La Real Sociedad gana al Valencia y silencia los gritos de Prandelli
El equipo donostiarra gana al Valencia (3-2) sin necesidad de recuperar su mejor versi¨®n futbol¨ªstica
Las fil¨ªpicas siempre tienen buen acomodo en el ¨¢nimo de los aficionados cuando est¨¢n deprimidos. Prandelli arremeti¨® contra la actitud de sus futbolistas antes del partido frente a la Real: rabioso, seg¨²n dijo, transmiti¨® la sensaci¨®n de que medir¨ªa el peso de la camiseta tras el partido para calcular el sudor de sus jugadores. Conclusi¨®n: antes de la media hora, la Real Sociedad -que ven¨ªa de una depresi¨®n distinta, la goleada recibida ante el Depor- hab¨ªa lanzado tres saques de esquina y hab¨ªa conseguido dos goles, ambos de cabeza y ambos logrados por el delantero centro, Willian Jos¨¦, frente a sus imp¨¢vidos rivales.
El primero lo consigui¨® a los dos minutos, algo que hiela la sangre de cualquiera que ande escaso de leucocitos y con el agravante de que Xabi Prieto pein¨® hacia atr¨¢s a placer con los defensores convertidos en espectadores, y el segundo a los 23. ?Y la fil¨ªpica? Pues como todas las fil¨ªpicas se la llev¨® el viento leve de Anoeta bajo un cielo azul impropio de la ¨¦poca.
La Real hab¨ªa necesitado muy poco, poqu¨ªsimo, para gozar de una ventaja grand¨ªsima, inadecuada a su f¨²tbol, m¨¢s espeso que en ocasiones anteriores, pero acorde a su intensidad, estable como una anal¨ªtica sin m¨¢cula. Y entonces la fil¨ªpica se la debi¨® echar internamente a s¨ª mismo Prandelli. Su rombo en el centro del campo era m¨¢s fr¨¢gil que un reposacazuelas de pl¨¢stico. Se quemaba y ard¨ªa en cuanto combinaban Zurutuza e Illarramendi. Y por los costados se iba la Real como circulan los coches ruteros por las autopistas: tomando caf¨¦.
Cesare debi¨® habar con Prandelli y entre su yo y el otro yo decidieron sacrificar a Fede Cartabia para reajustar el equipo con la entrada de Santi Mina. Se trataba de funcionar con un cuatro-uno-cuatro-uno que equilibrase los duelos en el campo. Y encima el joven gallego en su primera acci¨®n le sac¨® un penalti a ??igo Mart¨ªnez, que no despej¨® cuando deb¨ªa y acab¨® derribando al rival como un tren de mercanc¨ªas arrolla a una bicicleta. El penalti lo transform¨® Parejo y fue como una transfusi¨®n de sangre al alica¨ªdo cuerpecillo del Valencia.
Vela despierta
No era la Real abrumadora. De hecho, futbolistas como Carlos Vela o Xabi Prieto, Oyarzabal o Carlos Mart¨ªnez parec¨ªan menos hambrientos que en encuentros anteriores, aunque el esqueleto de la Real se manten¨ªa fuerte y en el Valencia hab¨ªa crecido su inter¨¦s pero no el rendimiento de su inversi¨®n. Ni una sola vez (salvo en el penalti), Rulli tuvo que probar sus reflejos o su agilidad porque el equipo de Prandelli parec¨ªa un balc¨®n sin barandilla por el que se despe?aban sus futbolistas en cuanto se asomaban al ¨¢rea del argentino. Y entonces surgi¨® Carlos Vela, cual comandante, y por su banda comenz¨® amargar la vida a la defensa valencianista, especialmente probando la paciencia de Montoya, siempre superado por el mexicano. Y lleg¨® un cabezazo de Juanmi, y luego el penalti de Santos a Vela. All¨ª se citaron el jugador que no hab¨ªa fallado ni un solo penalti de los ocho lanzados y el portero que lleva detenidos en Espa?a casi el 50% de los que le lanzan. Y gan¨® el portero tras bromear ambos sobre a donde iba a ir al bal¨®n.
Visto como transcurr¨ªa el partido, a gusto hubiera cambiado la Real el penalti por un saque de esquina. Nueva transfusi¨®n para el Valencia, que se ve¨ªa agonizando, pero una cosa es resistir y otra vivir. Porque segu¨ªa sin mirar a los ojos de Rulli. Y pudo marcar la Real con un disparo de Zurutuza que sac¨® desde la raya el central Santos. Y marc¨® Juanmi, ya en la prolongaci¨®n (Willian Jos¨¦ se hab¨ªa retirado lesionado) tras un centro precioso de Vela a pierna cambiada. El gol de Bakkali resarc¨ªa la dignidad del Valencia, aunque llegaba tarde, muy tarde. La fil¨ªpica de Prandelli fue como todas las fil¨ªpicas, m¨ªtines para convencer a los convencidos. La Real, ajena a los vociferios, se alza a la cuarta plaza y entierra el s¨ªndrome de A Coru?a.
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