La clase del Atl¨¦tico
Los jugadores de Simeone se exprimen con cabeza sobre el c¨¦sped y desactivan magistralmente al Barcelona
Simeone dot¨® al Atl¨¦tico de sus adjetivos calificativos, orgulloso, incansable y feroz, y le gan¨® a Luis Enrique el primer partido de ocho para alcanzar las semifinales de la Champions. Nada o poco replic¨® el Barcelona, que ha perdido transitoriamente su personalidad porque toca sin hacer da?o y se pierde en la verticalidad porque los delanteros no funcionan.
Oblak. La tranquilidad en su m¨¢xima expresi¨®n. En el primer c¨®rner en contra salt¨® por encima de todos y atrap¨® el bal¨®n. En el disparo de Neymar, desde lejos, salt¨® y la atrap¨®. Y as¨ª siempre, en las pocas ocasiones que le requiri¨® el Barcelona. Fiabilidad m¨¢xima de un portero que transmiti¨® serenidad absoluta a sus compa?eros y que ha sido capaz de dar el relevo con ¨¦xito a Courtois.
Ter Stegen. Casi pero no. Exigido por la presi¨®n alta del Atl¨¦tico, se mostr¨® de lo m¨¢s seguro con los pies, estupendo en el primer pase. Tambi¨¦n fue fiable cuando le busc¨® Ferreira por dos veces con disparos lejanos y en el primer cabezazo de Griezmann. Pero nada pudo hacer en el segundo, un bal¨®n que roz¨® pero que no evit¨®. Y lo mismo le ocurri¨® en el penalti, que toc¨® la pelota con las u?as pero el intento se qued¨® en eso.
Juanfran y Filipe Luis. Desplegaron las alas. No sufrieron para contener a los extremos rivales y se mostraron largos cuando encontraron la rampa de los costados. Las dos primeras ocasiones del Atl¨¦tico nacieron de sus botas, un centro de Juanfran para Gabi y otro de Filipe para Griezmann. Tambi¨¦n cerraron con acierto cuando God¨ªn o Lucas sal¨ªan de sitio. Un partido perfecto de los laterales que redonde¨® el brasile?o en los ¨²ltimos compases del duelo, cuando rob¨® un bal¨®n en su campo, recorri¨® 70 metros con la pelota cosida al pie, se marc¨® un t¨²nel sobre Mascherano y pas¨® al costado hasta que Iniesta sac¨® la mano a pasear y se finiquit¨® la eliminatoria.
Alves y Alba. Descoordinados. Hace tiempo que los dos laterales no completan un buen partido a la vez. En esta ocasi¨®n chirri¨® a lo grande Alves, que jug¨® con patines porque no paraba de caerse. Padeci¨® de lo lindo para contener a Carrasco, que le gan¨® todas las carreras que le plante¨®, y no fue el recurso v¨¢lido en el primer tiempo con esos centros lejanos como soluci¨®n para un Bar?a que no pudo resquebrajar a la defensa rival. Fue sustituido en una se?al de que ya no es el que era. Mejor estaba Alba, que s¨ª ofrec¨ªa una v¨ªa de salida ante la presi¨®n con su pase hacia Iniesta o Neymar, pero se lio de forma superlativa en un despeje desde la banda. Hizo lo contrario a lo que se ense?a desde Benjamines, lo tir¨® hacia dentro, y el Atl¨¦tico, habilidoso, lo convirti¨® en el gol de Griezmann. En el segundo acto pis¨® la l¨ªnea de fondo pero los centros nunca fueron su fuerte.
