El f¨²tbol no es suyo
Con el fundamentalismo financiero reinante los hinchas ya no pintan un pimiento
No consta en la memoria del valencianismo qu¨¦ era de Peter Lim, multimillonario singapurense que hoy tiene al club entre su extensa cartera de inversiones globales, cuando Mario Alberto Kempes goleaba y goleaba para deleite del Luis Casanova. Tampoco hay pistas que entronquen al jeque catar¨ª Al Thani con el glorioso M¨¢laga de Deusto, Mac¨ªas y Viberti. Lo mismo que nada de nada arraiga al empresario chino Jiang Lizhang con aquel Granada con botas de sierra de Fern¨¢ndez y la pericia Porta. M¨¢s que nunca, el f¨²tbol asiste hoy a una inquietante alienaci¨®n, su valor simb¨®lico ha dado paso ¨²nico al valor econ¨®mico, con lo que ello supone para esta suerte de religi¨®n laica que subrayaba Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n. Obnubilado por la voracidad de su propia elefantiasis ha dejado de ser, en buena medida, la gran reserva del paisanaje, la integraci¨®n de un pueblo a partir del sentido de pertenencia a un equipo. Al hincha ya no se le trata como una referencia esencial, como una correa de transmisi¨®n emp¨¢tica, sino como mero consumidor de un espect¨¢culo para mirar, ya sea en Singapur, Doha o Pek¨ªn. F¨²tbol de dise?o, gominas y camerinos de marcas de ropa deportiva que priorizan el negocio sin importar la hora, el calendario o un vendaval gallego. El aficionado ha quedado reducido a un figurante en un parque tem¨¢tico que le supera. En muchos casos, ni siquiera le queda ya el consuelo de pagar su berrinche con una pa?olada al alto mando, refugiado en sus palacios emires a miles de kil¨®metros.
El aficionado ha perdido voz, le marean cada semana con los horarios y hay estadios con comodidades del pleistoceno
En estos tiempos de ludopat¨ªa futbolera, mayoritariamente la ¨²nica identificaci¨®n posible es con los resultados. Como el juego no se puede comprar, por muy fundamentalista financiero que se sea, si no llegan los ¨¦xitos no hay agarraderas. De un lado brota el desconcierto. El granadino, y ni mucho menos es el ¨²nico caso, cae en la cuenta de lo dif¨ªcil que le resulta recitar si quiera la alineaci¨®n rompelenguas de un equipo de quita y pon, en el que se reclutan mercado a mercado futbolistas de paso que corren por cuenta de una red de intermediarios. El valencianista ya ni es capaz de rebobinar cu¨¢ntos chicos han llevado en los ¨²ltimos a?os el brazalete de capit¨¢n, anta?o encarnaci¨®n de una especie de D¡¯Artagnan que era el nexo principal entre la caseta y la tribuna. Y no solo hay enredos cuando asoma el capital extranjero. Por Gij¨®n, semillero de la mareona, se afligen ante un cierto desapego a los guajes mientras al tiempo que cae uno de los suyos, el Pitu Abelardo, efigie del sportinguismo, el consejo se pone sueldo. Tampoco hay muchas se?as que permitan rebobinar al genuino Osasuna. Al borde del colapso total hace un par de cursos, de nada le sirvi¨® a Enrique Mart¨ªn, divisa de Tajonar, obrar un milagro. Lo mismo da Mart¨ªn que Caparr¨®s o Vasiljevic, un exdirector deportivo improvisado entrenador. El desconcierto es de tal calibre que la infatigable afici¨®n del Betis debe asistir a un simposio jur¨ªdico para discernir de qui¨¦n es la instituci¨®n. En Cornell¨¤-El Prat ser¨ªa igual de peliagudo que la gente del Espanyol reconociera a Chen Yansheng, el gran patr¨®n.
