La lealtad est¨¢ sobrevalorada
La autocomplacencia de la hinchada del Arsenal, el club m¨¢s grande de Londres, ha creado un clima de perversa distensi¨®n alrededor del equipo de Wenger
¡°La indignaci¨®n debe ser siempre la respuesta a la indignidad¡±. Eduardo Galeano
Londres. Estadio Emirates. Mi¨¦rcoles noche. Arsenal-Par¨ªs St. Germain, partido de Champions. Una victoria para el Arsenal casi le asegurar¨ªa el primer puesto en el grupo, mejorando apreciablemente sus posibilidades de enfrentarse a un rival asequible en octavos de final, fase del torneo en la que ha ca¨ªdo en las ¨²ltimas seis temporadas.
Ganar es importante para el club m¨¢s potente de la capital inglesa, pero no lo parece. El PSG juega con m¨¢s nervio y control. Se adelanta en el marcador en el primer tiempo, pero el Arsenal empata, sin remotamente merecerlo, con un penalti poco antes del descanso. Un autogol franc¨¦s a principios del segundo tiempo adelanta al equipo local y desata la euforia en las gradas. Los aficionados cantan: ¡°Y es el Arsenal, el Arsenal FC, somos de lejos el mejor equipo que el mundo jam¨¢s ha visto¡±.
A los neutrales presentes nos da un poco de verg¨¹enza ajena escuchar semejante declaraci¨®n de fe, otro ejemplo m¨¢s del famoso s¨ªndrome de la posverdad que aflige al mundo hoy en d¨ªa. La creencia sustituyendo a la realidad.
El legendario club londinense, sus arcas llenas a rebosar, no solo no ha ganado la liga inglesa en 12 a?os sino que ahora mismo el PSG le est¨¢ dando una lecci¨®n de f¨²tbol. Empatan los franceses, lo cual seguramente es suficiente para que ellos queden primeros en el grupo a falta de un partido, pero el Arsenal no reacciona. Es el PSG el que manda en los ¨²ltimos minutos, y el que tiene las mejores oportunidades de volver a marcar.
El partido acaba 2-2 y el p¨²blico se levanta y se va, aparentemente satisfecho. Lo cual resulta curioso para alguien acostumbrado a seguir la Liga espa?ola.
Si, por ejemplo, el club m¨¢s grande de Madrid hubiera demostrado similar desgana en un partido de similar importancia los aficionados del Bernab¨¦u habr¨ªan estado pitando a su equipo desde el minuto cinco. El pitido final habr¨ªa sido recibido con insultos y abucheos. La indignaci¨®n habr¨ªa acompa?ado a cada uno de los madridistas hasta sus casas, y hasta sus lugares de trabajo al d¨ªa siguiente.
Los fans del Arsenal son otra cosa. Como la mayor¨ªa en su pa¨ªs, premian la lealtad ante todo. Juegue bien su equipo o juegue mal, ¡°We¡¯ll support you evermore¡±, cantan. ¡°Os apoyaremos para siempre¡±. Es muy bonito esto. La lealtad es una gran virtud en el ser humano, especialmente cuando se dirige a otro ser humano, o a una mascota. Pero no es necesariamente lo m¨¢s eficaz si lo que se desea es ganar trofeos.
Esto en el Real Madrid lo tienen muy claro. Las broncas al equipo no ser¨¢n muy edificantes, pero sirven como est¨ªmulo. Si el Madrid ha ganado lo que ha ganado en los ¨²ltimos a?os pese a un estilo de juego m¨¢s guerrero que fluido se debe no solo al talento sino al temor a perder de los jugadores, que a su vez proviene en buena medida de otro temor: al de ser humillados en su campo por sus nunca incondicionales seguidores.
La veneraci¨®n a Wenger
Es verdad que en el Emirates hay un sector que de vez en cuando emite alg¨²n gemido. Incluso hay unos pocos que piden la dimisi¨®n de su sempiterno entrenador, Ars¨¨ne Wenger, emblema de la pobreza de ambici¨®n del club. Pero la mayor¨ªa, presa de la debilidad inglesa de vivir de las glorias del pasado, venera al franc¨¦s. Y da la impresi¨®n de que ir al estadio es como ir a un club social a tomar un par de cervezas y jugar pl¨¢cidamente a las cartas. O como ir al cine. Si la pel¨ªcula no es buena, pues la siguiente ser¨¢ mejor. Lo importante es estar entre amigos, salir de casa un rato, observar un ritual como lo es ir a misa los domingos para aquellos que lo hacen no tanto por hambre espiritual sino por rutina, o por falta de rebeld¨ªa o de imaginaci¨®n. Wenger es su cura, su obispo.
El Arsenal es el club m¨¢s grande de la ciudad m¨¢s grande de Europa. La capital espa?ola es un pueblo en comparaci¨®n. Pero la grandeza futbolera reside en Madrid. Mientras no suban las exigencias de los aficionados, mientras no empiecen a pedir todos a gritos la cabeza de Monse?or Wenger, el Arsenal no ser¨¢ nunca, ni de cerca, el mejor equipo que el mundo ha visto. Seguir¨¢ siendo un club europeo de segunda divisi¨®n.
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