Hermandad contra mezquindad
¡°El uso habitual de la artima?a es se?al de una mente peque?a¡±. Francois de la Rochefoucauld.
Juanfran deber¨ªa aprender de Marcelo. El lateral derecho espa?ol del Atl¨¦tico de Madrid pec¨® de un exceso de nobleza durante el partido de cuartos de final de la Champions contra el Barcelona el martes pasado y, como consecuencia, conden¨® a su equipo a la derrota por 2 a 1. El lateral izquierdo brasile?o del Real Madrid no hubiera desaprovechado la oportunidad que desde?¨® Juanfran de provocar la expulsi¨®n de Luis Su¨¢rez, el anotador de los dos goles del Barcelona.
Como medio mundo sabe, en el minuto 34 del partido, con el Atl¨¦tico ganando uno a cero, Su¨¢rez le dio una dura patada a Juanfran. Juanfran no solt¨® un grito ag¨®nico, no se tir¨® al suelo como si le hubieran pegado un tiro. Se qued¨® de pie. Y, no solo eso, acept¨®, con una ingenuidad asombrosa, la disculpa del uruguayo.
Lo m¨¢s grande fue el gesto del Borussia Dortmund de transmitir por los altavoces el grandioso himno del Liverpool, You¡¯ll never walk alone
En el segundo tiempo del partido del d¨ªa siguiente entre el Wolfsburgo y el Real Madrid, que los peque?os lobos alemanes ganaron 2 a 0, Marcelo le dio una patadita con el tac¨®n al centrocampista alem¨¢n Max Arnold. Un gesto que record¨® al famoso dedo en el ojo de su una vez entrenador, Jos¨¦ Mourinho, a Tito Vilanova, entonces asistente de Pep Guardiola en el banquillo del Barcelona. Lo que pas¨® justo despu¨¦s fue lo bueno.
Arnold respondi¨® como cualquier ser humano hubiera hecho en condiciones similares. Se enfad¨®. Le solt¨® una mano a Marcelo. No qued¨® claro si le toc¨® pero, en cualquier caso, el contacto fue leve. Pero Marcelo se desplom¨®, se retorci¨® por el c¨¦sped, agarr¨¢ndose la cara como si hubiera recibido un pu?etazo de Mike Tyson. La actuaci¨®n, hay que reconocerlo, no fue muy brillante. Un director de cine le hubiera pedido que repitiera la escena. Pero el ¨¢rbitro italiano cay¨® en la trampa. Arnold recibi¨® una tarjeta amarilla; Marcelo se salv¨®.
La lecci¨®n est¨¢ clara. Si Juanfran hubiera actuado con el mismo profesionalismo que Marcelo, Su¨¢rez hubiera sido expulsado, como lo fue el delantero del Atl¨¦tico, Fernando Torres, un par de minutos despu¨¦s. Ambos equipos se hubieran quedado con 10 y las posibilidades de que el Barcelona remontara se hubieran reducido apreciablemente. Si el Barcelona pasa a semifinales tras el segundo partido de cuartos que se disputar¨¢ en Madrid el mi¨¦rcoles podemos suponer que ni Juanfran se perdonar¨¢ a s¨ª mismo, ni le perdonar¨¢ su entrenador Diego Simeone, tan h¨¢bil en sus d¨ªas como jugador como lo es hoy Marcelo, y lo es tambi¨¦n ¡ªdicho sea¡ª su compatriota Dani Alves del Barcelona, cuando las circunstancias exigen que uno deje de jugar y se ponga a actuar.
Claro, si nos alejamos del principio de que todo vale en el f¨²tbol con tal de ganar, si nos centramos en el terreno moral, Juanfran se merece un premio. En una semana europea de f¨²tbol definida m¨¢s por las hist¨¦ricas reacciones provocadas por las acciones, o no acciones, arbitrales que por la calidad del f¨²tbol, lo del lateral del Atl¨¦tico fue un inusual gesto de deportividad. En ese sentido, fue lo m¨¢s admirable que se vio en los ocho partidos disputados.
O casi. La verdad es que lo mejor de la semana, lo que nos ayuda incluso m¨¢s que la honradez de Juanfran a reconciliarnos con la humanidad, ocurri¨® justo antes del partido de la Europa League entre el Borussia Dortmund y el Liverpool. J¨¹rgen Klopp, hoy entrenador del equipo ingl¨¦s, volvi¨® a casa, al estadio donde fue un ¨ªdolo durante los siete a?os m¨¢s gloriosos de la historia del Dortmund. No le recibieron sus compatriotas alemanes como un traidor, como podr¨ªa haber ocurrido en otras latitudes, sino con pancartas y c¨¢nticos expresivos de afecto y gratitud.
Pero lo m¨¢s grande fue el gesto del Borussia Dortmund de transmitir por los altavoces el grandioso himno del Liverpool, You¡¯ll never walk alone, que es lo que siempre hacen en Anfield, el estadio del Liverpool, antes de los partidos. Mejor todav¨ªa, si cabe, fue que los aficionados del Dortmund entonaron la letra de la canci¨®n con el mismo fervor que la hinchada visitante. Pocas cosas m¨¢s conmovedoras se recuerdan en un campo de f¨²tbol. Los aficionados ingleses y alemanes, varios de ellos soltando l¨¢grimas, pusieron a un lado durante unos minutos sus antagonismos hist¨®ricos y sus lealtades tribales y celebraron la suerte compartida de pertenecer a la gran hermandad mundial futbolera.
El sentimiento fue sincero y noble, tan sincero y noble como la reacci¨®n de Juanfran cuando le atropell¨® Su¨¢rez. Nadie estaba siendo mezquino, nadie estaba fingiendo nada.
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