God¨ªn y Lucas. El Mariscal y el Pr¨ªncipe. Lucas ha sido la revelaci¨®n de la eliminatoria, el defensa con el que nadie contaba porque Savic y Gim¨¦nez estaban por delante. Las circunstancias le hicieron jugar y ha dado la talla en los dos encuentros, estupendo en los desplazamientos laterales, en los balones a¨¦reos. No le temblaron las piernas ante el Barcelona y pide paso en el f¨²tbol a pasos agigantados. Tuvo tambi¨¦n la fortuna de jugar al lado de God¨ªn, un central a la vieja usanza que aplica a la perfecci¨®n el manual del zaguero, ese que defiende que pasa el bal¨®n o el rival pero nunca las dos cosas a la vez. Pero si se le juzga por su dureza, se queda uno en lo superficial. Es verdad que ante Luis Su¨¢rez se las tuvieron de todos los colores ¨Cincluso acab¨® con el ojo a la virul¨¦- pero fue capaz de contener al 9, de cerrar todos los espacios, de rechazar los centros rivales, de hacer la falta t¨¢ctica en el momento adecuado, de manejar su l¨ªnea, de¡
Mascherano y Piqu¨¦. Central y delantero. Se les multiplic¨® el trabajo porque el Atl¨¦tico les incomod¨® de mala manera en la salida. Mascherano no descont¨® l¨ªneas de pase desde la ra¨ªz, pero s¨ª que estuvo puntual y atinado en las ocasiones que se anticip¨®. Le cost¨®, sin embargo, correr hacia atr¨¢s y se evidenciaron sus problemas porque los despejes ca¨ªan siempre en las botas rivales por eso de que la segunda l¨ªnea azulgrana no acompa?aba las jugadas. Piqu¨¦ fue m¨¢s efectivo atr¨¢s y se agrand¨® porque es de esos extra?os defensas que prefieren tener el bal¨®n cerca de vez en cuando para jugar. Tambi¨¦n, en ese concepto cruyffista y hom¨¦rico, actu¨® de delantero centro en los ¨²ltimos 20 minutos. Pero no se sali¨® con la suya.
Augusto. Uno para todos. Fue el ejemplo perfecto de lo que quiere un t¨¦cnico y un equipo pero que no suele apreciarse desde las gradas. Hizo el denominado trabajo sucio a las mil maravillas. Siempre bien posicionado, neg¨® l¨ªneas de pase, encim¨® en su parcela y las contiguas, y mantuvo estrecho al equipo en todo momento. Le lleva la contraria a la l¨®gica porque es un gran fichaje de invierno.
Busquets. Menos de la mitad. Cuando ten¨ªa el bal¨®n entre las botas, no disfrut¨® de una d¨¦cima de segundo para levantar la cabeza porque siempre ten¨ªa a uno o dos rivales encima. Entre otras cosas porque cuando el repliegue rival era medio, la presi¨®n empezaba sobre su figura. Un 5 que casi siempre es de 10, no supo imponer su f¨²tbol en el Calder¨®n.
Koke y Gabi. Los reyes de las segundas jugadas. Imprescindibles para la t¨¢ctica del ataque directo del Atl¨¦tico porque reconvert¨ªan los despejes rivales en f¨²tbol en casa ajena, corrieron sin parar pero lo hicieron con cabeza, estupendos en la presi¨®n, en tirar las l¨ªneas hacia delante y en la fase defensiva cuando as¨ª lo reclam¨® el encuentro. La tuvo Gabi al inicio pero le pudieron las prisas al golpear con la izquierda y arriba, y se libr¨® de la quema por una mano sobre la bocina dentro del ¨¢rea que el colegiado la vio fuera. Y Koke, que est¨¢ de dulce, pidi¨® el bal¨®n y el protagonismo para buscar el pase definitivo. Le falt¨® poco, pero descosi¨® al Barcelona con su desequilibrio, con su toque y con sus movimientos de entrel¨ªneas.
Iniesta y Rakitic. Ni tuya ni m¨ªa. El croata estuvo en el Calder¨®n pero no se le vio, un hecho extra?o porque su temporada era de lo mejor. E Iniesta, que dio sentido al juego del Barcelona en el primer tiempo porque fue el ¨²nico en poner la pausa o la aceleraci¨®n en los metros finales (por m¨¢s que no fuera capaz de conectar con los delanteros), fue de m¨¢s a menos porque cuando su equipo entr¨® en combusti¨®n, ¨¦l se apag¨®. Prob¨® un disparo pero como los dem¨¢s, se top¨® con Oblak. Y, fiel reflejo del desespero com¨²n, cometi¨® una mano dentro del ¨¢rea que result¨® definitiva.
