El ¡®show¡¯ de la Indy
La competici¨®n m¨¢s importante de monoplazas de Estados Unidos, que arranc¨® en Florida, acoge esta temporada el centenario de las 500 millas de Indian¨¢polis
El olor a gasolina se mezcla con el aroma a pollo frito, hot dogs empanados y arepas ¡ªversi¨®n gringada, que dicen los latinos¡ª. El calor tropical del primer fin de semana de marzo se ceba con las calles de San Petersburgo, en una pen¨ªnsula de Florida ba?ada por la bah¨ªa de Tampa, donde se celebra la primera carrera de la competici¨®n de monoplazas m¨¢s importante de Estados Unidos: la IndyCar. La expectaci¨®n es a¨²n mayor cuando se trata de la puesta de largo de una temporada que acoger¨¢ a finales de mayo el centenario de uno de los iconos legendarios del deporte norteamericano: las 500 millas de Indian¨¢polis.
El zumbido de los coches recorre cada rinc¨®n del complejo. Desde el hangar del aeropuerto de Albert Whitted ¡ªen esta ciudad despeg¨® en 1914 el primer vuelo comercial de la historia¡ª, hasta el teatro Mahaffey, en cuya platea los pilotos se re¨²nen para repasar las novedades de la temporada.
La primera gran diferencia con la f¨®rmula 1 es la extrema igualdad entre los coches. ¡°Es como si todo el mundo corriera con el Mercedes¡±, apunta Juan Pablo Montoya, ganador de la primera carrera, a EL PA?S, diario invitado por la cadena ESPN a la apertura del campeonato. El colombiano, piloto de Penske, el equipo m¨¢s poderoso junto a Chip Ganassi, es una de las estrellas. El a?o pasado se llev¨® las 500 millas y acab¨® segundo en la general, empatado a puntos con el campe¨®n, Scott Dixon. A sus 40 a?os, el excorredor de Williams y McLaren vive en Estados Unidos una segunda juventud en el entorno donde explot¨® como piloto a finales de los 90. La bandera colombiana y la camiseta cafetera son parte del atrezo habitual del circuito.
Si la f¨®rmula 1 se entiende en ocasiones como una carrera de ingenieros, en la Indy manda sobre todo la habilidad del piloto. Solo hay dos suministradores de motores, Honda y Chevrolet ¡ªla serie conf¨ªa en que pronto se sume un tercer fabricante¡ª y el dise?o del coche es cerrado, salvo para los amortiguadores. Los equipos tienen menos espacio de maniobra e ingresos m¨¢s ajustados. "El presupuesto de un equipo de f¨®rmula uno puede pagar por todos los equipos de la Indy dos veces", asegura Eddie Cheever, expiloto de f¨®rmula 1, ganador de las 500 millas en 1998 y comentarista de la serie para ESPN. "Para montar un equipo necesitas entre 3,7 y 4 millones de euros", a?ade Kevin Diamond, portavoz del equipo KV Racing.
La serie remonta el vuelo
La IndyCar no vive sus mejores tiempos. En 1995, Tony George, due?o del circuito de Indian¨¢polis, se pele¨® con la CART, que entonces organizaba el campeonato, y cre¨® la Indy Racing League. Convivieron como competiciones independientes hasta su fusi¨®n en 2008. ¡°La escisi¨®n fue muy da?ina, todav¨ªa nos estamos recuperando¡±, asegura Mark Miles, al frente de la serie desde 2012.
La audiencia de televisi¨®n revela la ca¨ªda: ahora es un 70% inferior a la media de mediados de los 90, aunque un 40% m¨¢s que en 2013. ¡°La serie no est¨¢ haciendo dinero ahora¡±, reconoce Miles, ¡°pero hemos mejorado en los ¨²ltimos tres a?os¡±. A corto plazo, Miles espera sumar alguna sede extranjera a las 15 actuales (una celebra dos pruebas), todas norteamericanas.
En el ca¨®tico y hermoso barullo sobre la pista se divierte un exultante Takuma Sato, otra de las exfiguras de la formula 1 que dio el salto a la IndyCar, hace ahora siete a?os. El arriesgado pilotaje del japon¨¦s corre a cargo este a?o del equipo A. J. Foyt, fundado por una de las figuras legendarias de la competici¨®n. ¡°Puedes ganar la carrera desde la cola de parrilla. ?Es imposible predecir qui¨¦n se va a llevar el triunfo!¡±, apunta Sato, que se desliza del paddock a la pista con su patinete. Cuando lo aparca, su sombra es la de un espa?ol, Ra¨²l Prados, de 36 a?os, su ingeniero jefe desde esta temporada. El castellonense es uno de los seis elegidos que toman decisiones en el box del equipo, donde se sienta junto al presidente. ¡°Es dif¨ªcil trabajar con el paquete que tienes y hacerlo ir deprisa¡±, afirma el ingeniero, que lleg¨® a la Indy hace ahora cuatro a?os. ¡°Aqu¨ª se ve m¨¢s contacto. El peligro est¨¢ en los circuitos ovales. En las 500 millas vas a 380 km/h de media. Si tienes un accidente las fuerzas g son muchos m¨¢s grandes y est¨¢s m¨¢s cerca del muro¡±. Cinco de las 16 carreras se celebran en ¨®valos, seis en circuitos urbanos y cinco en permanentes. La seguridad es una de las grandes preocupaciones. En los ¨²ltimos 25 a?os han muerto nueve pilotos, el ¨²ltimo el curso pasado, cuando Justin Wilson falleci¨® desp¨²es de recibir en el casco el impacto de una pieza de otro monoplaza. ¡°No siento m¨¢s inseguridad aqu¨ª en la Indy¡±, opina, sin embargo, Sato. ¡°El ¨²nico peligro es que los pilotos est¨¢n al descubierto. Cuando se solucione habr¨¢ una revoluci¨®n¡±.
Un deporte para los fans
La distancia entre los pilotos y los espectadores es pr¨¢cticamente nula. Un p¨²blico que conforma un interesante pantone. Desde el perfil country, granjero, hasta el lujo de quien aparca su yate en la bah¨ªa de Tampa para ver la carrera por cerca de 8.000 euros, con 14 entradas. Por 120 euros se puede adquirir un abono para todo el fin de semana, y por 230 el aficionado tiene incluso acceso al paddock y el pit lane, menos el d¨ªa de la carrera. ¡°Es un deporte hecho para los fans que tiene el objetivo de hacer un buen show¡±, resume Montoya. ¡°Hemos estado detr¨¢s de la pista durante el desfile y hemos recorrido el pit mientras han encendido los motores ?Est¨¢bamos a tres metros de ellos¡±, exclama Kevin mientras degusta una cerveza en un bar flotante. ¡°?A los hombres les gusta la Indy porque les gusta el ruido!¡±, replica, ya lejos de la zona noble, otro aficionado al que le faltan algunos dientes.
Detr¨¢s de las gradas se encuentra el ¨¢rea de ocio del circuito. Los puestos de comida r¨¢pida se mezclan con las tiendas de merchandising. Un vendedor ambulante ofrece cerveza por siete d¨®lares mientras los pinchos de pollo con salsa de barbacoa triunfan en el puesto de enfrente por 20. El montaje respira cierto aroma a feria ambulante que encuentras en una carretera perdida.
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