Una final para contentarlos a todos
Como aficionado cul¨¦, me decanto por proclamar que con el Real Madrid como protagonista de la historia no queda otro remedio que apelar al destino
Desde un punto de vista tan poco objetivo como respetable, espero que lo entiendan, servidor ten¨ªa la impresi¨®n de que el Real Madrid se presentaba en Mil¨¢n con el equipo a medio construir o a medio derribar, un poco como esas casas de ladrillo desnudo y cubiertas de uralita con las que se encuentra uno de vez en cuando mientras pasea por alg¨²n pueblo de la Galicia m¨¢s profunda; era algo que no se pod¨ªa saber con certeza hasta conocer el resultado.
Gir¨® la rueda y en la suerte final de los penaltis se confirm¨® la victoria blanca, lo que disip¨® cualquier duda sobre si el Madrid de Zidane sub¨ªa o bajaba, incluso de si hab¨ªa o no hab¨ªa escalera. El madridismo fiel y desacomplejado, pues tambi¨¦n existe uno casquivano y cenizo, se iba tarde a la cama despu¨¦s de la merecida celebraci¨®n, quiz¨¢s los ¨²nicos conscientes de que los triunfos de su equipo solo son comparables a lo que dijo aquel matem¨¢tico franc¨¦s acerca del coraz¨®n: est¨¢n cargados de razones que la raz¨®n no entiende. Las alegaciones a tan valioso triunfo quedaron para los eternos insatisfechos de la familia y los afiliados a equipos rivales, estos ¨²ltimos especialmente acostumbrados al oficio y, a menudo, mucho m¨¢s preocupados por el pasado, presente y futuro del Real Madrid que por los asuntos propios.
Como mero espectador no tendr¨ªa el m¨¢s m¨ªnimo reparo en relacionar el ¨²ltimo ¨¦xito del conjunto merengue con la buena fortuna y el arte de la casualidad: revolc¨®n en Alemania, pase sin pena ni gloria contra el ¨²ltimo City mediocre que veremos en muchos a?os, y una tanda de penaltis contra el vecino del tercero en la que ni siquiera necesit¨® de portero; le bast¨® con un monaguillo, dos cojos y un gallego que encar¨® el punto fat¨ªdico como si fuese lanzar un triple o un tiro libre. Sin embargo, como aficionado cul¨¦ con una cierta experiencia y sobradamente escaldado, me decanto por proclamar que con el club de Chamart¨ªn como protagonista de la historia no queda otro remedio que apelar al destino, esa fuerza inescrutable que lo envuelve y obliga a seguir forjando su leyenda incluso en aquellas temporadas en las que aparenta estar comunicando o fuera de servicio.
Gloria tambi¨¦n para el Atl¨¦tico de Madrid, como no, el ¨²nico equipo del mundo que ha jugado tres finales y ha perdido cuatro veces. Me parece un rasgo estad¨ªstico tan distintivo que no se me ocurre una sola raz¨®n por la que un aficionado colchonero querr¨ªa ver a su capit¨¢n levantando la dichosa copa sin incurrir en alguno de los pecados capitales. Sin ir m¨¢s lejos, yo tengo un vecino que se fug¨® en medio del banquete de su propia boda y regres¨® a casa cuatro d¨ªas m¨¢s tarde. Como era de esperar, lo pusieron de patitas en la calle y all¨ª termin¨® su matrimonio pero todav¨ªa hoy se enorgullece de que, bodas como la suya, ya no se ven; esa es la actitud.
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