Sin triunfos no solo se ahonda en los batiburrillos deportivos, sino en la endeblez de los atributos sentimentales hacia un club. Caso del Rayo, por ejemplo, el f¨²tbol de barrio por antonomasia. No ser¨¢ La Boca, pero es Vallekas, donde hay anclas que superan a los Bukaneros. El Rayo tambi¨¦n es m¨¢s que un club, es el testamento de una barriada orgullosa con su cuna que se niega a ser momificada por cualquier dirigente, por muy dirigente que sea. El riesgo es que en la movilizaci¨®n general contra la presunta ideolog¨ªa ultra de un determinado futbolista sean los ultras de verdad quienes tomen la bandera y agiten el palo contra quien no complace sus fechor¨ªas. Pero rebajar el conflicto de Zozulya a la pirotecnia radical resulta simplista. Como los clubes, pese a tantos ultrajes econ¨®micos y sociales, trascienden al f¨²tbol, a¨²n hay quien se rebela en favor de su enmienda de representatividad. Puede que Zozulya no sea quien dicen algunos que es, pero cabe el debate, reflexivo y sin amenazas, por descontado. Es una se?al de que la conciencia del Rayo est¨¢ en alerta, de que hay algo m¨¢s que un bal¨®n en la cabeza. Ser hincha no es solo un desfogue emocional cada fin de semana al que da derecho un abono. La custodia de los v¨ªnculos originales no solo es cuesti¨®n que ata?e a la nomenclatura del palco.
Frente a la ludopat¨ªa? futbolera, en muchos casos la ¨²nica identificaci¨®n posible es con los resultados
El f¨²tbol es tan proteico, tiene tanto calado, que ha logrado ser imperecedero pese a tantas cornadas. Ha sobrevivido al desd¨¦n de los intelectuales, a la instrumentalizaci¨®n de los dictadores, al espantoso coladero de los?hooligans, al proteccionismo y agitaci¨®n a la carta de los ultras, al despecho de la peor cala?a de empresarios locales o no tan locales jibarizados por el capital y sus ansias de pavos reales para medrar popular o pol¨ªticamente, a los pelotazos urban¨ªsticos a su costa¡
Al hincha le han puesto partidos a las doce de la noche, le marean con horarios de viernes a lunes y muchos estadios tienen las comodidades del pleistoceno. Y, por si fuera poco, importa un bledo si los peques est¨¢n o no dormidos. O¨ªdos sordos al regreso sentimental a la infancia de Javier Mar¨ªas. El hincha de puro, bufanda y desvelos deportivos, y heredero del carn¨¦ geneal¨®gico, ya no cuenta un pimiento. Ni siquiera en los presupuestos, porque su pago ya es calderilla frente a otros ingresos. Tan confundido le tienen en este gallinero que hasta se deja guiar por ciertos dedos en ojos ajenos, Johan Cruyff llega a parecer a algunos un apestado en la casa que entroniz¨® y Kempes es repudiado como embajador. Ocurre que no hay Lim, Jorge Mendes, NIKE, FIFA, UEFA, FEF O LFP o t¨®xico tertuliano que pueda cortar del todo el cord¨®n umbilical. El f¨²tbol no es suyo, aunque lo crean y se empe?en en ningunear a la gente. Ese es el sustento, no su dinero, por mucho que hoy amenace, y muy seriamente, esta incesante deforestaci¨®n de las hinchadas. Vale, el negocio ya no est¨¢ en el hincha. Pero el coraz¨®n, s¨ª. Y en esta industria nada beneficia m¨¢s que el alma y la pasi¨®n. Es su mejor e indiscutible veta, porque el Granada siempre ser¨¢ tan de Granada como el Valencia de Valencia. Y, como tantos y tantos otros clubes, fue ese maridaje indestructible el que les hizo calar entre sus gentes como casi ninguna otra instituci¨®n. Con la pasta, de aqu¨ª o de all¨¢, y el man¨¢ de la telecracia no basta. Ser¨ªa absurdo y quijotesco poner cerraduras al capital, pero nada ser¨ªa m¨¢s ruinoso -y casi necrol¨®gico- para el f¨²tbol que se siga marchitando la conexi¨®n entre hinchas y clubes. Sin esos latidos ya no habr¨¢ remedio. Tanto se requiere un fondo de inversi¨®n como un fondo afectivo.
Recuerden a Nelson Rodrigues, periodista y dramaturgo brasile?o: ¡°Ay de un club que no cultiva santas nostalgias¡ Por eso nadie puede faltar en Maracan¨¢, ni siquiera los fantasmas, porque la muerte no exime al hincha del deber con el club¡±.
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