David de la Cruz gana en El Naranco y se coloca l¨ªder de la Vuelta a Espa?a
El ciclista del Etixx-Quick Step consigue la primera victoria espa?ola de la Vuelta en una jornada sin diferencias entre los favoritos
Cuando la cabeza es un cron¨®metro de precisi¨®n, triunfan las escapadas; cuando se miden las fuerzas, triunfan las escapadas; cuando hay miedo al futuro, triunfan las escapadas. Cuando ocurren las tres cosas, triunfan las escapadas y se cambia de l¨ªder y pasa lo que haga falta. El Naranco, tan m¨ªtico como lo hizo Fuente aquel 1974... ya no es lo que era. O no lo es el ciclismo. O no hay ning¨²n Fuente, con su osad¨ªa, su locura, su desverg¨¹enza. El pelot¨®n ha decidido que hasta Francia, probablemente, haya dos carreras: una por delante y otra por detr¨¢s, dos Vueltas en una, dos asuntos independientes. En el Naranco, la carrera estaba por delante, entre los escapados, 11, que estaban condenados a acabar a cuchilladas. Por detr¨¢s reinaba a paz, el paseo, el silencio... Que vienen los Lagos de Covadonga, que viene Francia, que viene la contrarreloj... que vienen los lobos.
Y en ese debate psicof¨ªsico, emergi¨® la figura de David de la Cruz, el chico de Sabadell que un d¨ªa se despert¨® ciclista en su adolescencia, se compr¨® una bici y decidi¨® que ese era su futuro. No le dio demasiadas vueltas. Fue como una aparici¨®n. Los sue?os con los ojos abiertos son lo m¨¢s parecido a la realidad. Y ¨¦l lo vio claro en aquel amanecer. Hoy es l¨ªder de la Vuelta a Espa?a despu¨¦s de ganar la justa entre los escapados que m¨¢s parec¨ªan espadachines medievales en un callej¨®n oscuro que ciclistas en ruta aunque el cielo plomizo, vertical e inquebrantable como escribi¨® Pedro Garfias refiri¨¦ndose a Asturias. De la Cruz los midi¨® todos, los calcul¨® todos, respondi¨® a los que le asustaron, descans¨® en los que no crey¨®. Porque atacar se atacaron todos, a sabiendas de que por detr¨¢s los favoritos hab¨ªan aplazado la partida un d¨ªa m¨¢s: ni un grano de sudor bald¨ªo, ni un cent¨ªmetro m¨¢s de esfuerzo.
As¨ª que eran ellos, los empecinados, los que sab¨ªan que ten¨ªan v¨ªa libre. Y eran muchos, demasiados para llegar juntos, demasiados rabillos del ojo que vigilar, demasiada tensi¨®n que controlar. Activ¨ªsimo estuvo el belga De Gendt, dale que te dale, y Luis Le¨®n S¨¢nchez, el m¨¢s acreditado, el m¨¢s ilustre, en su tercer intento por conseguir una victoria de etapa que se le niega. Y se le neg¨®.
Tanto blandir espadas, al final el callej¨®n de la subida del Naranco solo ilumin¨® a De la Cruz y al belga Devenyns. Se marcharon juntos, los dem¨¢s dudaron, hicieron hueco y una vez m¨¢s la econom¨ªa de guerra de los perseguidores les facilit¨® el camino. Ambos rivales, ambos futuros compa?eros en el Etixx la pr¨®xima temporada. Ambos jug¨¢ndose la etapa pero David de la Cruz, el adolescente que una vez vio la luz del ciclismo, pod¨ªa ser l¨ªder, bonificaci¨®n mediante. Y en esto que ataca De la Cruz y a Devenyns le pasa algo, un gesto extra?o, y se queda. O estaba agotado, que bien pudiera ser, porque su compa?ero de equipo Mathias Frank atac¨® por detr¨¢s en lo que parec¨ªa una decisi¨®n incomprensible.
Y ah¨ª que se fue David de a Cruz como un poseso en busca de todas las glorias, la etapa, el liderato y la montera picona con la que adornan a los vencedores en Asturias. Y lleg¨®. Con la cabeza a medio lado. Mirando hacia atr¨¢s sin ira, pero con un poco de miedo. Y triunf¨®, ya con la mirada al frente. Ganador, l¨ªder, ?alg¨²n otro sue?o?
Y m¨¢s tarde, los grandes, esta vez los peque?os, estirados, ya sin Atapuma, entregado al cansancio, con la misi¨®n quiz¨¢s cumplida. En fila, en espera del inmediato futuro, sin pensar en el presente, que eso era cosa de David de la Cruz, feliz, austero en su celebraci¨®n, tranquilo por fuera y agitado por dentro. Porque, como escribi¨® el poeta salmantino Pedro Garfias, Asturias estaba aguard¨¢ndole. Y no falt¨® a la cita. Incluso lleg¨® antes de tiempo.
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