Carlos Lapetra, el extremo cient¨ªfico
En los a?os sesenta, el elegante zurdo fue el m¨¢ximo exponente de la delantera de Los cinco magn¨ªficos del Zaragoza
El derbi aragon¨¦s de anoche desempolva el recuerdo del futbolista espa?ol m¨¢s singular de los sesenta, adem¨¢s de ser uno de los de m¨¢s clase: Carlos Lapetra. Un oscense nacido en Zaragoza. El mejor jugador aragon¨¦s de la historia. Un precursor, que fij¨® en Espa?a los or¨ªgenes del 4-3-3.
Naci¨® en Zaragoza en 1938, pero su familia era de Huesca, donde siempre vivi¨®, incluso mientras jug¨® como profesional en el Real Zaragoza, su ¨²nico club. Si naci¨® en Zaragoza fue porque cuando lleg¨® la hora de su alumbramiento Huesca estaba sufriendo destrozos en la guerra. De familia muy acomodada, su padre le envi¨®, junto a su hermano Ricardo, a estudiar Derecho a Madrid. En Madrid estudiaban y jugaban al f¨²tbol todo lo que pod¨ªan: en el equipo del colegio mayor, en el de Derecho, en la selecci¨®n universitaria, que entonces ten¨ªa su aqu¨¦l, y hasta en el Guadalajara, en Tercera. Ricardo, el mayor, lo recuerda con enorme cari?o: ¡°Por menos de nada jug¨¢bamos por la ma?ana con Derecho y por la tarde con el Guadalajara, en su campo o vete a saber d¨®nde, en Alc¨¢zar de San Juan¡ donde tocara¡±. Isacio Calleja, tantos a?os pieza imprescindible en el Atl¨¦tico y en la selecci¨®n, comparti¨® la aventura.
Aquella selecci¨®n universitaria (el equipo del SEU, se dec¨ªa entonces) fue alguna vez sparring de post¨ªn de la selecci¨®n juvenil, y una vez hasta del Atl¨¦tico, con vistas al desempate con el Madrid en semifinales de Copa de Europa. A Daucik, entrenador del Atl¨¦tico, le encantaron los dos hermanos y quiso ficharles. Pero el padre dijo que ni hablar. Los quer¨ªa abogados, abogados del Estado a ser posible. Por suerte, un amigo de la familia llamado Emilio Ara, casi pariente, vecino de finca en Huesca, era directivo del Zaragoza. Convenci¨® al padre para que les dejara jugar all¨ª. Fi¨¢ndose de la tutela de El t¨ªo Emilio, como le llamaban, cedi¨®. Y all¨¢ fueron los dos.
Ricardo jugaba de medio. Carlos, muy zurdo, de extremo izquierdo. Pero, me cuenta Ricardo, ¡°no le gustaba jugar ah¨ª. Siempre llevaba el once, porque era muy bueno y era zurdo, as¨ª que le tocaba jugar de delantero y a la izquierda, pero no se conformaba y se iba al medio campo, a organizar. No estaba hecho para esperar a que los compa?eros se acordaran de ¨¦l. Esa posici¨®n suya, tan peculiar, no fue invento de ning¨²n entrenador. Le sali¨® a ¨¦l de dentro¡±.
Todo lo hac¨ªa con la elegancia natural de los elegidos
A¨²n recuerdo la primera vez que le vi, en el Bernab¨¦u, en 1962. Me produjo el mismo choque que produc¨ªa a todo el mundo: ?un once que en lugar de correr la raya, como Gento y Collar, se dispersaba, bajaba, organizaba! Era m¨¢s un diez que un once, aunque a veces tambi¨¦n hac¨ªa de once. Y todo lo hac¨ªa bien.
Y su aspecto. Pelo rubio, m¨¢s largo de lo habitual, que le brincaba acompasadamente cuando corr¨ªa. Todo lo hac¨ªa con la elegancia natural de los elegidos. Form¨® ala con Villa, producto de la cantera del Madrid: ¡°Para m¨ª fue m¨¢s que un amigo. Cuando llegu¨¦ a Zaragoza ya le conoc¨ªa, de los torneos de la universidad. Yo jugaba en Qu¨ªmicas, ¨¦l en Derecho. Me acogi¨® fenomenal, igual que su hermano¡±.
Villa aprovechaba la ausencia de extremo en la banda para dejarse caer por ah¨ª, Lapetra le met¨ªa balones con mucha clase, algunos con un exquisito toque con el exterior del pie izquierdo. ¡°Era muy activo, muy t¨¦cnico y muy l¨²cido. Era especial¡±, insiste Villa.
