Adri¨¢n descoloca al Celta y da la victoria al Eibar
El jugador, habitual centrocampista, da un recital en Ipurua jugando como delantero
![Ramis disputa un balón con Rossi.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/2ZT576LRCOZXUNRSKUJ5NNTIYQ.jpg?auth=92fdd0aa009a2d3528abbd68a3ac6e392b83d137e093eee57ed70b472eb955c8&width=414)
El virus del Eibar, ese que contagia optimismo en su campa?a de abonados, fue en el terreno de juego Adri¨¢n, un muchacho acostumbrado al centro del campo en muchas versiones y al que Mendilibar reconvirti¨® en delantero centro sin que el Celta, con sus tres centrales, llegara a enterarse. No se enter¨® cuando remat¨® de cabeza al poste, antes de que Fran Rico lograra el gol a los nueve minutos, ni cuando le hizo un sobrero al defensa y dispar¨® al larguero nada m¨¢s iniciarse la segunda mitad, ni cuando el portero Rub¨¦n tuvo que taponar su disparo tras una pared fant¨¢stica, ni cuando cabece¨® al m¨¢s puro estilo del nueve cl¨¢sico exigiendo lo mejor del portero gallego. Nadie del Celta, salvo Rub¨¦n Banco, se enter¨® de que aquel muchacho con el 24 a la espalda jugaba al escondite con los centrales del Celta, especialmente con Roncaglia, muy desubicado en el lado derecho, y una vez tras otra libraba a todos sus compa?eros cada vez que hac¨ªa fata un remate a gol o una asistencia o sencillamente desubicar a la defensa. Parec¨ªa que jugase de perfil, porque nadie le ve¨ªa y resulta que estaba en todas partes.
Porque el Eibar durante toda la primera mitad estaba en todas partes y el Celta en ninguna. Fallaba en defensa, los laterales no sub¨ªan y gente fina como Radoja o Wass se enredaban con el bal¨®n obligados a jugar de espaldas a la porter¨ªa. 44 minutos necesit¨® el Celta para fabricar una ocasi¨®n. La tuvo Bongonda pero la abort¨® Riesgo en su particular mano a mano. Era un Eibar tenso e intenso que viv¨ªa a gusto por la comodidad con la que viv¨ªan sus defensas. Bongonda, y sobre todo Rossi, estaban ausentes del partido, sin conocer qu¨¦, cuando y donde pod¨ªan hacer algo productivo para su equipo. Lejeune se bastaba para anular cualquier asomo de peligro.
Todo cambi¨® en la segunda mitad, cuando el Ceta meti¨® una velocidad m¨¢s al juego, es decir, cuando sinti¨® la desesperaci¨®n de una derrota que avanzaba a pasos agigantados. El Eibar le cedi¨® terreno, se guareci¨® en dos lineas de cuatro muy juntas, dejando al escondido Adri¨¢n y al fajador Enrich como llaneros solitarios en territorio enemigo. La entrada de Sisto le dio la profundidad que no ten¨ªa y contagi¨® a desanimado Bongonda. A¨²n as¨ª, el Celta simulaba un ataque m¨¢s voluptuoso que pr¨¢ctico. Un ataque que solo produjo una acci¨®n que pudo suponer el empate cuando Riesgo derrib¨® al jugador belga dentro del ¨¢rea. El ¨¢rbitro no vio penalti, aunque el guardameta arroll¨® al delantero sin tan siquiera tocar el bal¨®n. A¨²n as¨ª, con el Eibar vigilando su casa, lleg¨® el ¨²ltimo remate de Adri¨¢n, de puro nueve, y un libre directo de Arbilla que de nuevo hizo volar a Rub¨¦n Blanco. Luego la desesperaci¨®n, las protestas , las tarjetas rojas a Sergio (en el banquillo) y a Hugo Mallo tras pitar el final del encuentro. El virus hab¨ªa asolado al Celta. Y era Adri¨¢n.
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