Mano a mano hemos quedado
Henao y Contador se citan para la contrarreloj tras ganar Diego Rosa en Arrate
Ser¨¢ como lo que escribi¨® Celedonio Flores, argentino, poeta, letrista, periodista, locutor y boxeador. Entre lo uno y lo otro, entre esto y aquello, se le ocurri¨® escribir el tango Mano a mano que Carlos Gardel, autor de la m¨²sica junto al uruguayo Jos¨¦ Razzano, elev¨® a la categor¨ªa de Carlos Gardel, que es como subir a tu casa por los andares de ti mismo. As¨ª acabaron el colombiano Sergio Henao y el espa?ol Alberto Contador, ret¨¢ndose a un mano mano como el que escribi¨® Celedonio Flores para el d¨ªa de ma?ana, en la contrarreloj de Eibar de 16,5 kil¨®metros, con subidas y curvas para exigir o temer. Entre ellos se la juegan, ahora distanciados por seis segundos del colombiano al espa?ol, con Pinot y Purito en la sala de espera por si se desmaya el padre de la criatura y con Nairo, a 38 segundos, descartado sin posibilidad alguna de que enfermera ninguna le deje pasar por las entretelas del paritorio.
CLASIFICACI?N
ETAPA
1. Diego Rosa (ITA) Astana 4h:19:19
2. Sergio Henao (COL) Sky a 3:13
3. Alberto Contador (ESP) Tinkoff m.t
4. Joaquin Rodriguez (ESP) Katusha a 3:15
6. Samuel S¨¢nchez (ESP) BMC a 3.40
7. Nairo Quintana (COL) Movistar a 3.41
GENERAL
1. Sergio Henao (COL) Sky 22h:15:24
2. Alberto Contador (ESP) Tinkoff a 6
3. Thibaut Pinot (FRA) Francaise a 10
4. Joaquin Rodriguez (ESP) Katusha a 12
5. Samuel Sanchez (ESP) BMC a 31
6. Nairo Quintana (COL) Movistar a 38
Escribi¨® Celedonio aquello de que ¡°nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado (¡) si precis¨¢s una ayuda, si te hace falta un consejo, acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo, p?ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasi¨®n¡±. Pod¨ªan hab¨¦rselo cantando Henao y Contador a expensas de la batalla de ma?ana, donde ganar¨¢ quien m¨¢s arriesgue, quien m¨¢s fuerza tenga, quien m¨¢s suerte convoque. Ellos fueron los grandes, despu¨¦s del m¨¢s grande del d¨ªa. Diego Rosa iba vestido de azul celeste bajo un cielo gris. Una combinaci¨®n de colores no desafortunada seg¨²n los cambiantes est¨¢ndares de la moda, y menos en Euskadi, donde la tradici¨®n dura much¨ªsimo m¨¢s que una estaci¨®n.
El italiano del Astana se fue como quien da vuelta a un paraguas bajo el viento: ya que vas p?alla, vayamos p?all¨¢, y a los 25 kil¨®metro se fue con unos amigos a ver mundo, el mundo que rodea al destino, Arrate, el santuario ciclista, aunque disminuido como prueba de exigencia. Y luego fue ret¨¢ndoles uno a uno, mano a mano, a cada uno de ellos, y dej¨¢ndolos de lado por pedales y por vocaci¨®n y por fe, que en esto del ciclismo la fe va m¨¢s all¨¢ del santo sacramento.
Era la etapa reina, algo as¨ª como el p¨®rtico de la Vuelta. O entrabas por all¨ª ense?ando los sobacos o te esperabas a ma?ana para girar en Eibar entre cuestas y callejuelas en busca del sol de media tarde (si sale, que no saldr¨¢). Y Diego Rosa decidi¨® que se cambiaran los planes, los mapas. Y se fue como se va un globo con viento. Y le dejaron ir. Y no lo pudieron cazar porque el cordel a medida que asciende se hace m¨¢s peque?o. Tampoco en Ixua, puerto corto y duro, donde ¨¦l resisti¨® y el resto sac¨® el hacha de guerra para deshilvanar a los rivales.
Andaba brujuleado Mikel Landa y Rui Costa, y tantos otros. Pero fue Alberto Contador el que dijo, sabiendo que Diego Rosa era batalla perdida, que el que quiera que se la juegue mano a mano. Y atac¨® como otras veces, o eso parec¨ªa. Pero iba en serio. Iba a romper la baraja, a tirar ¡°los morlacos del otario a la marchanta¡± para jugar ¡°como juega el gato, ma¨²lla con el m¨ªsero rat¨®n¡±. Pero surgi¨® Sergio Henao, el colombiano multidisciplinar y le agarr¨® la rueda, y se la enganch¨® y la sujet¨® hasta el final y se puso l¨ªder con seis segundos de ventaja sobre el ciclista de Pinto. Y le ret¨® porque 16,5 kil¨®metros no son nada o lo son todo. Lo dicho, mano a mano, mientras Diego Rosa, con el tiempo suficiente, o sea cuando el tiempo no es nada m¨¢s que una circunstancia, se baja de la bici ante la meta y entra en ella con la burra al hombro, como quien mete un gol con el culo o quien golpea la pelota con una oreja ante la ausencia del portero. Era su mano a mano particular: el suyo con la meta, el suyo con su sufrimiento, el suyo con su historia, qui¨¦n sabe si con su futuro. Y por detr¨¢s los gallos ret¨¢ndose a un mano a mano que, como estaba previsto, as¨ª ten¨ªa que ser, pensar¨¢n: ¡°Se dio el juego de remanye, cuando vos, pobre percanta, gambeteabas la pobreza en la casa de pensi¨®n. Hoy sois toda una bacana, la vida te r¨ªe y canta¡±. As¨ª de claro. Como el final de la Vuelta.
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