Ricardo, el mayor, no brill¨® tanto, aunque hizo carrera. Unos a?os en el Zaragoza, luego C¨®rdoba, H¨¦rcules¡ Pero Carlos (as¨ª apareci¨® en las primeras alineaciones, simplemente como Carlos) fue estrella.
Tanto, que se le consent¨ªa lo que a nadie. Siempre vivi¨® en Huesca. Bajaba los 70 kil¨®metros cada d¨ªa para el entrenamiento, primero en un Alfa Romeo (alfa morreo, le dec¨ªan en Zaragoza, de tanto como sub¨ªan chicas guapas al coche), luego un Lotus¡ Siempre coches distinguidos. Los propios d¨ªas de partido com¨ªa en su casa de Huesca y bajaba a La Romareda justo a tiempo para vestirse. Por esos a?os se mejor¨® mucho la carretera, y en Zaragoza se dijo que por complacerle.
Llevaba el once, porque era muy bueno y era zurdo, as¨ª que le tocaba jugar a la izquierda, pero no se conformaba y se iba al medio campo
De familia tan acomodada (el padre ten¨ªa tierras, fue corredor de fincas y lleg¨® a ser presidente de la Diputaci¨®n) no necesitaba el f¨²tbol, en el que en cierto modo se sent¨ªa extra?o. En tiempos de mayor¨ªa de jugadores de origen r¨²stico, criados en la indigencia econ¨®mica y cultural de la posguerra, ¨¦l y Villa (hijo de un directivo del Madrid) eran excepci¨®n. Ropa y pelo cuidados, sevagos a la ¨²ltima, gafas Ray Band¡ En los desplazamientos com¨ªan a la carta, en el coche cama ten¨ªan el centro del vag¨®n, para que el trepidar de las ruedas les molestara menos. Eran ni?os bien, como se dec¨ªa entonces, en el buen sentido de la palabra. Gozaban de privilegios y ellos correspond¨ªan con su excelente f¨²tbol
Con Ramallets de entrenador, apareci¨® la delantera Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra, Los Cinco Magn¨ªficos, que har¨ªa leyenda. Con Santos de interior de ida y vuelta y Lapetra retrasado (y junto a ellos un medio, primero Isasi, luego End¨¦riz, por fin Pais) el Zaragoza fue el precursor en Espa?a del 4-3-3, en tiempos en que todos los equipos jugaban el 4-2-4. Con Luis Bello alcanzaron el mejor desarrollo de ese modelo. Dominaban el medio campo, mandaban en los partidos. Aunque fueron un equipo de esfuerzos cortos, copero. Lapetra jug¨® cuatro finales seguidas, de las que gan¨® dos. En la Liga les falt¨® constancia. Luc¨ªan en casa y en los campos grandes, pero levantaban el pie en las duras y deslucidas salidas a Elche, C¨®rdoba, Oviedo¡
El gran a?o de Carlos Lapetra fue el 1964. En tres semanas gan¨® Copa, Eurocopa y Copa de Ferias. Hab¨ªa dejado fuera de la Selecci¨®n a Gento, nada menos. Por ese tiempo, ya volanteaban Zagalo con Brasil y Corso en el Inter de Mil¨¢n. Como Lapetra en Espa?a. Y estaban en boga los Beatles, cuyas melenas tambi¨¦n remit¨ªan a ¨¦l. Parec¨ªa que hab¨ªa llegado siempre antes que nadie a lo que estaba por venir.
La patada de un defensa del Everton le retir¨®, en la pr¨¢ctica, con 29 a?os. Luego, operaciones, alg¨²n intento de regreso (incluso se habl¨® del Bar?a), pero aquello acab¨® antes de tiempo. En la ¨¦poca (y a¨²n hoy) los jugadores de tanta clase duraban m¨¢s.
Tambi¨¦n su muerte fue prematura, con 57 a?os, el d¨ªa de Nochebuena de 1995. La causa fue un melanoma. El sepelio, en El Pilar, convoc¨® a millares de personas. Aquella fue una Navidad triste en Zaragoza. Fue el primero de aquellos once campeones de la Eurocopa de 1964 que nos dej¨®.
Hoy, su hijo Christian es presidente no ejecutivo del club. Su apellido, que lleva con orgullo, abre todas las puertas en una ciudad en la que su padre a¨²n es mito.
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