El Giro, qu¨¦ gran horror
Nunca un aficionado a esta carrera dir¨¢ ¡°qu¨¦ pena, hay niebla¡±, o ¡°qu¨¦ horror, hace fr¨ªo¡±. El esplendor est¨¢ en todas partes, tambi¨¦n en la aspereza.
Nada se parece al Giro de Italia. Es una vieja demostraci¨®n de amor. Cualquiera puede ver el Tour; es verano, hace calor, y la vida est¨¢ de vacaciones. Qu¨¦ importa si no te apasiona el ciclismo. El Tour es m¨¢s que eso. En cambio, el Giro s¨®lo es eso: ciclismo, con unos leves a?adidos. Necesitas quererlo tal como es para acercarte a ¨¦l durante tres semanas, en las que la primavera hunde sus ra¨ªces en lo m¨¢s duro del invierno. Su belleza tiene que ver con su inclemencia, con el fr¨ªo de las cumbres, la lluvia, el dolor, la nieve, incluso los d¨ªas soleados. Es una carrera orgullosa de su crudeza. Esto es ciclismo, esto es el Giro, esto es Italia. Nunca un aficionado a esta carrera dir¨¢ ¡°qu¨¦ pena, hay niebla¡±, o ¡°qu¨¦ horror, hace fr¨ªo¡±. El esplendor est¨¢ en todas partes, tambi¨¦n en la aspereza.
Rara vez se corre el Giro por desamor, o para olvidar, o por cumplir con un exotismo. Existen mejores destinos para consumar esos prop¨®sitos. Los italianos lo tienen f¨¢cil: lo aman desde los d¨ªas que Bartali y Coppi se volvieron leyendas en sus cumbres, y aliviaron la postguerra. Para todos ellos el Giro es un monumento, como el Pante¨®n de Agripa, Cinema Paradiso o El Gatopardo. En cambio, un extranjero necesita estar sediento de gloria para presentarse a la salida, y alimentar cierta obstinaci¨®n por vivir aventuras imprevisibles, a desmano, en las que flirtear con el abismo. Tal vez no ame el Giro, pero le atrae lo que implica. Quiere correr porque no ser¨¢ divertido, y a veces eso en ciclismo es divertid¨ªsimo.
A medida que avanza de una punta a otra del pa¨ªs, como si fuese un hachazo que penetra en el hielo, y se demora en el norte, el Giro se vuelve una expedici¨®n arriesgada, llena de encerronas. A los participantes les conviene llevar documentaci¨®n, como en aquel poema de Sam Shepard en el que confesaba que su t¨ªa le dec¨ªa que nunca saliera de casa sin la cartera, por si lo mataban y hab¨ªa que identifica el cad¨¢ver. El milagro no es acabar cada etapa, que tambi¨¦n, sino empezar otra. Debe de ser agradable descubrir a la ma?ana siguiente que no est¨¢s muerto. Te pones tan contento, supongo, que te animas a correr un d¨ªa m¨¢s, y as¨ª sucesivamente.
No importa si el ciclismo ya no es lo que era, incluso si no lo fue nunca; no importa ¨Cm¨¢s o menos¨C si los intereses comerciales lo contaminan todo: la palabra Giro todav¨ªa produce un efecto electrizante. Acumul¨® demasiada leyenda en estas d¨¦cadas como para creer que un d¨ªa ya no significar¨¢ algo indescifrable, oscuro objeto de deseo. Basta ver su palmar¨¦s para advertir que los grandes corredores ganaban el Tour, y los campeon¨ªsimos, el Tour y el Giro. Incluso en las ediciones en las que s¨®lo era un asunto entre italianos ¨CGimondi contra Bertoglio, Saronni contra Moser, Chioccioli contra Bugno¨C nos sent¨ªamos todos ligeramente concernidos, a semejanza de los entierros en los que nadie nos da vela, y nos metemos a opinar como si fu¨¦semos el muerto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.