Milagros redondos
A veces el ¨¦xito no es ganar, es que volteen a mirarnos
Mis amigos mexicanos se dividen en dos grandes grupos: los que piensan que Argentina nos va a ganar 5-0 y los que, m¨¢s bien, creen que Argentina nos va a ganar 5-1. No hay m¨¢s matices. Ellos esperan de m¨ª un fervor ciego, una declaraci¨®n de independencia futbol¨ªstica, un himno de amor circular a la patria. Yo nunca s¨¦ muy bien qu¨¦ decir. Solo pienso que, en realidad, no nos conocen.
Hace varios a?os, el d¨ªa de la inauguraci¨®n de un campeonato mundial, la primera p¨¢gina de la secci¨®n deportiva de uno de los principales peri¨®dicos del pa¨ªs ofreci¨® el siguiente titular: ¡°?ltimo Mundial sin Venezuela¡±. No se destacaba el comienzo de esa fiesta planetaria, no se resaltaba qui¨¦n iba a jugar ese d¨ªa, lo ¨²nico que importaba era nuestro anhelo, nuestras ganas, el ansia por estar ah¨ª. Se anunciaba una ausencia. Esa era la noticia: una promesa de futuro.
Los venezolanos, futbol¨ªsticamente, hemos debido enfrentar dos adversarios muy complicados: el b¨¦isbol y la geograf¨ªa. Otra de las consecuencias de nuestra condici¨®n de naci¨®n petrolera es, desde hace ya casi 100 a?os, el contacto con la cultura norteamericana. Cuando las porter¨ªas y los pantalones cortos eran rarezas de la educaci¨®n cat¨®lica, ya todos jug¨¢bamos b¨¦isbol. Solo en Los Andes, tan lejos del Caribe, el balompi¨¦ tiene una tradici¨®n m¨¢s larga. Pero, en rigor, fue gracias las importantes migraciones espa?olas, italianas y portuguesas de mediados del siglo pasado, que el f¨²tbol comenz¨® a tener mayor presencia y auge en el pa¨ªs. La Vinotinto es un fen¨®meno bastante reciente. Antes todos ¨¦ramos brasile?os.
La geograf¨ªa es un enemigo mucho m¨¢s brutal. Apenas nos estamos inventando y nos toca jugar en una de las zonas m¨¢s exigentes del planeta. Sudam¨¦rica es una liga mortal, donde cualquier equipo puede ser un cl¨¢sico, puede tener una historia imbatible: Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Colombia, Paraguay, Per¨²¡ Si queremos clasificar necesitamos que alguna de las otras selecciones est¨¦ en crisis. No solo basta con ser buenos, con mejorar. Tambi¨¦n nos urge que algo falle en el mapa, que los dem¨¢s no sean tan poderosos. Hace a?os, cuando todav¨ªa ¨¦ramos un chiste en los cert¨¢menes internacionales, alg¨²n comentarista c¨ªnico se?al¨® que los juegos con Venezuela eran interesantes porque siempre hab¨ªa muchos goles. Todos en contra.
Venimos de la desilusi¨®n pero nos obsesiona el deseo. Sabemos de sobra lo que es perder y estamos dispuestos a todo por ganar. La selecci¨®n argentina no es un equipo, es una maquinaria. Funciona demasiado bien. Cuenta, adem¨¢s, con ese exceso llamado Leo Messi. Pero la selecci¨®n venezolana ha demostrado que puede ser una crucial amenaza. Tiene velocidad, ritmo, capacidad de sorpresa y vocaci¨®n de gol. Cuenta con jugadores excelentes y tiene ahora, a un costado del terreno, a otro Dudamel que tambi¨¦n ha hecho que este grupo suene diferente. Toda competencia sobrevive gracias a un simple misterio: no siempre ganan los que deben ganar.
Los argentinos jugar¨¢n con cautela, incluso tal vez con temor. Individualmente, tienen mucho que perder. Saben que hay otra vida despu¨¦s de la Copa. Jugar¨¢n para ganar pero tambi¨¦n para no lesionarse. Venezuela es el peor adversario. Es un equipo que juega desde el riesgo, que entiende el deporte como un peligro. Sus futbolistas sue?an con destacar personalmente y con darle una alegr¨ªa y una ¨¦pica a un pa¨ªs hundido en sus tragedias. A los argentinos los une la prudencia. A nosotros, la desesperaci¨®n.
?Qu¨¦ es el ¨¦xito? Es una gran pregunta, tanto en la cancha como en la vida. A veces el ¨¦xito no consiste en ganar. A veces, el ¨¦xito es que volteen a mirarnos. Que se fijen en nosotros. Que vean y entiendan lo que hacemos. Mis amigos mexicanos se dividen en dos grandes grupos. Y no digo m¨¢s. El f¨²tbol es una experiencia desleal: a veces los milagros son redondos.
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