El Athletic remonta con suspense ante el Sporting
Dos goles de Muniain y Aduriz dan la vuelta a tanto inicial visitante
No era f¨²tbol de alta escuela ni de baja estopa, ni de baja intensidad, porque el p¨¢lpito del partido era hipertenso, tanto que los errores se acumulaban. El gol de Sporting, por un penalti que recibi¨® y despacho Cop, convirti¨® San Mam¨¦s en una planta de cardiolog¨ªa saturada de urgencias. La presunta placidez de una tarde de domingo se convirti¨® de pronto en un ir y venir de sue?os y ansiedades. El gol de Cop fue adrenalina pura para la depresi¨®n an¨ªmica del Sporting, que se agarra a la vida (de Primera) con los dedos pulgares de los luchadores.
De pronto vio que la m¨²sica sonaba bien otro, que jugaba bien, con orden, sin demasiados apuros, sin meter mucho ruido y poco miedo y que el Athletic tartamudeaba en su juego, con Be?at escondido entre los centrales, San Jos¨¦ aturdido en una tormenta y Aduriz tan aislado que debi¨® coger fr¨ªo a juzgar por los dos goles que le sac¨® Cu¨¦llar, con todo a favor del delantero (y no de cualquier delantero) y todo en contra de un portero sin abogados y el jurado popular en su contra. Y se libr¨® del da?o previsto.
El problema del Sporting es el que ya defini¨® el pintor Willem de Koonig cuando afirm¨® que ¡°el problema de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo¡±. Y al Sporting el tiempo le dio para medio partido. Cada minuto tras el gol significaba una prueba de coraje para ambos y un ejemplo de ineficacia rojiblanca. Y sin embargo lat¨ªa en San Mames la intuici¨®n de la remontada. Suele suceder cuando un equipo -el Sporting- se hace fuerte en su refugio, y el otro -el Athletic- enciende las antorchas aunque se le apaguen continuamente. Se atisbaba que Aduriz buscaba el gol, que Muniain buscaba su jugada y que el conjunto de Rubi buscaba provisiones en el trastero de su ¨¢rea. Aun as¨ª, el Athletic fallaba demasiado. Y de la peor forma, porque fallar el ¨²ltimo pase es una cuesti¨®n de habilidad, de precisi¨®n m¨¢xima, pero fallar el antepen¨²ltimo o el anterior es una groser¨ªa. Y el Athletic comet¨ªa demasiadas groser¨ªas como para superar un examen de eficiencia. Tangos como veces se ca¨ªan Muniain o Lekue, resbaloso como una magdalena en la leche.
Quien m¨¢s se gan¨® al p¨²blico fue Amorebieta, desapreciado por sus ex aficionados, tras un rifi rafe con Aduriz. A la media hora el ex rojiblanco ya hab¨ªa dejado su impronta, tanto tiempo fuera de San Mames. Luego hubo m¨¢s.
La segunda mitad fue la esperada. El Sporting defendiendo su bot¨ªn cada vez m¨¢s atr¨¢s, m¨¢s atr¨¢s, porque adem¨¢s el Athletic meti¨® a Williams y Canella lo lament¨®. Tan a gusto hab¨ªa vivido hasta entonces que se le vino la casa encima. Y cay¨® el gol como la lluvia en Bilbao, mansa y r¨¢pida: un robo de Ra¨²l Garc¨ªa, un toque de Williams, otro de Muniain, otro de Williams y gol de Muniain. Tres jugadores a los que el Sporting, desordenado, no pudo quitarles el bal¨®n. Y luego Aduriz que yerra dos remates solo ante Cu¨¦llar (el portero tambi¨¦n juega) y el Athletic a la carga reconoci¨¦ndose por fin a si mismo, porque Williams le obliga a correr, a desplegarse.
Y el partido acab¨® como empez¨®, con otro penalti (ambos lo fueron) a Muniain que transform¨® Aduriz, A la tercera fue su vencida entre el silencio sepulcral de San Mam¨¦s. El Sporting no se rindi¨®, escarb¨®, busc¨®, pero la desesperaci¨®n le llev¨® a donde no deb¨ªa, a la acumulaci¨®n de faltas que beneficiaban el reloj del Athletic. Cuando el reloj se par¨®, el Sporting se toc¨® los bolsillos y los vio vac¨ªos.
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