El tal Cristiano
Jam¨¢s ganar¨¢ un premio a la humildad y se le someter¨¢ a juicio sumar¨ªsimo por sus b¨ªceps, sus gestos o sus calzoncillos, olvidando lo que es: un goleador irrepetible
He aqu¨ª un se?or que en las ¨²ltimas siete temporadas, esto es, desde que juega en el Real Madrid, ha marcado 360 goles en 343 partidos. Conocido el dato, a este opinador no le queda m¨¢s que, adem¨¢s de apagar la luz, apagar el ordenador. Porque no hay m¨¢s que decir.
Ocurre, sin embargo, que tan impresionantes cifras no impiden que haya quien considere que el tal Cristiano Ronaldo es un tarugo. Dec¨ªa Vicente del Bosque que en el f¨²tbol ¡°todo es opinable pero nada es demostrable¡±. Y opinable es que el juego del conocido como CR despierte mayores o menores pasiones. O que su forma de comportarse sobre el c¨¦sped, su gestualidad, su enfado con el mundo cuando ¨¦l no es el protagonista no parezca precisamente edificante. Como demostrable es que a este t¨ªo, con toda su arrogancia, su engreimiento, sus m¨²sculos y su petulancia, se le caen los goles del bolsillo. Desde que el chico se visti¨® de blanco las portadas del f¨²tbol mundial, y todos los premios habidos y por haber, se los reparten CR y Messi, lo que no hace sino alimentar un debate ficticio sobre cu¨¢l es mejor de los dos. Y hay que elegir, uno u otro, bajo pena de excomuni¨®n. Uno opina que no hay jugador en el mundo con m¨¢s clase que Messi, como opina que no lo hay con m¨¢s gol que Cristiano. Claro que uno tambi¨¦n opina que uno de los equipos que mejor f¨²tbol hace en Espa?a es el Rayo Vallecano, as¨ª que mucho cr¨¦dito pues como que no le sobra a este columnista.
En el inacabable pliego de acusaciones que se vierten contra CR hay algunas que entran de lleno en el terreno de la paranoia. ¡°Solo sabe marcar goles¡±, se dice de ¨¦l, que es como criticar a un jugador de baloncesto porque solo sabe meter canastas. Pero es que adem¨¢s los hechos (demostrables) sentencian que el portugu¨¦s es uno de los jugadores que m¨¢s pases de gol da en la Liga. Paradojas del ego¨ªsmo. Se dice tambi¨¦n de ¨¦l que no decide en los partidos importantes. Tambi¨¦n aqu¨ª los n¨²meros son tozudos. CR ha marcado con el Madrid ocho goles en las ocho finales que ha jugado. Y si de partidos importantes hablamos habr¨¢ que hablar del Bar?a, al que ha hecho 16 tantos, nueve de ellos en el Camp Nou, el ¨²ltimo de consecuencias impredecibles, pues ha provocado un terremoto en el hasta entonces perfecto, intocable e inmaculado equipo azulgrana.
La ¨²ltima exhibici¨®n goleadora de CR se produjo en el Bernab¨¦u, en el partido de la Champions ante el Wolfsburgo. Tres goles necesitaba el Madrid para remontar y tres goles logr¨®, todos con la firma del portugu¨¦s, ese chico que no recibir¨¢ un premio a la humildad, ni a la simpat¨ªa. Que no es un ejemplo de sencillez y que provoca en muchos verg¨¹enza ajena por ese aullido con el que celebra sus goles. A Cristiano se le somete cada minuto a un juicio sumar¨ªsimo por su peinado, por sus b¨ªceps, por sus gestos, por sus calzoncillos, por sus viajes. Y el debate deportivo, cuando surge, adquiere un tono perverso. Porque se recuerda que con CR el Madrid solo ha ganado cuatro t¨ªtulos que se precien (una Champions, una Liga y dos Copas) en seis a?os. No se dice que en ese periodo el Madrid ha convivido con el mejor Bar?a que recuerdan los tiempos ni que CR ha hecho lo imposible por romper esa din¨¢mica, porque imposible era, hasta que lleg¨® ¨¦l, que un futbolista marcara m¨¢s de 50 goles durante cinco temporadas consecutivas, seis con la actual.
?Y qu¨¦? Ninguna estad¨ªstica acabar¨¢ con la cansina comparaci¨®n con Messi, ni har¨¢ olvidar que estamos, seg¨²n dicen, ante un chulo, un prepotente, un fatuo, un eg¨®latra que es, adem¨¢s, un goleador irrepetible.
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