Irse de aqu¨ª
Estamos tan acostumbrados a que los campeones quieran seguir si¨¦ndolo que el gesto de Rosberg nos desconcierta
En La ley del silencio (1954), de Elia Kazan, hay una c¨¦lebre escena, en el asiento trasero de un taxi, sobre los sue?os y la codicia que ayuda a entender hasta d¨®nde est¨¢n dispuestas a llegar algunas personas para cumplirlos. Me vino a la cabeza cuando Nico Rosberg anunci¨® por sorpresa que se retiraba, apenas cinco d¨ªas despu¨¦s de ganar el mundial de F¨®rmula Uno. Terry Malloy, interpretado por Marlon Brando, es un exboxeador que despu¨¦s de una carrera modesta, sin victorias rese?ables, trabaja para el sindicato de estibadores de Nueva York, conectado con la mafia; de vez en cuando recurre a la violencia para que el crimen organizado fluya y en los muelles impere el silencio.
Su hermano Charley es un abogado sin delicadeza que cree en la delincuencia m¨¢s que ¨¦l. Subidos al taxi, Terry le hace saber que est¨¢ harto de trabajar para mafiosos, y que tal vez ya no est¨¦ dispuesto a seguir callando. ¡°Quiero un empleo, ganarme un pedazo de pan, es lo ¨²nico que deseo¡±, dice, preparado para empezar de cero y llevar una vida honrada. Charley responde que esas aspiraciones est¨¢n bien para un cr¨ªo, pero ¨¦l ya no lo es. ¡°Vas a cumplir los treinta, una edad para pensar con algo m¨¢s de ambici¨®n¡±, afirma, a lo que su hermano, con una frase de exboxeador y psiquiatra, replica que ¡°yo siempre he pensado que vivir¨ªa m¨¢s a?os sin ella¡±.
Estamos tan acostumbrados a que los campeones quieran seguir si¨¦ndolo que el gesto de Rosberg nos desconcierta. Pero c¨®mo, ?no ambiciona m¨¢s? En general, los campeones tienden a desarrollar un car¨¢cter insaciable. No les importa vivir menos, como Terry Malloy, si a cambio los a?os de menos les conceden algunos d¨ªas m¨¢s de gloria. Siempre codician otro ¨¦xito. Nunca tiene bastantes. No se conforman con ser los mejores: desean seguir si¨¦ndolo. Su carrera se vuelve una inercia, bordeando ese filo en el que es la inercia la que gana por ellos. En cierto sentido, se convierten en coleccionistas. Su sentido del gusto se acostumbra tanto a la victoria que casi no recuerdan a qu¨¦ sabe ser segundo, o tercero o ¨²ltimo. Reniegan de su decadencia. Eso no existe, se dicen mientras permanecen en lo m¨¢s alto. Cuando advierten su presencia ya est¨¢n demasiado hundidos en ella. Es una constataci¨®n penosa que da paso a una triste retirada.
El sue?o de Rosberg era ser campe¨®n del mundo alg¨²n d¨ªa. Sab¨ªa que no ser¨ªa un camino f¨¢cil. Pero no le import¨®. Lo sacrificar¨ªa todo por alcanzar ese sue?o: frustraciones, soledades, nervios rotos, insomnios¡ Le llev¨® casi 20 a?os, pero lo alcanz¨®. Y en ese instante cerr¨® el c¨ªrculo. En su situaci¨®n, cualquier otro convertir¨ªa el c¨ªrculo en una espiral. Para Rosberg, una vez atrapada su gran fantas¨ªa, carec¨ªa de l¨®gica perseguirla una segunda vez. Ten¨ªa m¨¢s sentido inventarse un sue?o nuevo e inaugurar otra obsesi¨®n. La decisi¨®n de abandonar la F¨®rmula Uno despu¨¦s de un costos¨ªsimo triunfo nos sugiere que irse de un sitio casi puede ser un arte.
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