Te caes y te levantas
Tras la derrota del Atl¨¦tico me agarr¨¦ a mi amor propio, m¨¢s real que la tristeza, que se volvi¨® tan hosca que hac¨ªa espuma
El f¨²tbol genera ficciones continuamente, que en el momento que brotan son lo m¨¢s real que existe. Te desbarajustan. No existe defensa posible contra ellas. Cuando coinciden con la tristeza, como en la derrota del Atl¨¦tico, esta te abate con cierta crueldad, hasta retroceder a la edad de un ni?o indefenso, horrorizado porque el globo con el que juega explota, o porque unos dibujos animados acaban mal. Confieso que nunca lloro, pero llor¨¦, como otras veces. ?Qu¨¦ hay m¨¢s real que eso? Acabado el partido me fui inclinando lentamente en el sof¨¢, y encogi¨¦ndome en silencio, como si intentase regresar al ¨²tero de mi mam¨¢, en busca de un refugio inaccesible al que no llegasen las noticias del mundo.
Al fin, me agarr¨¦ a mi amor propio. Era lo m¨¢s m¨ªo y resistente que ten¨ªa, y m¨¢s real incluso que la tristeza, que se volvi¨® tan hosca que hac¨ªa espuma. Esper¨¦ a que me alcanzase el agotamiento y me fui a la cama con la camiseta del Atl¨¦tico puesta; m¨¢s desnudo no se pod¨ªa estar. Era tan de noche que las jugadas del partido todav¨ªa brillaban en el techo; y eso que hac¨ªa ya dos horas que todo hab¨ªa acabado. Metido en la cama imaginaba los penaltis una vez y otra, tirados por otro lado, en una especie de realidad que estaba a punto de suceder, pero que s¨®lo era una risa que pasaba en coche a toda velocidad, sin dejar rastro.
Entonces, mi hija Helena, que acababa de cumplir un a?o, balbuce¨® algo breve, c¨¢lido e intraducible en mitad del sue?o, desde su cuna. Me pareci¨®, sin embargo, que era la primera devoluci¨®n que me hac¨ªa del amor que le profeso. Tal vez me adivin¨® triste, tan callado y encogido a su lado, en bancarrota, que quiso acompa?arme a estar solo con unas palabritas sin forma, que no eran sustantivos, ni verbos, ni pronombres, pero que formaban una frase parecida a ¡°te quiero, papi¡±.
No voy a pegar ojo, ya ver¨¢s¡, me dec¨ªa, mientras daba las primeras vueltas en el colch¨®n. Ser¨ªa otra de esas noches, despu¨¦s de una derrota devastadora, que la desolaci¨®n durante algunos minutos finge que duerme, y de pronto te desvelas y vuelves a perder el partido. En ese momento, por suerte, cay¨® otro aguacero en Ourense. Me aferr¨¦ a su sonido, esperando que muy pronto fuese lunes, quiz¨¢ agosto de 2020, y milagrosamente, me dorm¨ª. Cuando me despert¨¦, a las siete de la ma?ana, segu¨ªa lloviendo. ¡°S¨®lo fue f¨²tbol¡±, me dije, igual que en otras ocasiones uno se dice "s¨®lo fue una pel¨ªcula", o ¡°s¨®lo fue un susto¡±, aunque sepa que no. Lo peor hab¨ªa pasado, sin embargo. Las decepciones tambi¨¦n se desinflan, igual que el d¨ªa que no te eligieron para aquel trabajo, o una editorial rechaz¨® tu novela, o falleci¨® tu perro, o tu pareja te confes¨® que le gustaba otra persona, y pese a todo, te rehiciste y cumpliste algunos sue?os. En la vida te caes y te levantas: siempre es as¨ª. Es hora de felicitar al Madrid, pero tambi¨¦n de sentirse muy orgulloso del Atl¨¦tico. No debemos afligirnos. Habr¨¢ m¨¢s esplendor en la hierba.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.