El gesto de Lunger que salv¨® la vida a sus compa?eros en el Nanga Parbat
La italiana renunci¨® a ser la primera mujer en coronar el ochomil en invierno para evitar la muerte y proteger a sus compa?eros
Una persona que deja atr¨¢s la seguridad del ¨²ltimo campo de altura y arranca camino de la cima de una gran monta?a recuerda, casi inevitablemente, a las primeras naves que sondearon el espacio. Sab¨ªan d¨®nde ir pero nunca estaba claro que regresar¨ªan. Un alpinista que persigue la cima de una monta?a como el Nanga Parbat, una cima que hasta hace unos d¨ªas nadie hab¨ªa pisado en invierno, agita en su cabeza un c¨®ctel explosivo de determinaci¨®n y ambici¨®n permanentemente confrontado a la necesidad de sobrevivir. Alcanzar la cima puede ser m¨¢s sencillo que tener fuerzas para deshacer el camino.
Los grandes alpinistas que han llegado a envejecer recuerdan que en monta?a el ¨¦xito no pasa por la cima, sino por la capacidad de renuncia. Pero esta capacidad no se improvisa: debe de ser m¨¢s fuerte que el ego, uno debe ser capaz de anteponer su existencia a la consecuci¨®n de una meta.
La historia del alpinismo rebosa casos opuestos y no solo entre grandes alpinistas: la banalizaci¨®n del Everest, con sus laderas cargadas de cad¨¢veres, nos lo recuerda. Por eso merece la pena celebrar el gesto de la italiana Tamara Lunger (29 a?os) en el Nanga Parbat. Apenas a 100 metros de la cima, 20 o 30 minutos de esfuerzo tras dos meses de espera, la italiana decidi¨® dar media vuelta. En la cima le esperaba fama y reconocimiento mundial, hacer historia, contratos de publicidad y un trampol¨ªn excelente para su carrera de alpinista. Monta?a abajo le esperaba la vida.
As¨ª que mientras sus compa?eros?Simone Moro, Ali Sapdara y Alex Txikon se alejaban ladera arriba, ella empez¨® a perder altura. Todos llegaron al atardecer sanos y salvos al ¨²ltimo campo de altura, y de ah¨ª hasta el campo base, un d¨ªa despu¨¦s.
¡°Es la primera vez en mi carrera de alpinista que asisto a una demostraci¨®n tan emocionante de generosidad y ¨¦tica aplicada a las monta?as. En lugar de convertirse en la primera mujer en la historia en coronar un ochomil in¨¦dito en invierno, Tamara pens¨® en nosotros al renunciar. Es una de las cosas m¨¢s incre¨ªbles que he visto en mi vida de escalador¡±, se emociona Simone Moro, amigo de la italiana, ambos atletas de The North Face.
Tamara Lunger vomit¨® todo su desayuno al amanecer, estaba deshidratada y se encontraba cerca de su l¨ªmite f¨ªsico. De haber buscado la cima, sus tres compa?eros se hubieran visto en la tesitura de tener que ayudarla a regresar al campo de altura, pero ni siquiera llevaban una cuerda con la que asistirla y, peor a¨²n, en la ruta que hab¨ªan escogido el regreso a la tienda exig¨ªa una larga traves¨ªa, un flanqueo en el que ayudar a una persona sin fuerzas es un suicidio.
?Unos 50 grados bajo cero
?Ese d¨ªa, los cuatro himalayistas soportaron temperaturas vecinas a los 50 grados bajo cero. Todos circulaban al l¨ªmite de sus fuerzas. Improvisar el rescate de Tamara en esas condiciones hubiera significado un final dram¨¢tico para la expedici¨®n. Tamara salv¨® a sus compa?eros del compromiso terrible de tener que ayudarla. Solo por ¨¦ste motivo su gesto se antoja m¨¢s importante que la efem¨¦ride de la cima conquistada.
¡°El D¨ªa de cima¡±, explica Tamara, ¡°la sensaci¨®n de compromiso era enorme. Sin duda, sab¨ªa que ese d¨ªa pod¨ªa costarme la vida, as¨ª que me pregunt¨¦: ?Qu¨¦ es lo que realmente importa? Y no tuve ni que responderme¡±.
Pese a todo, la italiana lleg¨® muy lejos, sufriendo por falta de aclimataci¨®n, sometida por el fr¨ªo. Lleg¨® a resbalar y casi cae, lo que la hubiera matado. A su lado, Simone le informaba de la altura a la que estaban, la animaba.
?Cima a la vista
?Con la cima a la vista, mir¨® a su amigo y le dijo: ¡°Simone, si voy hasta arriba vas a tener que ayudarme a bajar¡±. ¡°Pese a esto, me anim¨® a seguir¡±, recuerda Tamara, ¡°pero enseguida entend¨ª de que en la monta?a no tengo que contar con la ayuda de otra persona. Necesito salvarme a m¨ª misma, nadie m¨¢s lo har¨¢. Tal vez mis compa?eros lo habr¨ªan intentado, pero hubiese sido imposible y solo les estar¨ªa metiendo en problemas¡±.
Los alpinistas que llegan a envejecer recordar¨¢n aqu¨ª que la autonom¨ªa es el mejor atributo de un alpinista. ¡°Tomar la decisi¨®n de renunciar al ¨¦xito no fue dif¨ªcil, porque el hecho de tener que bajar, no fue solo un pensamiento en mi mente, sino un flash en mi cerebro. Creo que fue una combinaci¨®n entre creer en Dios, mi enfoque espiritual de la monta?a y el conocimiento de mi cuerpo, lo que me hizo tomar esta decisi¨®n. Y estoy seguro de que todo eso junto, salv¨® mi vida¡±¡ y probablemente la de sus compa?eros.
La alumna y el mentor
Llegada la hora de la cena, Barbara, esposa de Simone Moro y profesora de Educaci¨®n F¨ªsica, coment¨® que hab¨ªa entre sus alumnos una chica especial, un portento f¨ªsico con una madurez impropia de su edad. Se llamaba Tamara Lunger y era la hija de Hansjorg, una estrella del esqu¨ª de monta?a. Educada en un entorno de monta?a, Tamara se convirti¨® enseguida en una atleta y en una gran especialista del esqu¨ª de monta?a: campeona del mundo sub-23, dos veces campeona de Italia senior, su vida de competidora empez¨® a diluirse cuando, ante la insistencia de Barbara, Simone la invit¨® a una expedici¨®n en 2009. "Ahora nos conocemos desde hace a?os y nuestra relaci¨®n ha ido creciendo en todas las expediciones que hemos compartido. Estoy casi 100% segura de que no voy a encontrar a alguien mejor con quien escalar. Me ense?a mucho y aprendo de ¨¦l en cada momento".
Siento una armon¨ªa perfecta entre nosotros. Podemos tener horas y horas de conversaci¨®n cuando toca esperar en un campo base. A veces, los nervios de Simone son demasiado para m¨ª y tengo que calmarle un poco.
He crecido mucho en todas mis expediciones y a veces soy bastante dura con ¨¦l tambi¨¦n. Lo bueno es que ¨¦l me conoce como nadie. ?l me ha ayudado mucho tambi¨¦n con los problemas en mi vida normal. Ahora lo veo m¨¢s como mi mejor amigo, hermano y, a veces, hasta como un padre".
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