino tuvo la frialdad de poner solo la bota para que descansara en la red. Cualquier otro trato quiz¨¢s lo hubiera llevado al cielo, o al limbo donde habitan las ocasiones perdidas. Todo hab¨ªa acabado, el plato untado con el pan de los goles, el aceite en su lugar y el vinagre bals¨¢mico. Quiso sin embargo el f¨²tbol resarcir a Rub¨¦n Castro cuando dispar¨® contra el poste. En el corner, cabece¨® a la red tras un mal despeje de Aduriz. Para entonces, los camareros se dispon¨ªan casi a recoger la mesa.
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