Sa¨²l. La genialidad del chispazo. Un regate que sent¨® a Alba, un cabezazo que se estamp¨® con el larguero como continuidad de un c¨®rner mal rechazado, y un centro con el exterior delicioso que Griezmann convirti¨® en gol. No particip¨® demasiado del juego colectivo, pero Sa¨²l result¨® capital. Ya era mayor de edad antes del encuentro y ahora, laureado, es todo un jugador.
Messi. Una imitaci¨®n. Lanz¨® un regate en corto a Filipe Luis para sentarle y baj¨® en una carrera para ayudar a Alves y quitarle el bal¨®n a Carrasco. Espejismos en la primera parte porque ni tuvo el esf¨¦rico entre los pies ni corri¨® para buscarlo o quitarlo. Superdotado del bal¨®n hasta el punto de que hace lo que quiere y casi siempre gana, frente al Atl¨¦tico qued¨® claro que con andar no basta. En la segunda parte reclam¨® el bal¨®n en posiciones retrasadas para ayudar en la salida, pero no dio con la tecla. Como tampoco lo hizo con las dos faltas que chut¨®.
Griezmann. La grandeza del gol. No se le ped¨ªa que tocara o que participara del juego, sino que le pusiera el lacito a las contras. En una le gan¨® la carrera a Mascherano y Ter Stegen bloc¨® su disparo. Pero cuando Sa¨²l le puso un caramelo, lo envi¨® a la red con un testarazo sensacional. El punto y final perfecto. Tambi¨¦n marc¨® el penalti y, h¨¦roe por los dos festejos que descascarillaron al Barcelona, fue despedido por un Calder¨®n en pie.
Luis Su¨¢rez. Superado. Si bien evidenci¨® que recursos le sobran, como en esa media vuelta que realiz¨® dentro del ¨¢rea o en esa jugada que puso el cuerpo para poder girarse y soltar un punterazo, no atin¨® en el remate. Y perdi¨® la raz¨®n y el duelo de titanes que le ofreci¨® God¨ªn cuando solt¨® el codo sobre el central. Debi¨® ser expulsado en la ida y en la vuelta.
Carrasco. El correcaminos del Calder¨®n. Un cohete, un jugador distinto necesario para Simeone y su estrategia del ataque corto y pase largo. Era dinamita porque chutaba desde el v¨¦rtice tras un recorte, en carrera tras una contra o como buenamente pudiera. Le falt¨® el gol, pero busc¨® las cosquillas a la defensa del Bar?a con persistencia y demostr¨® que le sobra un pulm¨®n como m¨ªnimo. Se march¨® entre una ovaci¨®n espectacular para demostrar que en poco tiempo se ha ganado el coraz¨®n de una hinchada tan exigente como la del Atl¨¦tico.
Neymar. Gallo sin cresta. Otro que jugaba sobre hielo, incapaz de estabilizarse en el c¨¦sped. Entendi¨® pronto que el duelo requer¨ªa pelea y no le hizo ascos a la fricci¨®n. Pero hace d¨ªas que no rompe cinturas ni deja a su pareja de baile KO. Fue el primero en disparar a puerta ¨Cen el minuto 41-, pero le falt¨® un poco de todo y al final le sobraron ganas de pelea que beneficiaron al Atl¨¦tico para ara?ar segundos al cron¨®metro. No es el que era.
Desde el banquillo
Sergi Roberto. El lateral derecho. No era su lugar, pero sus prestaciones all¨ª le se?alan como el relevo de Alves. Aunque no le sobra la velocidad, se corrige gracias a su comprensi¨®n del juego. Ante el Atl¨¦tico ofreci¨® una v¨ªa por donde atacar.
Arda Turan. En casa. Sustituy¨® a Rakitic y quiz¨¢ fue en el encuentro que m¨¢s bal¨®n toc¨®, acertado y valiente ante un estadio que le abronc¨® sin parar. Pero no resolvi¨®.
Thomas. El recambio ideal. Sustituy¨® a Carrasco y cumpli¨® con el cometido de dar aire y f¨ªsico al equipo.
Correa y Savic. La alegr¨ªa del figurante. Dieron el relevo a Griezmann y Augusto para perder tiempo, pero festejaron como todos un pase que a buen seguro tambi¨¦n sintieron suyo.
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