Carlos Soria se adjudica el Annapurna a los 77 a?os
El alpinista abulense huella de madrugada la peligrosa monta?a, de 8.091 metros, y se cita ya con los dos ¨²ltimos ¡®ochomiles¡¯ de la lista
Un alpinista siempre quiere m¨¢s. Nuevas paredes, retos diferentes, medir su t¨¦cnica y su autocontrol en situaciones de alto compromiso, subir y bajar indemne. Pero es un ejercicio que desgasta. Si, en general, el paso del tiempo resulta demoledor, en el caso de los alpinistas el deterioro tiende a acelerarse: no es tanto el desgaste f¨ªsico como el an¨ªmico el causante de ¡®jubilaciones¡¯ anticipadas. El incomparable Walter Bonatti dej¨® el mundo vertical con una reverencia a los 35 a?os; los grandes himalayistas polacos tuvieron una d¨¦cada dorada y desaparecieron de la escena; el gur¨² del alpinismo extremo Mark Twight es ahora cicloturista¡ muchos alpinistas m¨¢s modestos dejan el compromiso de las ascensiones de riesgo cuando ven nacer a su primer hijo. Y a los grandes alpinistas les vence a¨²n j¨®venes el deterioro de su pasi¨®n: saben que no podr¨¢n repetir las gestas que les manten¨ªa vivos para la monta?a, que en alg¨²n lugar del camino se deterior¨® su compromiso con la dificultad. Como si fuese una jugada a todo o nada, dejan de lado un juego que les pide una apuesta que ya no desean cubrir.
El plan de Soria es conquistar las 14 monta?as m¨¢s elevadas del planeta. Apenas faltan en su lista la cima principal del Shisha Pangma y el Dhaulagiri
Por todo esto, asombra la figura de Carlos Soria, que esta madrugada ha firmado la ascensi¨®n del Annapurna (8.091 m), su 12? ¡®ochomil¡¯, a la edad de 77 a?os. El abulense era un gran alpinista hace medio siglo, firmando entre otras cosas primeras nacionales en los Alpes. No es alguien que ha descubierto la monta?a tras jubilarse, sino que se ha entregado a fondo a una pasi¨®n que durante a?os se vio constre?ida por sus obligaciones laborales de tapicero. Mantener tantos a?os una pasi¨®n es de r¨¦cord. Y su paciencia para encontrar financiaci¨®n y regresar una y otra vez a las monta?as m¨¢s elevadas del planeta explica su tes¨®n: hacen falta muchas ganas para citarse por tercera vez a una monta?a tan traicionera como el Annapurna, con un paso entre el campo II y el III en el que los aludes provocados por la rotura de seracs no piden permiso para barrerlo todo a su paso. En esta misma monta?a, Juan Oiarzabal se convirti¨® en el primer espa?ol y sexto hombre en alcanzar los 14 ¡®ochomiles¡¯ del planeta. Fue en 1999 y le acompa?aron Juan Vallejo, Ferr¨¢n Latorre y Eneko Pou y todos coincid¨ªan en que en ese punto de la monta?a sus vidas quedaban en manos del azar: a salvo en el campo base, todos manten¨ªan un rictus de tensi¨®n.
Ahora mismo, Soria y sus compa?eros Luis Miguel L¨®pez y Carlos Mart¨ªnez, descansan en el campo 4 de la monta?a, a 7.100 metros. Ma?ana alcanzar¨¢n el campo base, a 4.200 metros.
El plan de Carlos Soria es conquistar las 14 monta?as m¨¢s elevadas del planeta. Apenas faltan en su lista la cima principal del Shisha Pangma (holl¨® en 2005 la cima central) y el Dhaulagiri, monta?a con la que tiene previsto citarse esta misma temporada. Por supuesto, nadie escala monta?as de m¨¢s de 8.000 metros a su edad. El abulense tiene otro r¨¦cord: es el ¨²nico alpinista que ha escalado diez ¡®ochomiles¡¯ tras cumplir los 60. Uno de los secretos de Carlos Soria es su gesti¨®n del tiempo. Pese a lo que indique su DNI, el hombre no tiene prisa, no corre ciego tras las cimas y exhibe los mismos principios de prudencia y de saber hacer en la monta?a que exhib¨ªa cuando era un veintea?ero. La mejor manera de durar. Por eso nunca ha sufrido un accidente ni ha tenido que ser rescatado, manteni¨¦ndose fiel a uno de los axiomas en monta?a: la autonom¨ªa da el nivel del monta?ero. Ayer mismo, desde el ¨²ltimo campo de altura se emocionaba explic¨¢ndose: "Hemos hecho lo que ten¨ªamos que hacer, lo que cre¨ªamos era lo l¨®gico y como siempre: haciendo bien las cosas. Ojala ma?ana podamos llegar a la cumbre".
Pese a esto, Soria no se vende como lo que no es: explica sin tapujos que usa cuerdas fijas, ox¨ªgeno artificial cuando la ocasi¨®n lo precisa y es ayudado por sherpas como su fiel Mhuktu. No escala para acumular r¨¦cords: lo hace porque lo lleva dentro, porque es lo que siempre quiso ser, de forma irremisible.
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